Por Rubén Alfredo Gómez
En las universidades la estructura de gestión y gobierno está establecida por sus respectivos estatutos. No obstante a ello, es indispensable entender que independientemente a lo que la normativa exprese en cuanto a su configuración, otros aspectos que hacen a su funcionamiento son necesarios definir y estudiar, los cuales son: gobernanza y gobernabilidad.
La gobernanza universitaria debe entenderse como la relación potencialmente conflictiva entre democracia y gobierno. Para que una estructura interactiva de gobernanza sea democrática es preciso que el conjunto de intereses concernidos por el proceso decisional se encuentren simétricamente representados en el proceso decisional público de que se trate. Una alianza entre sector público y privado puede constituir gobernanza pero no será democrática sino en la medida en que los intereses sociales involucrados tengan la oportunidad efectiva para organizarse, informarse y participar en la interacción decisional.
En síntesis, es gobernanza universitaria el proceso de inclusión y representación de todos los intereses de todos los grupos de interés internos y externos a la institución.
En tanto la gobernabilidad es un concepto que intenta dar respuesta a la nueva forma de entender la acción de gobierno, que surge de la articulación y factibilidad (viabilidad política) con todos los actores que de alguna manera u otra tienen o representan intereses en la institución. Además se puede definir a la gobernabilidad como el proceso por el que los diversos grupos integrantes de una sociedad ejercen el poder y la autoridad influyendo y llevando a cabo políticas y toma de decisiones relativas a la vida pública, económica y social. Entre los criterios que permiten evaluar la gobernabilidad se pueden mencionar los siguientes: 1) El grado de legitimidad, 2) La representatividad, 3) La responsabilidad ante el ciudadano y 4) La eficacia de la gobernabilidad.
Todo lo expresado hasta aquí nos ofrece el marco sobre el cual intentaremos dar una visión (tal vez subjetiva y crítica) del último proceso electoral que se llevó a cabo en la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El proceso electoral en la Universidad Nacional de Mar del Plata
En el transcurso del procedimiento de elección del Rector de la Universidad Nacional de Mar del Plata, se vieron reflejados intereses que representaban no sólo cuestiones referidas a lo académicos sino también extrauniversitarias. No es intención de este artículo hablar de nombres propios de candidaturas, sino enmarcarlos en los contextos políticos que representan.
Por lo tanto, decimos que se presentaron dos listas que postulan a los candidatos a asambleístas universitarios, quienes son los encargados de elegir el Poder Ejecutivo de la institución: por un lado Unifutura, encabezada por un docente investigador, con alta trayectoria académica, con el apoyo del Frente de Todos que intentó hacer pié en la universidad con la intención de una proyección para disputar la intendencia del Partido de General Pueyrredon.
Y por otro lado, por el oficialismo, se presentó Transformación Universitaria cuyo candidato tiene una fuerte experiencia política, representando al Partido Socialista (tradicional en la ciudad de Mar del Plata) con el apoyo del Partido Radical local.
La Universidad Nacional de Mar del Plata está constituida por nueve unidades académicas, una Escuela Superior (que por Estatuto no puede participar de las elecciones) y un Colegio Universitario, a los que se les sumaron para la elección de los asambleístas los votos provenientes de los graduados y de la asociación gremial no docente.
El cuadro revela que el oficialismo perdió en todas las instancias electorales excepto en el claustro estudiantil. Esto refleja que si bien el poder es legitimado por la cantidad de votos obtenidos, se nos generan interrogantes acerca de si sucede lo mismo a nivel de grupos de interés. ¿Será factible la articulación con los otros sectores de poder? ¿Cuán fuerte es su grado de representatividad ante la comunidad universitaria?.
Tradicionalmente, la participación electoral de graduados suele ser baja (esta elección pareciera ser una excepción), ya que poco se interesan por la vida universitaria y con frecuencia esta participación es producto de la movilización de estudiantes y docentes que buscan en ellos, su apoyo. En unidades académicas que forman profesionales en áreas de fuerte representación corporativa, la representación que éstos ejercen suelen ser una vía dónde los colegios ejercen su influencia. Esto se evidenció claramente en este proceso electoral. La lista opositora ganó en cinco de las nueve unidades académicas,
excepto en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, en la Facultad de Derecho, en la Facultad de Ciencias Agrarias, en la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social y en Ingeniería. Es interesante ver que las disciplinas duras y duras aplicadas (tal como las clasifica T. Becher-1993-pág.62) brindaron su apoyo al candidato proveniente de la “academia”.
El cuadro anterior también da cuenta de los impactos que provienen del crecimiento sustantivo de la matrícula, y cómo esto influye en la configuración de la estructura de poder de la institución. ¿Pero en qué beneficia al funcionamiento de la universidad y al propio claustro estudiantil que un considerable número de personas sin una capacitación específica, sin haber completado los estudios, sin gran experiencia de vida, en general con poco o ningún conocimiento de los sistemas universitarios más allá de su limitada experiencia local, tenga tanto peso en su representación y en su conducción en los organismos colegiados? Incluso en temas en los que suelen involucrarse más, como el diseño curricular (un tema en el que la transmisión de la experiencia colectiva es importante) también su aporte es limitado, por tanto carecen del conocimiento profesional local, nacional e internacional, de las innovaciones, de los avances científicos y técnicos. A nuestro criterio, deberían no ser tan tenidos en cuenta, y que la responsabilidad de tal temática recaiga en docentes especializados. Asimismo, debiera reverse su participación en los órganos colegiados, ya que en caso de los Consejos Académicos tienen la misma representatividad que los docentes. En cambio sí deben tener una fuerte participación en cuestiones tales como sistemas de becas, competencias deportivas estudiantiles, actos culturales, entre otros temas de su propia incumbencia.
Tal como se mencionó oportunamente, las universidades reaccionaron al crecimiento de la matrícula con un incremento en su planta docente. Lo cual vino acompañado de un incremento en cargos pero no en dedicaciones y la UNMdP no es ajena a esta política. Pero, el mantener esta cantidad de docentes interinos también tiene su correlato en la configuración del poder de la institución, ya que por Estatuto, no pueden votar.
Por otra parte, ¿no correspondería que el personal administrativo, quien a la postre es el que mayor permanencia tiene en la organización, tuviera mayor representación? Si bien, en palabras de H. Mintzberg es “personal de apoyo”, este cuerpo es el que acompaña a las políticas y el que sabe sobre el cuerpo normativo de la institución.
No son pocos los interrogantes que pueden surgir de las elecciones del Rector de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Estos están relacionados con la construcción de poder y de la gobernanza de quien ha sido electo, desafío no menor, en un contexto de total incertidumbre sobre recursos y la modalidad de continuidad de la actividad pedagógica. Sin embargo, queda claro que la disputa no es solamente por qué modelo de universidad se pretende construir sino, además, una partidización política que se instaura
en todos los estamentos que la componen, lo cual la debilita institucionalmente. Un rector puede ser radical, peronista, socialista o lo que fuere, pero dentro del CIN (Consejo Interuniversitario Nacional) y dentro de su universidad, debería ser sólo un rector.
No existe un sistema de poder perfecto, pero con esfuerzo, prudencia e imaginación, y mirando experiencias ajenas, sin dejar de tener en cuenta nuestras tradiciones, es posible y necesario reconsiderar los fundamentos propios de nuestro sistema de conducción.
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El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.