Por Jennifer Lucchelli Woollands, Licenciada en Historia
En la anterior columna, se habló sobre el cáncer y la mirada social hasta la década de 1940. El final de la guerra mundial, trajo consigo nuevos ejes temáticos. Entre ellos, una nueva concepción de salud, vinculada con el bienestar y otras enfermedades, entre las que se advertía el cáncer. De esa manera, la carrera por intentar disminuir su incurabilidad, adoptó varias decisiones y nuevas medidas políticas en la salud de aquel decenio. Los Estados Unidos que en la agenda de salud pública venía ejerciendo un liderazgo evidente, presentaba en su territorio, ciertas problemáticas, entre las que se encontraba el presupuesto, posicionamientos en la materia más concentrados y una mayor colaboración de los medios de comunicación.
De acuerdo a las palabras del médico Siddartha Mukherjee, fue el momento en que los intentos debían dejar de serlo, para contribuir a la ciencia y a las personas que estaban muriendo por la enfermedad, entre ellos, muchos niños de corta edad. Sin embargo, que personalidades tales como Sidney Farber, tuvieran que recurrir a diversas estrategias individuales no era un buen signo, a los años que se avecinaban. A nivel continental, la Oficina Sanitaria Panamericana (creada en el año 1902) poca importancia había dado a la dolencia, que se leía en breves palabras en los diversos códigos sanitarios. Aquí se presencia una nueva pregunta ¿Por qué acontecía esta situación?
Existieron innumerables razones. Por ejemplo, lo que la enfermedad en sí representaba para toda la población. La muerte que ensombrecía a los médicos, a los pacientes, que dejaba a los familiares en un estado de incertidumbre permanente. La creación de la O.M.S (Organización Mundial de la Salud) en el año 1948, resignificó el auge de nuevos experimentos, tratamientos y búsquedas de todo tipo. La Quimioterapia asomaba como una nueva herramienta terapéutica capaz de combatir al mal de las células.
Desde 1950 a 1970, existieron grandes avances así como registros nacionales de cáncer en todo el mundo, con la finalidad de aplicar las correspondientes medidas de prevención. La Argentina con un leve retraso, perfiló una institucionalización creciente acompañada con la creación del CONICET, que materializó los deseos de investigadores de tiempos anteriores para proseguir pesquisas que pudiesen ayudar a la población. En este sentido, a nivel mundial, continental y local, las expectativas giraban en torno a una baja en la cantidad de personas enfermas de esta dolencia, para ello había que enfatizar en los hábitos que trasgredían los limites de lo que era saludable. La mirada de la sociedad estaba esperando nuevas ilusiones para tratar a la neoplasia.
Bibliografía:
- BUSCHINI, José. Renovación Institucional y modernización científica: la creación del Instituto de Investigaciones Hematológicas a mediados de la década de 1950. Salud Colectiva, Buenos Aires, 2013, 9 (3), pp. 317 – 334.
- CARDONA, Andrés y LÓPEZ, María. Historia del cáncer y el cáncer en la Historia. Revista de Medicina, Colombia, 2021, pp. 528 – 562.
- CUETO, Marcos, BROWN, Theodore y FEE, Elizabeth. El proceso de creación de la Organización Mundial de la Salud y la Guerra Fría. Apuntes. Revista de Ciencias Sociales, 38 (69), Universidad del Pacifico, 2011, pp. 129 – 134.
- LUCCHELLI, Jennifer. El cáncer y su historia motivos para su estudio e investigación. Mar del Plata, 2023, pp. 1-3.
- MUKHERJEE, Siddartha. El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer. Editorial DEBATE, Estados Unidos, 2010, pp. 10 – 92.
- SONTAG, Susan. La enfermedad y sus metáforas. Taurus, Pensamiento, Buenos Aires, 1978.