fractales-barrio-calchaquiCelebración del “Barro Calchaquí” en San Carlos, Salta. (Imagen: Gobierno de Salta)

En un mundo que muchas veces premia la competencia y el individualismo, la Cooperativa Fractales marca una diferencia con su modelo de trabajo colectivo y su pasión por la cerámica. Este grupo de ocho mujeres no solo trabajan con arcilla, sino que también están construyendo un futuro basado en la igualdad, la autogestión y la creatividad colaborativa. Uno de sus hitos recientes fue su participación en el Barro Calchaquí, un evento que transformó un pequeño pueblo salteño en el epicentro de la cerámica latinoamericana.

En el corazón de San Carlos, un pueblo con apenas 300 habitantes, el “Barro Calchaquí” se convierte cada dos años en un hervidero de ideas, risas y aprendizajes. Talleres, charlas y demostraciones de técnicas cerámicas hacen del evento un espacio de intercambio sin precedentes. “Es un lugar donde la cerámica deja de ser solo un oficio para transformarse en una celebración de la vida comunitaria”, explicaron desde Fractales, en exclusiva para este medio.

“Gestionamos tres colectivos para ir, cargados de energía, materiales y muchas expectativas”, relata Belén Chamorro, integrante de la cooperativa. El viaje fue un desafío logístico y un sueño cumplido, relatan las integrantes de la cooperativa Fractales. Desde Mar del Plata, Buenos Aires, otras localidades y hasta de otros países como Bolivia, ceramistas de diversas procedencias unen fuerzas todos los años para asistir al encuentro, donde lo colectivo y lo creativo se entrelazan de una manera única.

Para las integrantes de Fractales, la cerámica no es solo trabajo; es pasión y resistencia. Su historia comienza en 2019, cuando decidieron unificar esfuerzos para crear un espacio colectivo. Desde entonces, el proyecto no ha dejado de crecer. En plena pandemia, aprendieron a adaptarse y a sobrevivir en un contexto adverso. Hoy, su taller en Mar del Plata es un lugar vibrante donde convergen la producción utilitaria, las clases y la exposición artística.

“Nos retroalimentamos en estos encuentros. Ver lo que otros están haciendo, compartir experiencias, técnicas y hasta frustraciones nos da la energía para seguir adelante”, explicó Ester Bonomo, una de las ocho integrantes de la cooperativa. Este año, el Barro Calchaquí les dejó no sólo aprendizajes técnicos, sino también una renovada convicción de que el trabajo colectivo puede ser transformador.

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Las ocho integrantes de la cooperativa de cerámica Fractales (cortesía Fractales)

El evento no se trata solo de arcilla y esmaltes, sino de una construcción cultural contrahegemónica. Lejos de las lógicas de mercado, el “Barro Calchaquí” apuesta por el encuentro humano y la creatividad. Los asistentes no solo muestran su arte; comparten soluciones para problemas técnicos, desafíos económicos y visiones de futuro. Es un espacio que pone en valor tanto el arte como la humanidad detrás de cada pieza.

Para Fractales, ser parte de estos espacios reafirma su identidad. “Nos permite conectar con una red más amplia de ceramistas que también trabajan desde la horizontalidad y la autogestión. Nos sentimos parte de algo más grande”, comentaron a este medio desde la cooperativa.

Los desafíos y un modelo a futuro

A pesar de los logros, Fractales no está exenta de desafíos. La sostenibilidad económica sigue siendo un tema central, como ocurre en la mayoría de los emprendimientos cooperativos. Sin embargo, esto no las detiene. Entre sus planes a futuro está la producción de su propia materia prima, la ampliación de su espacio físico y la consolidación de un programa educativo comunitario.

“Fantasías tenemos muchas. Desde un galpón en el parque industrial hasta un centro cultural donde confluyan la producción y la enseñanza. Lo importante es que seguimos soñando juntas”, menciona Belén, con una sonrisa.

Fractales es mucho más que una cooperativa de ceramistas. Es un ejemplo de cómo el trabajo colectivo puede ser una herramienta poderosa para enfrentar contextos adversos, promover el arte y construir comunidad. Encuentros como el Barro Calchaquí no solo celebran el arte cerámico, sino que también demuestran que otra forma de hacer las cosas es posible.

Con cada pieza que moldean, estas mujeres no solo crean objetos; dan forma a un sueño compartido, una utopía tangible donde la cerámica es el puente que conecta su pasión con el mundo. Y aunque las manos se cansen de moldear, las ganas de seguir creciendo juntas nunca se agotan.

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