Por Camila García
En una sociedad desigual, la Economía Social y Solidaria viene a proponer una nueva forma de cubrir las necesidades primarias, insatisfechas para algunos sectores, brindando una alternativa a aquello que rechazamos del capitalismo, como explican Boaventura de Souza Santos y Cesar Rodríguez:
- “La desigualdad estructural de recursos y de poder que produce y reproduce para su continuidad, que no se agota en la subordinación de la clase trabajadora a la capitalista, sino también es desigualdad entre géneros, entre etnias, entre países, etc.
- Una sociabilidad empobrecida, basada en relaciones sociales estructuradas a partir de la competencia y el interés individual, excluyendo otras motivaciones.
- La insustentabilidad de la producción y el consumo a nivel global, que están destruyendo el medio ambiente y las posibilidades de reproducción del propio género humano” (Deux Marzi, 2014, p. 177).
Por lo tanto, es una economía que viene a plantear prácticas y relaciones que apuntan a una transformación gradual de la producción y la sociabilidad hacia formas más igualitarias, porque reconoce la diversidad de personas y pueblos; más solidarias, porque impulsa el asociativismo; y más sustentables, porque prioriza el cuidado del medioambiente y de los recursos (Deux Marzi, 2014, p. 177). Rompiendo con las lógicas del mercado capitalista, la ESyS pretende crear una nueva estructura democrática, participativa, autogestionada y colaborativa que permita satisfacer las necesidades de todos los ciudadanos de forma equitativa y justa. Generando iniciativas de trabajo para aquellos sectores que fueron expulsados del mercado laboral resignificando el esfuerzo, el trabajo y las capacidades a través del apoyo mutuo y la solidaridad vincular, destacando que no es una “economía de los pobres” sino de toda persona que desee integrarse a una nueva modalidad de empleo.
Luis Razeto Migliaro plantea que:
“En todas las actividades humanas está presente la solidaridad y, dado que son los hombres quienes definen las actividades económicas, es posible concebir su accionar desde una racionalidad diferente: la racionalidad solidaria, no sólo asociada a los sectores populares, sino también a las empresas privadas e instituciones estatales que conforman el sistema económico” (Azerrad, Lozeco y Tealdo, 2009, p. 30).
Hace referencia a la necesidad de introducir la solidaridad en la economía (Schujman, 2014, p. 140), a que hay que aprenderla, ya que no es un término aislado que se introduce como título, sino que se construye incorporando la cooperación en la organización del trabajo. Porque, como se menciona al principio, hay desigualdad en términos económicos principalmente, donde el predominio del capital es de algunos pocos. Como sostiene Razeto, “la economía de solidaridad es un proyecto integrador de los conceptos de desarrollo social y superación de la pobreza, que plantea la necesidad de enfocar la idea de un desarrollo ‘social’ alternativo” (Schujman, 2014, p.141).
LAS ECONOMÍAS SOCIALES EN ARGENTINA
Desde la década de 1940 y hasta mediados de la de 1970, Argentina era una sociedad relativamente equitativa en cuanto a empleo asalariado, a la distribución de las riquezas y a la organización de la clase trabajadora que había logrado algunos beneficios básicos como, salud, educación, vacaciones, entre otros, que debían ser garantizados por el Estado. Pero, a partir de la Dictadura Militar de 1976-1983, de las políticas neoliberales aplicadas durante la década del 1990 y de la crisis del 2001, esta situación cambió (Pastore, 2010, p. 51).
Desde entonces, predomina un patrón estructural caracterizado, entre otras cualidades, por la apertura de la economía a la globalización, la desindustrialización productiva, la fuerte concentración económica y de ingresos, el desmantelamiento y la privatización del Estado, y el deterioro creciente de los servicios públicos. Por lo tanto, hoy en día, se siguen sufriendo las consecuencias que estas medidas trajeron a la situación social y a las condiciones laborales de gran parte de la población (Pastore, 2010, p. 51).
Hacia finales del siglo XX, empezó a destacarse una nueva economía social basada en el cooperativismo como respuesta a las problemáticas ya mencionadas. Su objetivo era repensar las relaciones entre economía, sociedad y Estado desde un punto de vista de acción solidaria y autogestión, reestructurando los lazos económicos, socioculturales y políticos (Pastore, 2010, p. 59).
Actualmente, no sólo la Economía Social y Solidaria se puede encontrar llamada como tal, sino que hay otros tipos de economías que plantean su mismo objetivo, pero con perspectivas futuras. Por ejemplo, la Economía Circular, la Economía Feminista, la Economía del Bien Común, entre otras.
La Fundación Ellen MacArthur (2012) define a la Economía Circular como “un ciclo de desarrollo positivo continuo que preserva y mejora el capital natural, optimiza los rendimientos de los recursos y minimiza los riesgos del sistema al gestionar reservas finitas y flujos renovables” (p. 5). Es un modelo que se contrapone a la Economía Lineal, la cual utiliza el modelo extraer-usar-desechar, en donde las empresas extraen las materias primas, luego estas son transformadas en un producto y, por último, este producto se deteriora, queda obsoleto y se desecha para volver a adquirir uno nuevo (González Ordaz y Vargas-Hernández, 2017, p. 118). Este funcionamiento es el del Capitalismo, el cual se basa en la propagación del consumismo para seguir creando productos innovadores que reemplacen los “viejos”. Por lo tanto, la contaminación ambiental sigue siendo aún mayor porque su vida útil disminuye.
Características de la Economía Circular son utilizadas por algunas empresas, por ejemplo, Pick a Toy, es un emprendimiento argentino que utiliza la modalidad de alquilar juguetes para chicos de hasta 3 años por un monto mensual de $2000. Cada familia puede elegir hasta 5 juguetes. Otro caso es Levi’s, que otorga un 20% de descuento a todo aquel que done un jean usado de la marca para llevarlo a la Asociación Civil de la Nada, que convierten los jeans en bolsos.
De esta manera, la Economía Circular implementa la Responsabilidad Social, que es la forma de impartir a la sociedad y a las empresas, el compromiso con la protección del medio ambiente conservando el valor añadido de los productos durante todo su ciclo de vida y reduciendo o excluyendo los desechos (González Ordaz y Vargas-Hernández, 2017, p. 124).
Siguiendo con esta línea, la Economía del Bien Común tiene como uno de sus objetivos principales la sostenibilidad ecológica implementada como parte de la Responsabilidad Social Empresarial. Es decir, que las empresas empiecen a considerar los efectos que generan en la sociedad y el medio ambiente en sus procesos productivos.
Los aportes destacados de la EBC son, desde el ámbito social, la comunicación y participación de los ciudadanos y las organizaciones, la confianza del consumidor con el etiquetado de productos/servicios contrastados, entre otros; y desde el ámbito medioambiental, una mejor gestión de residuos utilizando las 3 R: reducir, reciclar y reutilizar, actividades para la lucha contra el cambio climático fomentando las buenas prácticas, entre otras (Carrelo, 2016, p. 71).
Una compañía argentina líder en microbiología agrícola llamada Rizobacter, se propuso, asesorados por Herza Global (una consultora ambiental), realizar un seguimiento de las emisiones de gases del efecto invernadero en sus procesos de producción con el objetivo de convertirlos en “carbono neutral” y así obtener la certificación internacional de la Huella de Carbono (Forbes Argentina, 2017). Además, desde las tecnologías microbiológicas utilizadas, impactan de manera positiva en la sociedad, contribuyendo a la seguridad agroalimentaria y al desarrollo regional con su sistema de producción agrícola. A través de la eficacia de las biotecnologías demuestran un buen rendimiento económico con un modo de fabricación sustentable y con la captura del Carbono mejoran el contenido de materia orgánica de los suelos.
REALIDAD Y FUTURO DEL COOPERATIVISMO
Más allá de los partidos políticos, en las últimas décadas el cooperativismo de trabajo tanto desde el Estado como desde las propias organizaciones asociativas, fue el instrumento de promoción de la colaboración entre trabajadores excluidos y desocupados con el fin de generar ingresos y empleo (Deux Marzi, 2022, p. 22). Pero en el 2020 con la pandemia, tuvieron dificultades para seguir trabajando de la misma manera y, sobre todo, para recibir sus sustentos económicos.
El gobierno nacional, en ese momento, llevó a cabo medidas para ayudar a las cooperativas: herramientas de financiamiento a tasas subsidiadas (Deux Marzi, 2020, p. 229); acciones de apoyo al trabajo e ingresos (también otorgan créditos y aportes para sustentar ingresos) como lo es el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y a la Producción/ATP (Deux Marzi, 2020, p. 230); propuestas de apoyo a la comercialización incorporándolas al Sistema de Información de Proveedores para ser contempladas en las licitaciones públicas del Estado para adquisiciones de bienes y servicios (Deux Marzi, 2020, p. 231); una red de asistencia digital que ofrece herramientas para la promoción y la implementación del trabajo a distancia (Deux Marzi, 2020, p. 231); gestiones frente a empresas de gas y electricidad para establecer cifras diferenciales (Deux Marzi, 2020, p. 231); entre otras.
Aunque no fueron medidas suficientes, las cooperativas y organizaciones asociativas de la ESyS utilizaron diferentes estrategias para seguir vigentes, como lo fueron la reducción de horas trabajadas y, por lo tanto, de los ingresos, y la suspensión del pago del Monotributo (Deux Marzi, 2020, p. 235). Pero como parte de la ESyS, esperan que en un futuro cercano se construyan políticas de Estado que promuevan el trabajo asociativo y autogestionado como una alternativa viable y legítima (Deux Marzi, 2022, p. 22).
Mientras tanto en Buenos Aires, precisamente en Villa Ballester, un grupo de trabajadores crearon una aplicación de repartidores como PedidosYa y Rappi llamada TRU (Trabajadores Repartidores Unidos) para sustentarse durante la pandemia. Se trata de una cooperativa que ya tiene 17 compañeros que se turnan para trabajar los 7 días de la semana de 8 a 00 hs, cubriendo 50 locales. Algunos de sus miembros trabajaban en alguna de estas apps, pero con el crecimiento de pedidos durante la propagación del COVID-19, también creció la precariedad laboral y el desamparo por cualquier inconveniente, ya sea con clientes o con sus medios de transporte (Centurión y Trofelli, 2022).
Otra novedad en línea con las cooperativas es que el Movimiento Nacional de Empresas recuperadas presentó la Moneda de Intercambio Argentina (MIA) como un mecanismo de pago, para el sector autogestivo y quienes deseen sumarse, a partir del intercambio de productos y servicios. Entre algunas de las cooperativas se encuentran Farmacoop (primer laboratorio recuperado del mundo) y Recoop, distribuidora mayorista de producciones principalmente comestibles y también sanitarios, llegando a cubrir más de 350 productos. De esta manera, buscan fidelizar a los proveedores ya que distribuyeron 1000 MIA a los 45 integrantes de la cooperativa con el objetivo de que compren en Recoop o en alguno de los 50 mercados barriales allí disponibles. A su vez, desean generar trueques por fuera de las empresas recuperadas para que comercios o compañías también puedan adquirir los productos o servicios (Lavaca, 2022).
UN CAMINO POSIBLE
En este breve recorrido, se denota que tanto las organizaciones asociativas, en este caso cooperativas, como los tipos de Economía Social y Solidaria pueden ser viables, no solo hoy sino a futuro. Desde sus propuestas de autogestión, es decir, no depender de ningún ente económico que los sustente, y también desde la colaboración entre aquellos excluidos del trabajo para salir adelante en un país que ha tenido altibajos en este ámbito. Encontrando así la manera de subsistir con un tipo de economía que prioriza el cuidado del medio ambiente, sobre todo.
Los ejemplos mencionados dan cuenta de esto, ya que, desde el alquiler de juguetes, la donación de un jean usado hasta una empresa que quiere reducir la huella del carbono, muestran la sostenibilidad ambiental promovida por las Economía Circular y la Economía del Bien Común. Si cada empresa o negocio implementara algún tipo de acción que cuide el espacio en el que vivimos, se podría reducir, aunque no definitivamente, la contaminación ambiental. Se debe tomar consciencia de que cada movimiento que hacemos tiene su efecto, no sólo en la sociedad que pretendemos que sea más justa e igualitaria, sino también en la naturaleza.
Por eso es que cada vez hay más personas que quieren encontrar un camino alternativo al capitalismo por la desconformidad que puede generar una economía que promueve el consumismo desmedido, eligiendo así algún tipo de Economía Social y Solidaria. Aunque pueda ser más difícil llevarla a cabo por el mismo ritmo colectivo en el que estamos inmersos, se logra, como lo hizo la cooperativa TRU antes mencionada. Formaron un grupo de trabajo por las injusticias vividas, al no cumplir con los derechos que se merecen, en sus antiguos empleos donde son sujetos reemplazables por la escasez de estos. Otro ejemplo fue la creación de la moneda MIA con el fin de seguir promoviendo el consumo en cooperativas descartando la compra a las grandes empresas en las que sus relaciones sociales se basan en la competencia y el interés individual de algunos pocos.
Estas alternativas podrían ser difundidas aún más ya que es una manera viable para, de a poco, dejar atrás el modelo extraer-usar-desechar no sólo en las compañías sino también en la vida cotidiana. De esta manera, se podría pensar en comprar sólo lo necesario y consumir a través de trueques o de ferias, por ejemplo, si de ropa se trata.
Referencias bibliográficas
Azerrad, María Rut; Lozeco, Julio y Tealdo, Julio (2014). Economía Social y Solidaria desde distintas perspectivas. Capítulo 1: Marco conceptual de la ESS desde distintas perspectivas. Universidad Nacional del Litoral (Argentina)
Carrelo, Renée (2016) La Economía del Bien Común: una propuesta integral y holística para la empresa. Cuadernos de RSO. Vol. 4 – nº2 2016 p. 63 – 80. Comité Económico y Social Europeo.
Deux Marzi, María Victoria (2014). Economía Social y Solidaria. Praxis, vivencias e intenciones. Capítulo: Acerca de la Economía social y solidaria como una alternativa en construcción, pp. 175 – 189. Argentina.
Deux Marzi, María Victoria y Hintze, Susana (2020). Políticas y organizaciones en contexto de pandemia: la Economía Popular, Social y Solidaria en la coyuntura y después. pp. 227-239. Rosario, Argentina.
Deux Marzi, María Victoria (2022). Economía popular, social y solidaria en Argentina. Horizontes emancipatorios y nuevas agendas en el contexto post-pandemia. Universidad Nacional de Rosario (Argentina).
Forbes Argentina (2017). ¿En qué invierten las grandes empresas argentinas en RSE? https://www.forbesargentina.com/negocios/en-invierten-grandes-empresas-argentinas-rse-n188
Fundación Ellen MacArthur (2012). Hacia una economía circular: motivos económicos para una transición acelerada. Estados Unidos.
Lavaca. (2022). Nueva moneda cooperativa para intercambiar producción sin psicosis inflacionaria. https://lavaca.org/notas/nueva-moneda-cooperativa-para-intercambiar-produccion-sin-psicosis-inflacionaria/
Pastore, Rodolfo E. (2010). Un panorama del resurgimiento de la economía social y solidaria en la Argentina. Revista de ciencias sociales, p. 47-74. Universidad Nacional de Quilmes (Argentina).
Rizobacter. Quiénes somos. https://www.rizobacter.com.ar/es/quienes-somos-0
Schujman, Mario S. (2014). Economía Social y Solidaria. Praxis, vivencias e intenciones. Capítulo: Introducción a la Economía social y un primer abordaje de su confluencia con el tercer sector y con la Economía Popular, Solidaria y las Prácticas Comunitarias, pp. 121-152. Rosario, Argentina.
Trofelli, Federico y Centurión, Lucas (2022). La cooperativa de repartidores que nació como alternativa a las apps. https://www.tiempoar.com.ar/informacion-general/la-cooperativa-de-repartidores-que-nacio-como-alternativa-a-las-apps/