Juana Fortezzini[1]

Hace unos días, el 10 de octubre, se presentó en el Club Once Unidos en Mar del Plata la Jornada 6 de la FMS (Freestyle Master Series), donde 12 freestylers compitieron con distintos formatos de improvisación por el título nacional. Desde las cuatro de la tarde hasta aproximadamente las ocho y media de la noche se desarrollaron las batallas, es decir, enfrentamientos entre dos freestylers donde cada uno debe atacarse con rimas mientras los jurados puntúan la performance en dos modalidades que componen una sola grilla: la puntuación de cada verso (cada barra) y apreciaciones de carácter general, como el flow[2] y la puesta en escena.

Desde la aparición del freestyle y el rap en la agenda pública, es decir, desde ese momento en que nuevas formas de hacer música (y arte) se expandieron más allá de sus fronteras –para que quienes no formamos parte de su fenómeno de surgimiento aprendamos nuevas dinámicas y conozcamos nuevos tipos de escenario–, la modalidad de construcción de sentido a partir de la rima y la métrica aparecieron en el mundo docente como interesantes opciones didácticas para invitar a lxs chicxs a formular ideas en la escuela.

Fundamentalmente de la mano de docentes de Literatura y Prácticas del Lenguaje, interesadxs por la dinámica en términos de dispositivos para la lectoescritura, empezamos a leer consignas que comenzaban con la premisa de “imaginá un rap que cuente…”. Si bien es muy probable que tales propuestas sean potentes (no sólo en el área de la literatura, sino para las ciencias sociales y otras disciplinas en general) en este escrito la invitación es a pensar una instancia incluso anterior, de carácter más general que, aunque no se plasme en una planificación concreta, ofrece un territorio para reflexionar acerca de cómo nos vinculamos, desde la escuela, con estas nuevas propuestas que las juventudes transformaron, a fuerza de voluntad y proyección, en un relevante y extenso ámbito cultural.

En “El aprendizaje pleno”, David Perkins formula una interesante analogía entre los modos de aprender béisbol en la infancia y los modos de aprender en la escuela. Allí el autor sostiene que una gran diferencia se marca a partir del conocimiento del juego completo: se trata, según esta mirada, de enseñar la complejidad sin necesidad de aislar analíticamente sus partes para integrarlas luego en un todo (el autor refiere a esta tendencia como la elementitis, la obsesión por los elementos). En esta línea, la presentación del juego completo, es decir, una mirada que atienda a la complejidad en la integración de sus partes, promueve, en una búsqueda por un lenguaje más inmersivo, un involucramiento más genuino e intenso en la propuesta que formula lx docente. Entendemos, en este sentido, que una de las vías que podrían pensarse en estos términos es el énfasis en la construcción de una trama; así como, en palabras de Perkins, la falta de aptitudes para el béisbol no logra desmotivar para continuar aprendiendo en tanto la trama del béisbol (los espacios de socialización que construye, las instancias de visualización conjunta de partidos con familia o amigxs) es más fuerte que la frustración.

Entendemos que aquí se manifiesta el nudo más complejo de los esfuerzos por involucrar los contenidos de las juventudes en la escuela. Aunque invitemos a nuestrxs estudiantes a rapear contenidos, éstos nunca dejan de ser justamente eso: contenidos. La complejidad de este nudo excede el presente escrito, y no es nuestra intención hipotetizar una respuesta. Contrariamente, la invitación es a reflexionar acerca de los modos en que dialogamos con las innovaciones de las juventudes: lejos de la idea de pensar cómo convocar tales dinámicas de manera directa a la escuela, la invitación es a mirar esta escena con ojos de escuela, es decir, rastreando en ella el valor de nuestros lenguajes. En el freestyle hay planificación, análisis, evaluación, retroalimentación. Si bien creemos que los contenidos no dejan de ser contenidos y de contener en sí todo lo que la escuela proyecta simbólicamente en ellos, podemos intentar el camino contrario: buscar nuestros contenidos en el freestyle, y valorarlos a partir de este diálogo.

La música urbana en Argentina generó un notable camino de las plazas a los escenarios. El mejor de los ejemplos es probablemente el exponencial crecimiento del Quinto Escalón, una competencia de freestyle en el parque Rivadavia, Caballito, Ciudad de Buenos Aires. La competencia organizó su primer evento en el año 2012 con una humilde convocatoria, y, cinco años después, se despidió de su público con el estadio Malvinas Argentinas lleno (para profundizar en la apasionante historia del Quinto Escalón, el jurado de la FMS[3] Juancín produjo un documental al respecto, citado al final del escrito). Desde esta convocatoria se catapultaron a la fama algunas de las figuras más relevantes de la música argentina actual: Wos, Duki, Thiago PZK, Acru. El aumento exponencial de las reproducciones de las batallas del Quinto Escalón mostró cómo el freestyle crecía como una onda expansiva imparable.

Como docentes, entendemos que hay aquí una manifestación cultural de gran relevancia que, sin ánimos de traducir a fin de mixturarla con la escuela de manera directa, nos plantea líneas interesantes para re-pensar cómo dialogamos con las juventudes. Se encuentra ampliamente extendida, por ejemplo, la idea de que lxs chicxs cada vez escriben menos, y cada vez leen menos. Si bien reconocemos la preocupación por la lectoescritura y los problemas que se expresan en la actualidad, el freestyle aparece en cierta medida como una negación de tal prejuicio. El freestyle consigna una complejidad muy alta en términos de formulación gramatical: involucra formular una idea coherente ya sea con lo dicho anteriormente como con lo planteado por el rival, mientras se reordena la información en una línea que favorezca al mismo tiempo la rima, el tiempo, el concepto y el impacto. Hasta aquí, no obstante, hemos referido a la acción particular de lxs raperxs: ¿Qué pasa con lxs pibes que son público?

La evaluación en el freestyle, en relación a los instrumentos que despliega, podría asimilarse a una evaluación tradicional más cercana al concepto del examen: mediante la grilla que mencionábamos al principio se puntúa cada una de las líneas, a lo cual se adicionan apreciaciones de carácter general como la puesta en escena y el flow. La aparición de este tipo de evaluación transformó al freestyle: aparecieron quienes defienden al rap en su dimensión más artística, contrapuestos a quienes se volcaron a la dinámica deportista y privilegiaron el cumplimento de aquello que pide la grilla en un entorno competitivo. Más allá de esta conversación en particular, nos interesa cómo la evaluación transformó y complejizó los modos de hacer freestyle, así como también este formato puso en primer plano la importancia de la evaluación, en tanto es ésta la que determina qué raperx o equipo se impuso a otro en la batalla. Unido a ésto, se multiplicaron las reacciones en Youtube y Twitch, invitando al público a analizar cada barra y a compartir la cocina de esa evaluación, los argumentos que motivaron cada puntaje, tanto desde figuras amateurs como de los propios raperxs y juradxs.

A modo de conclusión, creemos que estas nuevas expresiones artísticas, que se mixturan en gran medida con lo deportivo, nos habilitan fundamentalmente buenas preguntas. Por ejemplo, si nuestrxs estudiantes se resisten a ver la evaluación como una instancia de aprendizaje mediados por las representaciones tradicionales del examen, ¿Cómo entienden que funciona la evaluación en el freestyle? Si nuestrxs estudiantes no desearan (hipotéticamente) rapear nuestros contenidos porque éstos no dejan de ser contenidos, ¿Cómo categorizarían los conocimientos que se despliegan en una batalla de rap? ¿Qué pensaban mientras escuchaban a Larrix, en la jornada 6 en Mar del Plata, rapeando sobre las provincias argentinas?

O, incluso, más disruptivo: cuando nos preguntan para qué nos sirve aprender historia en la escuela, ¿Qué pasaría si, en vez de explicar, pedimos un retruco? Quizás sea importante aprender cómo se escribe la historia para saber cómo escribir la del Quinto Escalón.

Bibliografía:

Perkins, D. (2010) El aprendizaje pleno: principios de la enseñanza para transformar la educación, Paidós: Buenos Aires.

Juancín (2020) Documental “El Quinto Escalón: La Historia”, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=E1v1Sr2kL0Y&list=PLOFJ6iVIVcrfCFENmsuAKO3O3jr61DQcR

Wos y Dtoke en la última batalla de la historia del Quinto Escalón


[1] Estudiante del profesorado y la licenciatura en Historia. Adscripta a la cátedra Didáctica General y participante del Grupo de Extensión en Innovación Educativa (GEIE

[2] El flow refiere al ritmo, velocidad y cadencia que posee un rapero al improvisar sobre el beat, es decir, una base instrumental sobre la que se despliega la rima.

[3] Freestyler Master Series

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