Por Elena M. Génova[1]

Es el año 2021, puede llegar a sonar el timbre de ingreso al aula física o la campana en zoom que alguien se unió a la videollamada desde un aula pensada en la virtualidad, en ambos espacios se producen encuentros, docentes y alumnos se encuentran para construir una clase; la pandemia también nos enseñó que el encuentro se puede producir a través de un chat de WhatsApp, de un aula virtual, de un módulo, pero algo se produce, porque hay un docente que está pensando en aquello que quiere enseñar, y espera generar, en palabras del pedagogo francés Phillipe Meirieu, el deseo de aprender de sus alumnos.

Cada vez que un docente está pensando una clase hay una intencionalidad pedagógica en cada una de esas decisiones, considerando el contexto en el cual se produce, pensando en el grupo clase al cual destina esa propuesta. Mariana Maggio nos invita a pensar la idea de enseñanza en tiempo presente, y en ese sentido, la Pandemia permitió evidenciar esas enseñanzas. Los docentes rápidamente comenzaron, con apoyo institucional, como colectivo, o de manera autónoma, las formas en las cuales conectarse con sus estudiantes, generar una continuidad pedagógica, sostener el vínculo e intentar enseñar. Desde las posibilidades de cada contexto, reconociendo las realidades de sus alumnos, los docentes buscaron tender puentes. Hemos visto clases vía zoom, en grupos de whatsapp, generadas desde radios comunitarias, entregas de módulos a domicilio, grupos o páginas de Facebook, buzones de intercambio en parajes, escritos atados con amorosidad a las tranqueras de la escuela. Hubo una preocupación genuina en los docentes de generar ese ida y vuelta que la falta de presencialidad no permitía, porque ante todo, la educación es un acto social, un espacio de encuentro y de construcción colectiva.

La Pandemia nos atravesó como sociedad, se cambiaron los tiempos y los espacios, las formas de vivir ya no son como antes, y la educación y las formas de hacer escuela tuvieron que cambiar. Durante siglos reconocimos que eran las escuelas los espacios donde se generaban enseñanzas y se producían aprendizajes. Pero ¿qué sucede si no podemos ir a la escuela? ¿Qué sentido tiene enseñar en Pandemia? ¿Acaso se dejó de enseñar? ¿Estarán aprendiendo los alumnos?

Esas preguntas atravesaron muchos webinars y encuentros virtuales que desarrollaron diferentes pedagogos o pensadores de la educación; esas preguntas se hacían muchos docentes al momento de pensar sus clases ¿qué sentido tiene enseñar estos contenidos si nos está atravesando una realidad sumamente dolorosa como sociedad?

Hubo que repensar las clases, aprender como docentes sobre otras formas nuevas, diversas, de enseñar, indagar sobre espacios otros para convocar en los alumnos el deseo de aprender. Pero ¿qué vamos a enseñar?

La Pandemia nos permitió reconsiderar aquello que debía enseñarse, buscar los sentidos de aquellos contenidos que se querían abordar, reflexionar en términos de Schön y Anijovich, sobre aquello que se produce antes, durante y después de cada clase, en los diversos soportes que se desarrollen, pensar las formas desde las cuales evidenciar los aprendizajes, y que también conducen a reflexionar sobre aquellos instrumentos tradicionales, generados hace siglos atrás, que tal vez no nos permiten observar aquello que sucede con cada uno de nuestros alumnos y sus formas diversas de aprender. Para generar en cada encuentro una experiencia que valga la pena ser vivida.

Poner en cuestión aprendizajes “esenciales” para la sociedad, porque en tiempo presente pierden ese sentido. Se escucha en los medios a familias o periodistas plantear sobre aquellos saberes que los alumnos no tienen en este momento y que ellos si tuvieron al ir a la Primaria o el Secundario. Sin embargo, es una postura anacrónica la de pensar que los contenidos son inamovibles, no se transforman, no mutan. La enseñanza de las diferentes disciplinas fue transformándose en las últimas décadas, porque se generan aproximaciones desde nuevas perspectivas que tienden a buscar la significatividad de aquello que se enseña. El docente es quien, desde su formación específica y permanente, desde una vigilancia epistemológica y pedagógica, va tomando decisiones contextualizadas, y generando los sentidos de enseñar, porque su objetivo es, recuperando a Meirieu, “hacer centellar su espíritu”, despertar su deseo de aprender.

“Niebla de lavanda” de Jackson Pollock. Producto del actionpaiting, parecía que improvisaba, sin embargo, sus trazos eran firmes, las líneas tenían sentido, había un pensar previo y una acción reflexiva sobre esos trazos, una intencionalidad; y eran quienes se aproximaban a esa obra que iban construyendo interpretaciones sobre aquello que Pollock les invitaba a descubrir…


[1]Profesora en Historia (UNLP), Especialista en Docencia Universitaria (UNMDP). Docente de nivel secundario y ayudante graduada de Didáctica General (FH-UNMDP). Miembro del Grupo de Extensión en Innovación Educativa (UNMDP)


El presente artículo refleja la opinión personal de su autora y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.

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