Por Mónica Biasone
A raíz de la renuncia del ministro de economía Daniel Guzmán, durante la última semana vivimos una situación de tensión política, económica y social. La caída de los mercados, la suba del dólar y el aumento de precios son problemas que se ponen en agenda pero que no son una novedad, sino que vienen desde hace mucho. El problema económico es apenas la punta del iceberg de otros problemas estructurales que nada tienen que ver con la guerra con Ucrania ni con la pandemia, que tantas veces se usan de excusa para maquillar los problemas de fondo.
En estos últimos años hemos tenido en Argentina gobiernos centrados en el mercado y otros centrados en el Estado, pero la pobreza sigue aumentando. El estancamiento económico es la manifestación de algo más profundo: el problema político. Para comenzar a pensar una salida, es fundamental reconocer que los problemas económicos son consecuencia de las decisiones de los hombres y mujeres de la política.
En este sentido, la política tiene la responsabilidad de generar consensos. Los países que han tenido grandes crisis económicas y políticas han salido gracias al consenso. Esto implica ser sensato y empático, implica sentarse a dialogar en serio, no para sacarse una foto. La sociedad, cada vez más, le demanda sensatez a la política. Necesitamos más y mejor política, y mayor sensibilidad con los que menos tienen, con los que están sufriendo hoy mucho más que ayer luego de la espiral inflacionaria y la devaluación de la moneda. Pero también es fundamental que los acuerdos no se hagan solamente dentro de la coalición de gobierno, sino con toda la oposición.
Hoy en día reina la incertidumbre. No se conoce el plan económico, cuál es el rumbo que tomará el país. Estamos funcionando sin un presupuesto aprobado por el Congreso, que es una expresión de lo que un Gobierno va a hacer, es la materialización del plan de acción. En este contexto, se habla mucho del gasto público, pero aumentar o achicar el gasto no tiene sentido si no debatimos sobre la eficiencia del gasto, dónde y cómo se destinan los recursos. En línea con lo anunciado por Silvina Batakis recientemente, es deseable y necesario un equilibrio fiscal. Sin embargo, un plan económico no puede tener como único objetivo el equilibrio fiscal. Este puede ser uno de los elementos, pero el plan tiene que ser más abarcativo.
Tenemos un doble desafío, a corto y largo plazo. En el corto plazo lo urgente es resolver la problemática del 40% de pobreza, ya que hay un problema estructural del que no podemos salir. Hay que devolverle la esperanza a la gente que tanto ellos como sus hijos podrán salir de la pobreza. En el largo plazo, tenemos que recuperar una mirada de futuro que cambie las expectativas negativas de la sociedad, y en esto es fundamental la autocrítica de la clase política en su conjunto. Las señales deben ser claras de parte de todo el arco político, pero sobre todo de la coalición gobernante.
La sociedad está reclamando sensatez y sensibilidad. Necesitamos una dirigencia responsable, con capacidad de diálogo, abierta a los consensos, capaz de revertir la crisis política. Necesitamos darle a la gente las condiciones materiales necesarias para creer y, sobre todo, para construir un futuro mejor.
El presente artículo refleja la opinión personal de su autora y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.