El 11 de febrero se celebra en todo el mundo el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia y desde CONICET Mar del Plata entrevistaron a Andrea Torricella, investigadora del CONICET, perteneciente al Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS-CONICET, UNMDP) y al Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades para dialogar sobre el tema.

Por Daniela Garanzini

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en la ciencia a nivel mundial las mujeres son menos del 30 por ciento. La Asamblea General de las Naciones Unidas  proclamó el 11 de febrero como Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia para promover la participación equitativa y plena de mujeres en la ciencia

Andrea Torricella investiga dentro del Grupo de Género de la Universidad Nacional de Mar del Plata acerca de la memoria y las fotografías comunes sobre la vida familiar y la infancia, en la década de 1950, contemplando cuestiones de género, desigualdades sociales y materialidad visual en el INHUS (CONICET, UNMDP). Y comparte en esta fecha tan particular su investigación, parte de su historia y la importancia de los estudios de género para crear un futuro con mayor igualdad dentro de la ciencia.


¿Cuál es tu tema de investigación?
Investigo la construcción social del género y las desigualdades de género a partir del registro visual de la fotografía familiar y personal. Cuando las investigadoras feministas decimos que “el género es una construcción social” – algo que puede sonar muy extraño porque lo vivimos como una característica muy profunda de nuestra personalidad- hacemos referencia a esos múltiples procesos que construyen nuestras subjetividades, afectividades y corporalidades, desde que nacemos y a lo largo de nuestras vidas. Podemos hacer referencia a los aprendizajes en el marco de las familias, de las instituciones educativas o de salud, del mercado, del consumo, de los juegos y juguetes, del cine, las novelas, las redes sociales, etc.
En mi caso, me centro en las imágenes que sacamos, en las que aparecemos y que miramos en nuestra vida cotidiana: las fotos familiares y personales. Investigo un período histórico y un lugar particular, mediados de siglo XX en Mar del Plata.  Es decir que hago historia, pero desde una aproximación interdisciplinaria en donde me gusta viajar a través de distintos campos de saberes, como los estudios feministas y las ciencias sociales. A partir de una metodología cualitativa en donde combino el análisis de las fotografías familiares con diferentes registros visuales del período (imágenes publicitarias o fotografía de prensa) y entrevistas orales, estudio las formas en que se construyen las masculinidades y las feminidades en los cuerpos que aparecen registrados, los escenarios y los usos de las imágenes.
Actualmente, estoy comenzando un nuevo tema de investigación que está vinculado a las representaciones sobre la violencia y la desigualdad de género en la universidad, pero es un proyecto de investigación que aún no lleva su primer año.



¿Siempre supiste que querías trabajar de investigadora?
No, para nada. Cuando era una niña muy pequeña quería ser una doctora, médica, como mi papá. No tenía mucha noción de qué era la “ciencia” más que la que representaban algunos personajes de las series de televisión como el Súper Agente 86 o películas como Volver al Futuro… Fue recién al final de la escuela secundaria que se empezó a formar la idea del camino en el que me encuentro ahora: las Ciencias Sociales y Humanas. Los y las profes que tuve en el secundario fueron referentes muy importantes.
Pero las ganas de ser una científica del CONICET, así con letras claras, aparecieron cuando ingresé en la Universidad y me enteré de lo que significaban esas siglas y de qué alternativas había para dedicarme a ello… En esos primeros años de estudiante universitaria me enamoré muchísimo, como para siempre, de la posibilidad de ser investigadora científica y de un científico.
Me parece que en mi caso, esta profesión no dependió exclusivamente de una vocación que pudiera tener o no tener desde pequeña. Estuvo ligada a modelos que pude encontrar en mis docentes, al aprendizaje de una forma de trabajo en un grupo de investigación y a las posibilidades que allá por el 2003-2005 comenzaron a ampliarse en el sistema científico para quienes queríamos dedicarnos a la investigación. Y sin dudas, tener un compañero de vida que compartiera los mismos gustos hizo que ese trayecto fuera muy hermoso.



¿Tuviste mujeres como referentes para emprender el camino académico?
Sí, tuve y tengo, mujeres a las que admiro y quiero parecerme en mi profesión. Pero no las tuve antes de ingresar a la universidad, no tuve una tía científica o una abuela académica. Las encontré después. Me parece que tener referencias es muy importante, porque señalan un camino, muestran que hay algo que es posible y son un ejemplo.
En mi caso, algunas son cercanas y otras lejanas. Las admiro por su compromiso con el trabajo científico y la construcción de un mundo más igualitario y vivible. Sin embargo quisiera señalar tres cosas que me parecen importantes. La primera, que no son solo referencias en el sentido de que son personas que sobresalen en el campo científico. Muchas de ellas se encuentran en vínculos cercanos y a las cuales sigo no sólo por su producción científica sino por la forma en que llevan adelante su profesión. Son las que me enseñaron qué es el feminismo y cómo ser una científica feminista, son mis maestras y mis compañeras de trabajo.
De aquí se desprende el segundo punto que quisiera señalar: el camino académico no se emprende solamente con modelos a seguir, aunque son importantes como ya dije. El camino académico suele ser un camino bastante solitario, pero es mucho más factible y ameno cuando es con otras personas, cuando hay cuidados mutuos, respeto y generosidad. No sólo tenemos ejemplos que nos enseñan a llevar adelante con pasión nuestro trabajo, también nos cuidan y nos ayudan a que podamos hacerlo. Eso me parece fundamental si estamos hablando de una fecha en la que pensamos el lugar de niñas y niñes en la ciencia. Yo tuve y tengo directoras, colegas y compañeras que me cuidaron y ese cuidado es muy importante en mi trabajo académico. Y a la vez, son referentes porque me gustaría ser como ellas.
El tercer punto a señalar es que también tengo referentes y compañeros que han hecho lo mismo y con los cuales también me identifico. No por ser mujer tengo sólo mujeres de referencia, aunque ya sabemos la importancia de la visibilidad en los procesos de búsqueda de igualdad. 



¿Crees que tu trabajo cambia el escenario para las futuras generaciones?
Eso me gustaría muchísimo. Me da un poco de corte decir que sí, sin más. Digamos que es un deseo, aunque bastante narcisista, que eso sucediera.
Podría decir que por el sólo hecho de ser una mujer científica podría incidir en que alumnas o mis hijas vieran posible ese horizonte. Pero más me gustaría un día, poder decir que cambié el escenario para futuras generaciones porque investigo temáticas de género. Son temas vinculados a la desigualdad social y a cómo ésta se produce en nuestras relaciones cotidianas y, por ende, cómo podemos cambiarla. Pero también me gustaría poder modificar el escenario actual de la ciencia que sigue siendo muy desigual y androcéntrico para las actuales y las próximas generaciones. Ya dije que soy feminista y estoy comprometida con una transformación, una batalla cotidiana para que el sistema científico (no sólo, pero la universidad es mi territorio) sea más igualitario en todos los sentidos. Además de investigadora soy docente universitaria, estoy y estuve participando en los espacios que tanto en la Universidad como en CONICET están comenzando a lidiar con estas desigualdades y en los últimos años he trabajado como capacitadora en el marco de la Ley Micaela.  Son formas en que mi trabajo puede incidir un poco en nuestras sociedades más allá del artículo científico con referato que también suelo hacer.
Son éstos  los cambios de escenario que me gustaría construir con mi trabajo junto con el de otras personas.



¿Qué le dirías a las niñeces que piensan en una carrera científica?
Soy mamá de dos muchachitas y me las imagino a ellas en esta pregunta. Estoy convencida de que la ciencia -como el arte- tienen mucho que ver con el juego infantil, experimentar de todas las formas posibles y jugar. Les diría que sigan jugando a todo, a que todo se puede. Porque el límite y el correctivo suelen venir del lado de afuera, no en sus cabezas, si no en quienes les dicen: “eso no es para vos” “no te corresponde comportarte así ni soñar eso”. A veces esa prohibición se asume de forma imperceptible, otras tiene una fuerza inequívoca y evidente que nos inmoviliza, y otras, por suerte, es torpe e ineficaz. Pero siempre puede encontrar mucha resistencia. Por eso trataría de decirles cosas que fomenten la curiosidad, la experimentación y sobre todo esas resistencias.
A quien definitiva hay que seguir hablándole es al mundo adulto, porque llevar adelante una carrera científica -como cualquier otra cosa- no depende del ánimo, entusiasmo o dotes que las personas tengan en su infancia. Esa imagen nos pinta un escenario individualista y meritocrático, que no problematiza la desigualdad social que hace que sólo algunos y algunas puedan llevar adelante una carrera universitaria y un posgrado o en las desigualdades de género específicas del sistema científico que a veces son escollos infranqueables.


Fuente: CONICET Mar del Plata

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