Por Federico Ayciriet

Mucha teoría escrita al respecto de la inclusión de tecnologías en educación, diseños curriculares aggiornados, disertaciones de todo tipo en las que se habla de las potencialidades pedagógicas de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), pero el poncho no aparece.

En una de las instituciones educativas de nivel superior en que trabajo, luego de finalizado el primer cuatrimestre realizamos un relevamiento sobre las vivencias y sentires del estudiantado. Las respuestas tendieron a polarizarse y encontramos, por un lado, respuestas que dieron cuenta de vivencias que implicaron situaciones de regocijo:“fue una experiencia de mucho aprendizaje, en muchos sentidos, y de un gran acompañamiento de los/las profesores/as”, “(me sentí) “agradecida”, “potenciamos el compañerismo a nivel virtual”. Sin embargo, en el otro extremo, hubo estudiantes que dieron cuenta de una experiencia vital y académica distinta:(este cuatrimestre fue) “mucho más estresante que otros años y con mucha incertidumbre”, (me sentí) “agobiada, frustrada”, “deprimida, cansada”, “desmotivada”, (sentí) “ansiedad, inseguridad, frustración”.

El poncho no aparece y muchos estudiantes quedan en el camino. Nos hemos abocado con mucho esfuerzo a sostener a estudiantes en situación de vulnerabilidad extrema para que no pierdan la cursada, pero hay que ver en qué medida hemos logrado “garantizar la continuidad pedagógica” de la que habla el “Reglamento General de las Instituciones Educativas de la provincia de Buenos Aires” (DGCyE 2012) haciendo referencia a la «herramienta de intervención institucional para asegurar los actos educativos necesarios para el proceso de aprendizaje de los alumnos».

La segunda mitad del ciclo lectivo está en marcha y encontrando regularidades en medio de la incertidumbre, empezamos a proyectar el cierre del año en la virtualidad. Es mucho más de lo que teníamos en el inicio de la cuarentena, cuando no sabíamos si el pasaje a la modalidad de educación a distancia iba a durar quince días, un mes, o cuánto más.

Y hablo de “educación a distancia” para tender un puente y que, al leer estas palabras, quien está del otro lado conecte con la idea de que la cuarentena nos empujó a una modalidad de trabajo distinta a la que llevábamos adelante en las clases presenciales. Sin embargo, tendríamos que acordar que una cursada “a distancia”, se concibe y se planifica “a distancia”, trabaja con soportes, registros y lenguajes que son inherentes a esa modalidad. Además, tiene como rasgo fundamental el hecho de que quienes participan en ella, son conscientes de sus características (por lo menos, acordemos esto, lo es quien genera la propuesta). Hay que ver cuánto de eso hubo en la primera parte del año.

El contexto de ASPO nos impuso abruptamente un escenario atípico, distinto al que nos era habitual. Fabio Tarasow (2014) señala que lo que caracteriza la Educación a distancia son dos rasgos fundamentales: por un lado, la «separación física» del profesor con el estudiante; por otro, el control volitivo, la facultad del estudiante de gestionar el proceso de aprendizaje. Podríamos tener ciertas concesiones y aceptar la idea de que lo primero se concretó (aunque conozco muchos docentes que han violado el aislamiento para acercar un «cuaderno para estudiantes» de Seguimos Educando), pero lo que tendríamos que poner en cuestión es qué pasó con la posibilidad de que lxs estudiantes gestionen sus aprendizajes.

En una de sus primeras presentaciones pandémicas por videoconferencia, Mariana Maggio analizó el contexto y propuso un hashtag que fue directo al hueso: #Noalrevoleo.  La invitación se volvió vaticinio.

Algunas estudiantes fueron contundentes: (Mi cursada fue en)“solitario, sin contacto con las docentes, con materiales que se distribuyeron sin sugerencias ni recomendaciones”, (tuve) “dificultad en la comunicación con docentes, falta de información clara por parte de ellxs”, “la mayoría de las materias no adaptaron la cursada a modalidad virtual sino que hicieron una traspolación lineal, o sea, no hubo adecuación pedagógica”.

Seguramente hubo prácticas novedosas y potentes en este tiempo. Una colega docente de una escuela secundaria municipal me contó hace unos días que ante la inviabilidad de sostener la cursada en las aulas virtuales, generaron un proyecto pedagógico interdisciplinario y montaron un portal multimedial donde estudiantes y docentes produjeron contenido a la para toda la comunidad educativa. No hay recetas y hay contextos.

Algunos interrogantes que podríamos plantearnos son ¿Cómo superamos el modelo «bancario»? ¿Cómo construimos espacios de encuentro? ¿Cómo construimos «lo común» en la virtualidad? ¿Cómo recuperamos la centralidad de la enseñanza y de los aprendizajes en la continuidad pedagógica?

Creo que sería muy bienvenido que logremos poner en cuestión la idea de que “es mejor ir a lo seguro” e intentar tender (más) puentes. Crearlos si es necesario. “Más vale pájaro en mano que ciento volando” dice el refrán, y emerge su contrapropuestade la mano de Miguel de Unamuno: “vale más que en tu ansia por perseguir a cien pájaros que vuelan te broten alas, que no el que estés en tierra con tu único pájaro en mano”.

Tarasow, F. (2014) De la educación a distancia a la educación en línea. Aportes a un campo en construcción. Rosario: Homo Sapiens Ediciones.

DGCyE (2012),Reglamento General de las Instituciones Educativas de la provincia de Buenos Aires Recuperado de http://servicios2.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/consejogeneral/reglamento_general/reglamento_general.


El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa

Comentarios