Repensar la evaluación: un camino de innovación y participación en el aula
Por Graciela M. Noschese*

* Estudiante avanzada del Profesorado y Licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Mar del Plata Adscripta a docencia en la Cátedra de Didáctica General de la Facultad de Humanidades (UNMDP). Integrante del Grupo de Extensión en Innovación educativa (GEIE -UNMDP). Contacto: gramnn04@gmail.com

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¿Qué tan dispuestos estamos como docentes a (re)pensar nuestras estrategias para asegurarnos de que la evaluación sea formativa e inclusiva para les estudiantes? La evaluación es una parte integral de la enseñanza y su sentido va más allá de simplemente “medir los resultados del aprendizaje” (Santos Guerra, 2000, p. 42),  y a menudo se ve como una carga tanto para les estudiantes como para les docentes ya que la idea de evaluación suele homologarse a la de acreditación, lo que inevitablemente produce en el aula ese cruce con la idea de nota, de calificación (Palou de Maté, 2010).

Ahora bien, ¿Es esto lo que realmente permite dar cuenta del proceso de mejora de los aprendizajes y el potencial de les estudiantes? ¿Qué lugar  se le da en la evaluación a las habilidades prácticas, la creatividad y el pensamiento crítico? En este punto, es importante reflexionar sobre los sentidos de la evaluación, y concebirla como una oportunidad y no como una carga. Una evaluación auténtica (Anijovich y Cappelletti, 2017) y creativa busca considerar las emociones y sentimientos de les estudiantes y puede ser un dispositivo poderoso para transformar el proceso de aprendizaje. En lugar de centrarse únicamente en los resultados, la evaluación auténtica busca evaluar el aprendizaje de un modo más integral y significativo para el estudiante a la vez que les brinda una oportunidad real de identificar las fortalezas y debilidades de su aprendizaje de maneras relevantes y personalizadas, favoreciendo el desarrollo de la autoestima y la motivación (Santos Guerra, 2017). En ese sentido, una evaluación innovadora que proporcione retroalimentación constructiva a los estudiantes, les permita asumir el rol de sujetos del conocimiento y aplicar lo aprendido en situaciones complejas, como la creación de productos, la investigación y la resolución de problemas reales, puede marcar una gran diferencia (Anijovich y González, 2011). Esto supera la manera tradicional de evaluar y puede mejorar significativamente el aprendizaje de los estudiantes.

La dinámica social actual está experimentando transformaciones radicales en la estructura social, en la cultura, en la estructura familiar que influencian los procesos, prácticas y productos escolares. Estos cambios están produciendo “una mutación de la sociedad y la escuela que vivimos” (Tenti Fanfani, 2010, p. 40) demandando cambios en la formación de las nuevas generaciones.  Por esto, se hace necesario (re)pensar dispositivos,  saberes, (y por lo tanto, evaluaciones) con perspectivas distintas a las de épocas pasadas, puesto que les jóvenes tienen intereses y dinámicas que les diferencian de sus antecesores.

Debemos considerar que hoy, inducidos por una cultura globalizadora que desancla los procesos culturales y conecta espacios remotos a través del consumo cultural (Moguillansky, 2011) y por las transformaciones tecnológicas, les estudiantes poseen una visión de la realidad bastante distante de la de quienes les precedieron, poseen otra manera de ser y de conocer. El mundo cambió tanto que han tenido que reinventar todo: desde la manera de vivir juntos hasta las instituciones. (Serres, 2014). Por esto, demandan nuevas acciones de parte de sus docentes, requieren estrategias novedosas y formas de participación en su formación y demandan, también que al ser evaluados se utilicen estrategias acordes con éstas situaciones. Por lo tanto, los procesos de enseñanza deben adaptarse a las necesidades de las realidades actuales. Esto implica que la evaluación, como uno de sus procesos fundamentales, también debe estar abierta a innovaciones en todas sus dimensiones. Esto incluye prácticas evaluativas integradas al proceso de aprendizaje que se centren más en la formación de les estudiantes que en la acreditación formal de sus logros educativos.

En conformidad con esta línea de pensamiento, Maggio (2018) sostiene que si reinventamos la forma de enseñar, necesitaremos reconsiderar también nuestro enfoque evaluativo. La evaluación ya no debería ser simplemente una instancia para verificar si lo que enseñamos ha sido aparentemente aprendido, sino más bien una propuesta que genere reflexiones para mejorar nuestras prácticas educativas. Para ella, una evaluación distinta debe ser coherente con nuestra propuesta de enseñanza, ser un acto creativo que permita a los estudiantes participar de manera crítica, ser un proceso de negociación colectiva y fomentar la inclusión en lugar de la exclusión. Es necesario, además, llevar a cabo un debate sobre la política académica para transformar esta práctica evaluativa en algo que contribuya a mejorar la enseñanza y promueva el aprendizaje.

Hay que tener en cuenta la importancia de involucrar al estudiante en el proceso evaluativo, puesto que lo hace más consciente de su propio aprendizaje. En este sentido, la evaluación se presenta no como una actividad aislada, sino como un proceso continuo que involucra tanto a docentes como a estudiantes (Álvarez Méndez, 1993), e implica transformar la forma en que es entendida para comenzar a verla como una oportunidad (Anijovich y Cappelletti, 2017), como un dispositivo de retroalimentación que permite tanto a une como a otre identificar los logros y dificultades en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, favoreciendo la toma de decisiones pedagógicas que permitan mejorar la calidad de la enseñanza (Camillioni et al., 1998).

Al introducir innovaciones en los procesos de evaluación, como proveer una retroalimentación a les estudiantes o la participación activa en su propio proceso de aprendizaje, es importante recordar que el objetivo es mejorar situaciones problemáticas o desgastadas, como el enfoque punitivo de control que solía ejercerse a través de los exámenes en las instituciones educativas. Sin embargo, aún hoy en día perduran prácticas muy arraigadas en relación a este enfoque (Perrupato, 2021). Por lo tanto, a la introducción de estas innovaciones no escapa tampoco la propuesta de dispositivos novedosos en la labor docente y, menos aún, en la evaluación de los aprendizajes. Estos modos de evaluar, como la evaluación entre pares, la evaluación mediante portafolios o el aprendizaje basado en proyectos, permiten la retroalimentación constructiva del proceso de aprendizaje.

Para volver al planteo inicial, al reflexionar sobre cómo mejorar nuestras estrategias de evaluación, es importante tener en cuenta enfoques alternativos que no se centren solo en medir resultados sino que consideren también otros aspectos del proceso de aprendizaje, como las experiencias, procesos y trayectorias que les estudiantes atraviesan. Es relevante estar atentos a los sentidos de la evaluación,  concebirlos como la oportunidad de abrir diálogo, comprensión y mejora. Pero para esto es necesario dejar de lado mitos arraigados en la cultura escolar, tales como que la enseñanza causa aprendizaje, o inversamente, que cuando les estudiantes no aprenden es (únicamente) por un problema de la enseñanza. Porque evaluar es importante,  pero lo es más aún hacerlo bien. Por lo tanto, debemos poner en crisis nuestras prácticas e introducir experiencias innovadoras, como la evaluación formativa y la autoevaluación, para modificar las pautas establecidas cuando éstas no son beneficiosas para el aprendizaje. Debemos estar dispuestos a interrogarnos al respecto y animarnos a modificar nuestras concepciones sobre el sentido de evaluar (Santos Guerra, 2000).

Referencias

Álvarez Méndez, N. (1993). El alumnado. La evaluación como actividad crítica del aprendizaje. Cuadernos de Pedagogía, (219).

Anijovich, R., & González, C. (2011.). Evaluar para aprender. Aique Grupo Editor S.A.

Anijovich, R., & Cappelletti, G. (2017). La evaluación como oportunidad. Paidós.

Camillioni Celman, Litwin y otros. (1998). La evaluación de los aprendizajes en debate didáctico contemporáneo. Paidós.

Maggio, M. (2018). Reinventar la clase en la universidad. Paidós.

Moguillansky, M. (2011). Globalización, cultura y sociedad: Cambio cultural, géneros discursivos y estructuras del sentir. Andamios, 8(17), 289-310. Recuperado de https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632011000300014

Palou de Maté, M. d. C. (2010). La evaluación de las prácticas docentes y la autoevaluación. En A. R. W. de Camilloni, S. Celman, E. Litwin, & M. d. C. Palou de Maté (Eds.), La Evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo (pp. 1-20). Paidós.

Perrupato, S. (2021). Salvado por la campana. Reflexiones sobre el ayer y hoy del examen. Trama Educativa. Recuperado de https://tramaeducativa.ar/salvado-por-la-campana-reflexiones-sobre-el-ayer-y-hoy-del-examen/ 

Serres, M. (2014). Pulgarcita. Gedisa.

Santos Guerra, M. (2017). Evaluar con el corazón. Homo Sapiens.  

Santos Guerra, M. A. (2000). La evaluación como aprendizaje. Ediciones Morata.

Tenti Fanfani, E. (2010). Sociología de la educación. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.


El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.

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