Por Jimena Troncoso
(estudiante de Periodismo Digital – UNMDP)
Considerando todas las actividades y bibliografías desarrolladas durante la primera etapa de la asignatura, el siguiente texto propone un análisis acerca de los distintos puntos de vista a partir de los cuales se reconoce a la economía social y solidaria, de ahora en más ESyS, como una alternativa al sistema actual. Además, se buscará ahondar en investigaciones pasadas y presentes, contemplando el antes y después del contexto pandémico, así como también perspectivas futuras sobre cómo se piensa que se establecerá este modelo en los escenarios de la realidad.
Un abordaje inicial
Planteándose como una alternativa a la economía capitalista, la ESyS tiene distintos nombres y abordajes que refuerzan la idea de un proceso a partir del cual un nuevo modelo, ya establecido en una parte de la sociedad, aún se encuentra en etapa de construcción para el resto. Sin embargo, los parámetros principales con los que se podría esclarecer una definición general son coincidentes en varias de estas teorías.
Algunos autores consideran a la ESyS como un proyecto político de transformación que busca modificar el paradigma actual y avanzar hacia otro tipo de economía. Con tintes de superioridad moral, esta rama propone el cooperativismo entre aquellos que formen parte y “pretende dar respuesta a los graves problemas de desigualdad que el sistema genera” (Novillo Martín, 2016).
Buscando construir nuevas relaciones sociales, “puede hablarse de una nueva economía social o economía solidaria surgida de la acción y de las estrategias de organizaciones colectivas” (Pastore, 2010). Por su parte, Deux Marzi (2021) agrega a la asociación libre y cooperativa de trabajadores autogestionados como algunos atributos específicos para definirla, además de las relaciones interpersonales como forma de vinculación productiva, y la diversidad y dignidad de las personas como fenómeno primordial
Partiendo de esa premisa de formar un mundo mejor, la ESyS plantea “una realidad social en construcción en la búsqueda de edificar una sociedad cultural, económica y socialmente más justa e inclusiva» (Pastore, 2010). En este mismo sentido, otro autor entiende a este campo conformado por organizaciones de los más heterogéneas “como parte integrante de las fuerzas contra hegemónicas aportando prácticas sociales socioeconómicas que conformarán indudablemente parte de ese mundo mejor posible que parte importante de la humanidad anhela” (Schujman, 2021).
Panorama actual, la pandemia como contexto
Y un día como cualquier otro apareció un virus global que devino en una pandemia con aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO). Cambios, adaptaciones y nuevos conflictos que llegaron con novedosas propuestas, estrategias y soluciones en todos los ámbitos de la vida cotidiana. En cuanto a lo económico, el concepto de incertidumbre recorrió por completo el territorio argentino: puestos de trabajo perdidos, ingresos afectados y reclamos de medidas estatales como opción sustancial para salir de la crisis. En medio de este contexto, los trabajadores de la ESyS -o Economía Popular, Social y Solidaria (EPSS), como reconocen Deux Marzi y Hintze- se encontraron entre los más afectados y castigados dentro del sector laboral. Las organizaciones tuvieron que salir a defender el empleo y sus derechos laborales correspondientes, sostener la prestación de los servicios aún ante la falta de pago o, en ciertos casos, duplicar las jornadas de trabajo comunitario para poder llevar un plato de comida a sus hogares.
A modo de resolución en este marco sorpresivo, el Gobierno Nacional puso en marcha una serie de medidas redistributivas en pos de apaciguar los efectos de la crisis. Entre otros objetivos, la intervención estatal buscó “posibilitar que la falta de actividad no impidiera el pago de los salarios y la subsistencia de los trabajadores independientes” (Deux Marzi y Hintze, 2020). De esta manera, se pueden identificar dos grandes grupos de medidas; uno producto de la emergencia del contexto sanitario, y otro de propuestas que, debido a su implementación y perspectiva, se mantendrían a largo plazo. Dos conceptos generales rondaron alrededor de todas ellas: apoyo y recomposición, estos ejes podrían resumir el rol que tuvo el Estado durante la pandemia, a través de protocolos, asistencia digital, programas de integración en barrios, planes sociales, créditos y aportes, entre otros.
Algunos de los entrevistados en las investigaciones de Deux Marzi y Hintze (2020) enfatizado en que las oportunidades para las cooperativas y mutuales, o para el trabajo dentro de las organizaciones de la ESyS, eran pocas e incorporaban políticas inadecuadas para estos sectores debido a la casi nula posibilidad de tomar riesgos en un contexto de tanta incertidumbre. A esto, los encuestados por Rosa y García (2022) agregaron que esta situación de las organizaciones en realidad se remontaba a años atrás y “transitaba un ya largo camino de endeudamiento, achicamiento de su potencial productivo y falta de sostén financiero”.
Teniendo como base este escenario, el contexto de pandemia no hizo más que evidenciar las problemáticas y empeorarlas constantemente. Por lo que, las expectativas para las medidas que pudiese implementar el Gobierno Nacional, y así salvar a las comunidades de esta situación, eran altas. “En muchos casos, se veían esperanzados en reencausar algunas políticas de inclusión y sustentabilidad que fueron abandonadas o que no llegaron a plasmarse” (Rosa y García, 2022). Y es que, a pesar de las creencias positivas por parte de los funcionarios públicos, la realidad es que los actores directos de la ESyS estaban pasando por una situación devastadora y “con poco o nulo apoyo concreto”. Sin embargo, avanzada la pandemia, las políticas llegaron como medidas coyunturales y como propuestas estructurales, pero con dispares repercusiones en los distintos rubros de organizaciones que se reúnen bajo la ESyS.
Como registro de estas medidas, se dio lugar a la incorporación de cooperativas y mutuales al Sistema de Información de Proveedores (SIPRO) y el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) registró más de 500 cooperativas y mutuales para la fabricación de insumos médicos vitales que acompañaron a mitigar los efectos de la pandemia. Un caso simbólico ocurrió en Catamarca, donde Construcoop y San Fernando Textil vieron suspendidas sus actividades y “se unieron para producir un promedio de 20.000 barbijos semanales para agentes sanitarios y de seguridad pública, con el apoyo del gobierno provincial” (Rosa y García, 2022).
Asimismo, el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, a través de la Dirección Provincial de Acción Cooperativa, con la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA), firmó convenio para que la confección y producción de diversos productos sean realizadas por una gran parte de las cooperativas asociadas. Entre ellas, confeccionaron 200.000 barbijos quirúrgicos y 140.000 equipos de protección médica, como cofias, camisolines, gafas y máscaras que sirvieron de ayuda para el sector sanitario y, a su vez, generaron fuentes de trabajo para la comunidad.
Aunque por más que las políticas públicas se hicieron presentes, a muchos sectores sociales no les quedó otra solución que reconvertirse, reinventarse y todos esos sinónimos empleados con una alta frecuencia en el último tiempo que no hacen más que describir el concepto de adaptarse al cambio para poder sobrevivir. A pesar de que las dificultades para reorganizarse fueron muchas, las organizaciones están demostrando su capacidad y pisando fuerte como espacios imprescindibles de gestión, participación y acción dentro de la comunidad.
Una vez más, son los trabajadores de los distintos territorios los que se comprometen por el bien común, los que cargan al hombro las experiencias sociales y los que proponen distintas formas de implementar cambios en los espacios que habitan. Pero además, hacia el interior de las organizaciones, gestionaron redes de contención propias para los trabajadores. “Pudieron encontrar apoyos, redes y soporte para emprender la adaptación y pensar estrategias para continuar activas” (Rosa y García, 2022). Este acompañamiento a través de distintos encuentros virtuales, grupos de WhatsApp y propuestas de acciones específicas generó la creación de nuevas redes y el fortalecimiento de las relaciones ya existentes entre cooperativas.
El contexto de pandemia no hizo más que reafirmar la necesidad de contribuir a la construcción de una sociedad más justa y solidaria, donde “urgen políticas que potencien las capacidades productivas y laborales de las organizaciones de trabajadores asociados y autogestionados” (Deux Marzi y Hintze, 2020). Sin embargo, esas medidas requieren de todo un entorno, de los esfuerzos de espacios académicos, organismos públicos, entidades de apoyo y de la comunidad, que articule e implemente el conjunto de saberes y herramientas para transformar la realidad actual.
¿Y ahora qué?
Pensar un modelo alternativo muchas veces puede resultar difícil de implementar en el panorama actual, sobre todo cuando el ya establecido se asienta aún más año tras año. Sin embargo, las organizaciones de la ESyS luchan continuamente para construir ámbitos laborales, económicos, políticos, sociales y culturales que reviertan ese sistema que no hace otra cosa más que deteriorar el planeta, los espacios de trabajo y las comunidades aquí insertas. Lo emergente ha demostrado ser un problema fuera de lo común, así como también ha dado a conocer que la comunidad unida puede superar y resolver para resistir, algunas hasta incluso lo han podido considerar como una oportunidad para fortalecerse.
Luego de la pandemia, el sector se encuentra en una situación crítica en cuanto a lo económico y lo financiero, por lo que las perspectivas para el futuro inmediato son complejas de definir. Este proceso de reestructuración implicará una serie de desafíos transversales a todos los ámbitos pero, sobre todo, deberá estar centrado en los valores y principios propios del cooperativismo que sostienen a estos grupos humanos. El pensar y trabajar en conjunto, estableciendo objetivos claros, horizontes concretos y formas de acción particulares, será la clave para seguir produciendo. En este sentido, el acompañamiento y el soporte estatal serán recursos directos para poder proyectar un futuro posible dentro de un modelo de economía social y solidaria.
Sin dudas que los cambios no serán de un día para el otro, ni se verán reflejados en todos los espacios al mismo tiempo, pero una nueva economía se está gestando desde hace años y la oportunidad de cambiar el rumbo actual aún está abierta. Ahora, la pregunta es qué estamos dispuestos a hacer nosotros como sociedad para acompañar el desarrollo y posterior asentamiento de estos nuevos modelos.