Por María Laura D’Incá*
Cuántas veces hemos escuchado: “…y…es un/a alumno/a de 7…”, en el mejor de los casos, porque también escuchamos “…no dá para más que un 4…”. Siempre me pregunto ¿que hay detrás de esas frases?. Creo que hay varias cosas, pero principalmente una incapacidad de poder ver a los/las alumnos/as más allá de una calificación, que por otra parte es totalmente subjetiva.
Hace varios años, una de mis directoras en ese momento, hoy jubilada, me hizo salir de mi lugar de confort enseñándome algo que para mí era nuevo.
En ese entonces, yo creía (erróneamente) que la evaluación era solo un momento. Era solamente aquello que mi alumno/a pudiera resolver en esas dos horas. Ella me llevó por un camino que luego complementé con capacitación, pero fue un disparador para repensar mi rol docente: evaluar priorizando el proceso de construcción del conocimiento por sobre el hecho puntual de una instancia única de evaluación. Sí, es mucho más trabajo para los/as alumnos/as y para nosotros como docentes, pero a través de los años reconozco que el aprendizaje que se logra es realmente significativo.
La evaluación siempre ha sido un tema. Es necesario capacitarnos, compartir miradas entre nosotros y aprender otras metodologías. Nuestros alumnos de hoy, no son los mismos de hace diez años. Ni hablar de cómo aprendimos y “fuimos evaluados” nosotros. Tenemos que replantearnos, cada tanto, nuestras prácticas.
Pienso en nuestros desafíos de hoy (que son muchos), pero el gran desafío, más allá de esta forma de trabajo a distancia, es revisar nuestra forma de evaluar. Sabemos que algunas cosas llegaron para quedarse. Espero que una de ellas sea la utilización de otros instrumentos de evaluación, como por ejemplo el uso de rúbricas y que no se limite su utilización solo a un informe trimestral.
En estos instrumentos, se priorizan aspectos que de otra manera es muy difícil cualificar o cuantificar. Me gustan más aquellas rúbricas en las que hacemos una valoración conceptual y no numérica, pero lo interesante de ellas es que, cuando nuestros/as alumnos/as las ven (si están bien construidas), saben exactamente qué tienen que hacer, qué pretendemos y cómo pueden mejorar.
Las habilidades, los procesos, las formas de resolver y de hacer son difíciles de encuadrar en una nota numérica. De todas formas, podemos llegar a esa nota priorizando habilidades y capacidades que les permiten a nuestros/as alumnos/as apropiarse del conocimiento.
No hablo de eliminar la calificación, sino de modificar el proceso para llegar a ella. Me refiero a encontrar una forma de evaluar, que no desaliente a nuestros estudiantes. Una forma en la que nosotros y ellos podamos “ver” aquello que les permitirá seguir el camino que deseen más allá de una nota.
P.D: Si los/las inquieta esta columna, les recomiendo una charla TEDx: https://youtu.be/H-yXOlzZ-eo “No soy un siete”, por Sofía Camussi.
*Ingeniera en Sistemas de Información