Por Juan Martín Salandro

“Que no se me manque el zurdo sin llegar a Huanguelén” “Un día me fui del pago” José Larralde

El 8 de agosto de 1980, V8, banda liderada por Ricardo Iorio, se presentó por primera vez en vivo. Ayer, 23 de octubre de 2023, falleció Ricardo Iorio, “sin un adiós / sin un hasta luego”. Figura controversial, si la hay, al punto de que Victoria Villarruel compartiera una foto con él. Quizás, su advenimiento vino por la confusión de las formas: en la mente de Iorio se mezclaron el patriotismo, el odio, la violencia, querer ser parte de un colectivo que él supo desde el principio no lo iba a aceptar; todo es una cuestión de formas en fin. Pero Iorio es mucho más que las fotos con 9Biondini, las apariciones televisivas completamente memeficadas, los arranques registrados en miles de videos en youtube; el “termo por el termo mismo”. Habría que saber delimitar entre el personaje mediático que comenzara a formarse con aquellas entrevistas de Beto Casella y el hombre que se movía tras esa figura. Como dijo en Mar del Plata, en pleno recital (26 de octubre de 2012): “Eso es para la gilada”.

Iorio es (nunca “fue”) un ser enorme, bastión ineludible en la música nacional, un artista dotado de una sensibilidad dolorosa, de un ojo avizor y un verso sagaz que rastrea el bajo mundo argentino, del conourbano “del oeste” a las inmensidades “de Pismata a Bauchaceta”, que no sólo se encargó de apadrinar la estética “metalera pesada”, sino que le imprimió un impulso inusitado a la música popular con, por ejemplo, la actualización de las formas del folklore. Como dice Pablo Schanton, V8, y la obra de Iorio por extensión, no se inscribe sólo entre las formas cruciales de la expresión musical del “rock post Malvinas” –yo pensaría más en la expresión de “los adolescentes del proceso”-, sino que está en el seno de la “voluntad parricida contrapuesta a los continuadores de la trova rosarina” (Fito Paez y demases). Freud, en El porvenir de una ilusión, entiende a esta como una especie de macrorelato que coarciona a una comunidad; alrededor de la ilusión se aglutina una sociedad. En 1983 se publica Luchando por el metal, primel LP de V8, y, si bien la letra es de Gustavo Rowek, la presentación en sociedad de la carrera de Iorio son los versos “Ya no creo en nada / ya no creo en ti / ya no creo en nadie / porque nadie cree en mi”. El ruido se hace presente en una sociedad que adolecía de silencio (“El silencio es salud”), y se funda un derrotero marcado por el compromiso de abanderarse con la voz de los enmudecidos: desde los pibes que crecieron en el proceso hasta los pueblos originarios, pasando por las figuras olvidadas de la historia musical argentina (como Rubén Patagonia, José Larralde).

Sobre estos registros y tradiciones –incluso las demolidas-, se pronunció contra la injusticia social, la violencia, la represión, el abuso de poder y autoridad constantes, la manipulación sistemática de las masas, el mal de la política, la ecología. Cantó también al amor, a la amistad y a la soledad porque entendía que ser pesado no es ser un necio, ponerse la careta del duro, rudo, insensible, comerse una película. Ser pesado es un compromiso con el amor, la ternura, el culto a la impersonalidad, la amistad y al compañerismo por sobre todo, como un arma contra toda la “careta / de mersa coqueta”. Es un ineludible compromiso de ser uno mismo, ya que “¿Por qué falsear?, si ser uno es ganar / ¿Por qué engañarse y mentirse? / Sé vos, nomás, y al mundo salvarás / aunque muchos lo hagan difícil”.

“Cantando quiero recordártelo”, Ricardo Iorio

Iorio, con el tiempo, se convirtió en un padre, y como tal, debía ser cuestionado. Creo que el endiosamiento de su figura, la construcción del mito del máximo pope del “metal pesado argentino” (como le llamaba él), va en contra de lo que él mismo nos enseñara. Iorio es como el Borges del metal argentino, y como tal, hay que matarlo para que siga naciendo esta música; como dice Santiago Pogonza, romper con la religión monoteísta del metal argentino (la eliminación del padre simbolizado en Iorio).

El advenimiento del ídolo -el Iorio “facho” o lo que sea- se dio del 2008 para acá. Sin embargo, es innegable el lugar preponderante que tiene en la cultura argentina contemporánea, y su rol central y plenamente combativo en las décadas de los ‘80 y los ’90. Pero ahora no me interesa meterme en cotilleos de una vida llena de disputas, tragedias y soledades ni en vicisitudes históricas. Hoy me preguntaron por qué me afecta tanto esta muerte. Y si bien los sentimientos no se explican, puedo entender que a mí, y a miles de personas más, la música de Iorio me acompañó toda la vida: sea V8, sea HERMÉTICA, sea ALMAFUERTE, sean los discos solistas, las cientos de colaboraciones, el Peso Argento o la mítica LETAL. A mí, emocionalmente me atraviesa completamente: escucharlo en momentos de tristeza, de felicidad, ir a verlo con amigos, parejas, compartirlo y cantarlo con mi hermano… Pero si uno quiere estar más tranquilo, si no puede ver más allá de los cafés con los terraplanistas, que sepa que Iorio fue una máquina multifacética; hasta se podría hablar de un primer -V8-, segundo -Hermética, Almafuerte hasta el 3er disco- y tercer Iorio. Yo decido recordarlo sagaz, crítico y combativo, y, si elijo un momento, tocando en el Penal de Olmos.

En fin, murió de un infarto el que nos enseñó a que nuestros corazones latan; murió, quizás, por un corazón agotado de latir en tantos pechos, en “uno más y otro más, cientos y miles”. Y la última lección que nos dejó es que la muerte es irremediablemente solitaria, hoy no debemos ser pocos los que se sienten tan solos. Resta decirte, Ricardo, “recordalo, no te olvides / que estaré esperando, me convides / poder llegarme hasta donde estés”.

1 Podría incluso pensarse que, mientras el rock nacional, con Charly García a la cabeza, se encargó de continuar la línea planteada por Astor Piazzolla en la renovación del tango, si bien Iorio grabó y reversionó tangos, él marcó la tendencia de poner el foco de la música pesada en el folklore.


El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.

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