La revolución del 9 de Abril de 1952 en Bolivia, aparece como la resolución de un proceso de pugna por el poder político entre un régimen violento y un poder popular pujante. Breve viaje por una revolución diluida en la memoria latinoamericana, cuyos sucesos despertaron las conciencias que marcarían la historia la década siguiente.

La apasionante historia del actual Estado Plurinacional de Bolivia se encuentra signada por una recurrente inestabilidad política fruto de la relación establecida entre las clases dominantes y las subalternas. Las luchas y asociaciones entre múltiples sectores de la sociedad por la imposición de sus intereses particulares determina la aparición constante de golpes de Estado, sangrientas represiones y revueltas populares que hacia 1952 desembocarán en un estallido social de dimensiones históricas. No es posible introducirse al devenir histórico-político boliviano sin despojarse previamente de las habituales categorías de análisis. En este pintoresco país del altiplano todo es posible, pero nada es seguro: las propuestas liberales pueden resultar aún mas reaccionarias que las conservadoras, la instalación de un régimen socialista puede venir de la mano de las propias fuerzas militares, la izquierda más ortodoxa funcionar orgánicamente con las clases dominantes o una revolución consistente, evanescer en apenas dos años.

Hacia fines de la década del 30’ del siglo pasado la sociedad boliviana se encuentra dividida en tres estamentos: un bloque dominante constituido por una minoría blanca integrada por grandes terratenientes, empresarios vinculados a la minería y políticos, un bloque popular integrado principalmente por obreros mineros y campesinos, con una solidaridad basada en el origen étnico común, y un sector medio ilustrado de tintes nacionalistas. Económicamente Bolivia funcionaba con la modalidad de enclave minero, es decir que todo su aparato productivo se encontraba orientado en función de las necesidades de los países centrales, lo cual producía una irreparable dependencia económica, principalmente de los Estados Unidos. La oligarquía terrateniente y minera actuaba como extranjera en su propio país, descuidando el mercado interno y explotando a los trabajadores en el campo y en las minas. Esta tensión jamás permitió la legitimación de un régimen de dominación estable y bastó una combinación de factores para desatar el proceso de cambio.

Hacia 1932 en Bolivia se vivía una situación preocupante, las consecuencias del “Crack del 29’ ” en la bolsa neoyorquina en una economía sensible a las crisis internacionales, dada su dependencia externa, habían hecho coincidir una producción récord de estaño con la caída de su precio a la mitad. En este marco la respuesta del Estado fue la utilización del nacionalismo como método para cohesionar a la sociedad ante un enemigo externo y desviar la atención. Comenzaron, entonces, una  serie de agitaciones fronterizas en la zona del Chaco. La tormenta perfecta del régimen de Salamanca se desató cuando Paraguay, quien en principio rechazaba la posibilidad de una guerra con su vecino, decidió responder a las hostilidades dando comienzo a la Guerra del Chaco, cuya finalización en 1935 dejó mas de 100.000 militares bolivianos muertos y al territorio boliviano reducido en una quinta parte.

La guerra permitió un novedoso acercamiento, en las trincheras, entre las clases medias ilustradas, principalmente representadas por los estudiantes movilizados por los ecos de la Reforma Universitaria de 1918 y los sectores populares. Este hecho es clave para la conformación de una conciencia popular boliviana que se manifestó de múltiples maneras en los años siguientes. La primera de ellas fue la toma del poder entre 1936 y 1939 con un régimen conocido como el “socialismo militar”, donde se comenzaron a poner en cuestión los intereses de las clases subalternas, ejemplo de esta situación en la nacionalización del petróleo (expropiando a la estadounidense Standard Oil) y la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos. Desde ese momento hasta 1947 se sucederán una serie de regímenes de origen militar con representantes de los dos grupos en contienda: los dominantes y los dominados. Paralelamente se va conformando una opción democrática de izquierda popular; y de parte de las clases dominantes, una expresión partidista conocida como “La Rosca”, también presente en la década del 20’, un sector de políticos testaferros del poder real detentado por los tres grandes dueños de las minas estañeras, conocidos como “Los Barones del Estaño”. En este lapso es necesario remarcar la brutal represión a una huelga obrera en Catavi en 1942 donde doscientos soldados armados masacraron a setecientos obreros, dejando un saldo de veinte muertos y mas de cincuenta heridos, repetida situación en esos años que ilustra la búsqueda de adiestramiento de la sociedad y el asesinato, a manos de un masa enardecida, del presidente nacionalista Gualberto Villarroel, quien es colgado en la plaza principal de La Paz en 1946.

En 1951, luego de la derrota en 1947, el Movimiento Nacionalista Revolucionario consigue la victoria en las elecciones presidenciales con su candidato Victor Paz Estenssoro, pero su asunción es frustrada por un nuevo Golpe de Estado que pone al mando a una junta militar y empuja a Estenssoro al exilio en la Argentina. Este hecho logra colmar la paciencia de las clases subalternas y comienza a establecerse una fluida comunicación entre los sindicatos campesinos y mineros que organizan levantamientos principalmente en Oruro y La Paz. El 9 de Abril de 1952, con la esencial colaboración del General Antonio Seleme, quien ordena la apertura de los arsenales a las milicias populares que luchaban armados con cartuchos de dinamita de manera directa frente al ejército boliviano. Luego de dos días de combates el ejército es derrotado y desarticulado permitiendo la  asunción del electo Estenssoro como presidente y abriendo paso a un proceso revolucionario que duró hasta 1964, pero cuyo curso se desvió luego de los primeros dos años.

El ejemplo de un pueblo en armas que logra desmantelar una plutocracia, ejercida por el poder económico local en connivencia con los países centrales, será fundacional para una nueva etapa del pensamiento y la acción directa latinoamericana, sirviendo de ejemplo en Guatemala, Cuba y Chile.     Tanto Ernesto Guevara en su reconocida conferencia en Punta del Este ante la inminente creación de la Alianza para el Progreso en 1961, y Fidel Castro en su defensa jurídica en 1953 “La historia me absolverá” reconocen la centralidad de la Revolución Boliviana como prueba de la posibilidad efectiva de llevar adelante una revolución. Quizás sin proponérselo, los pasos de los líderes de la Revolución Boliviana orquestada por el MNR retomaran la huella dejada décadas atrás por aquellos líderes latinoamericanos que destacaban la absoluta necesidad de romper todo tipo de lazo colonial para propiciar un desarrollo genuino de las naciones al sur del Río Bravo sin condicionalidades externar y en una fraternidad continental. Martí, Bolivar, San Martín, Francia, entre otros, pueden servir de base para el análisis de este proceso revolucionario y sus efectos a nivel internacional.

La centralidad de los intereses populares en el gobierno de Estenssoro se encuentran concentrados en los primeros dos años de gestión del MNR: el establecimiento del sufragio universal (haciendo partícipes a las mujeres, los analfabetos y los indígenas), la nacionalización de las minas y la consiguiente fundación de la COMIBOL, el desarrollo de la actividad petrolera y la reforma agraria de 1953 son hechos que reconfiguran la estructura económico-social boliviana. Posteriormente el impulso revolucionario se pierde ante la política de alianzas del gobierno, junto con una presión económica externa determinante, por parte de los Estados Unidos ante la necesidad de estaño en la sustentación de su industria bélica. El gobierno cede ante las presiones internaciones y acepta reformular la institución militar, quien es la encargada de darle su estocada final en 1964.

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