Por Dr. Sebastián Perrupato
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Cotidianamente tropezamos al inicio de la cursada de Didáctica con alumnos que a la pregunta sobre qué esperan de la materia responden casi al unísono “herramientas para enseñar”. Esta idea profundamente arraigada en las concepciones sobre la enseñanza arrastra varios inconvenientes sobre los que pretendemos reflexionar, o al menos poner en discusión, en el presente artículo.
Imaginemos por un segundo que se nos rompe un caño en casa, llamamos al plomero quien asiste con una enorme caja de herramientas con las cuales intentará solucionar el problema en que nos metió aquel accidente doméstico. Llega al domicilio y comienza a evaluar el problema, ve los daños y decide la mejor forma de repararlos. Saca de su caja de herramientas la llave francesa, desajusta la grifería, saca el soldador, repara el caño mientras se ayuda con los guantes de amianto para no quemarse y vuelve a ajustar las roscas con la llave que no había alcanzado a guardar en la caja.
Este mismo criterio es el que se aplicó al desarrollo tecnológico. Así, los dispositivos fueron puestos a consideración y concebidos como herramientas que favorecían el desarrollo de los aprendizajes sin reparar en el acto creativo de la enseñanza y la posibilidad de diálogo entre actantes, actores humanos y no-humanos, que forman parte de una enorme cantidad de entidades que convergían entre sí (Latour, 2005). En definitiva, de lo que se perdía era de la posibilidad de distinguir, de visualizar, la potencialidad de los recursos en la reflexión docente, entendiendo así que este, en sí mismo no define la clase, como tampoco el éxito o el fracaso de la misma, sino que es lo que somos capaces de hacer con él lo que le da significatividad y potencialidad a la enseñanza.
Llegado este punto cabe preguntarse ¿Cuál es el lugar que le corresponde al docente en el proceso de enseñanza? ¿Qué vinculación existe entre los objetos y los docentes? ¿Cómo un objeto se transforma en un recurso para la enseñanza? ¿Puede cualquier cosa ser un recurso si se le da un uso didáctico? Es interesante pensar al docente no como un mero técnico que aplica sus conocimientos para operar en la realidad con las herramientas que tiene a su disposición, sino como un actor creativo. En palabras de Alliaud entender la enseñanza “como una artesanía” (2017, p. 35), como un proceso de construcción permanente en el que le vamos dando nuestra propia impronta y donde cada uno le da la forma que siente, quiere o puede. Como un artesano el docente tiene un saber, tiene un material y sobre ello crea, le da sentido a la obra cuyo producto final no es la modelización del estudiante sino un proceso de construcción colectiva en el que la posibilidad de reflexión permanente alienta a una obra performativa en construcción constante.
Hace varios años Michael Foucault definió un concepto que permite pensar mucho mejor los lineamientos sobre los que opera el docente sin reducirlo a un tecnicismo. La idea de dispositivo traduce con mayor claridad la posibilidad de aquellos artefactos que nos permiten llevar adelante la clase por varios motivos. En primer lugar, porque el dispositivo aparece asociados a una función estratégica. El filósofo francés lo define como un conjunto de estrategias, de relaciones de fuerza que condicionan ciertos tipos de saber al tiempo que son condicionados por ellas (Foucault, 1976). Puede incluir cualquier cosa porque el valor del mismo no está en el objeto, en la cosa en sí, sino en la red que se establece entre estos y los sujetos, es decir, en la posibilidad de acción que dan los cruces entre las relaciones de poder y las relaciones de saber.
En segundo lugar, porque las transformaciones educativas asociadas a los dispositivos involucran no solo la enseñanza y el acceso a la cultura sino todos los modos de habitar, de ser y estar en las aulas, así como los procesos de transmisión y producción del conocimiento (Armella y Grimberg, 2012). De este modo, frente a una tradición docente marcadamente racionalista y enciclopédica consolidada en la escuela moderna es necesario que emerjan nuevas maneras de enseñar asociadas a las formas de conocer el mundo, pero también con un fuerte anclaje en los dispositivos de enseñanza. El docente muta de su rol reproductivo y se convierte en comunicador y productor de contenidos continuamente dedicados a la experimentación e innovación pedagógica, para producir nuevos conocimientos sobre las prácticas de enseñanza y de aprendizaje (Grimberg, 2013).
Finalmente, el uso de diversos dispositivos por parte de los docentes interpela las formas de enseñanza transformando las prácticas y las reflexiones didácticas en tanto se constituyen, al decir de Agamben (2016), en torno a un proceso de subjetivación que adquiere sentido en las relaciones de poder y de saber en las que opera. Por esta razón los dispositivos siempre deben implicar un proceso de subjetivación, es decir, deben producir al sujeto al tiempo que se recrean en un nuevo sentido que busca la transformación educativa con capacidad crítica.
Así la posibilidad de pensar los recursos como dispositivos le brinda a las prácticas de enseñanza un marco de innovación que potencia el sentido crítico de las mismas. De este modo los dispositivos abren la posibilidad de innovación en tanto buscan “el mejoramiento institucional de las prácticas de la enseñanza y/o de sus resultados” (Litwin, 2008, p. 65). Se trata de un juego de fuerzas, tensiones que al interior de la enseñanza se plantean de manera dialéctica y que tienen que coexistir. Diversas formas de entender y comprender prácticas nuevas o tradicionales asociadas a dispositivos, pero cuyo talante innovador no lo otorga este en sí mismo sino el sentido que le aporta la construcción didáctica del docente.
A modo de colofón podemos plantear una serie de interrogantes, seguramente este articulo deje más dudas que certezas, pero al fin y al cabo ¿Debe el docente presentarse como un solucionador de problemas? ¿Podemos pensarnos en nuestro rol de enseñantes como sujetos que llegamos con nuestra caja de herramientas para aplicar formulas preestablecidas que permitan enseñar? Quiero creer que no, quiero creer que la potencialidad de la enseñanza esta en el acto creativo de quien reflexiona sobre su propia praxis y se anima a crear cosas nuevas. Quiero creer que la transformación educativa se da en la posibilidad de convertir artefactos en dispositivos que sean funcionales a procesos de innovación que nos inviten a abrir puertas al conocimiento. Después de todo un buen docente es aquel que es capaz de abrir nuevas y variadas puertas, utilizando los dispositivos en la construcción de constelaciones didácticas que produzcan oportunidades para aprender.
Referencias bibliográficas
- AGABAMBEN, G. (2016) Qué es un dispositivo. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
- ALLIAUD, A. (2017) Los artesanos de la enseñanza, Buenos Aires: Paidos
- ARMELLA, J. y GRIMBERG, S. (2012) “¿Hay un hipertexto en la clase? Dispositivos, tecnología y subjetividad”. Signo y Pensamiento, XXXI, 61, pp. 108-124.
- FOUCAULT, M. (1976) Dits et Ecrits, Bibliotheque des Sciences Humaines.
- GRIMBERG, S. (2013) “Sociedad de la información, tecnologías y pedagogías de las competencias en la era del management. Hacia una genealogía” Horizontes sociológicos, 1, 3, pp. 86-98.
- LATOUR, B. (2005). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del Actor-Red. Oxford: Oxford University Press.
- LITWIN, E. (2008) El oficio de enseñar, Buenos Aires, Paidos.
El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.