Por Milagros Arla
En su influyente libro Ojos imperiales: Literatura de viajes y transculturación, Mary Louise Pratt explica la función clave de la narrativa de viajes en la creación del “resto del mundo” para los lectores europeos. La narrativa de viajes como género se compaginó cada vez más con la codificación científica -específicamente, antropológica- y al mismo tiempo legitimó la intervención de la “civilización” europea en otros países. Aunque este proyecto fue llevado a cabo principalmente por hombres, las mujeres europeas se involucraron en el viaje imperial desde los inicios de la expansión colonial. Sin embargo, tanto la narrativa de viajes como la colonización eran, fundamentalmente, empresas masculinas. A pesar de los prolíficos relatos de viajes escritos por mujeres del siglo XIX, existía una abrumadora mayoría de hombres escritores, y el género se definió con marcadas categorías masculinas, como las que privilegian la mirada y la libertad de movimiento. Las mujeres que escribían relatos de viaje tenían que luchar contra esa tradición y participar en ella dentro de los límites impuestos por el género. A menudo, sus intervenciones se caracterizaban por un énfasis en ciertos temas de la vida privada, como la crianza materna y los deberes relativos a los espacios privados, como el hogar.
Autora de Peregrinaciones de una paria, Paseos en Londres, Unión Obrera y El tour de Francia, entre otros, Flora Tristán, al igual que otras mujeres viajeras y escritoras, ha luchado incansablemente por legitimar su lugar como mujer, como sujeto de derechos. En su caso, los viajes que emprendió fueron movilizados por la necesidad de huir para preservar su libertad y la de su pequeña hija Aline.
Antes de continuar indagando en la construcción de Tristán como escritora-viajera, es preciso detenernos un poco en lo que fue el contexto social y político en el que ella vivió. La Revolución Francesa (1789-1799) ya había excluído a las mujeres de la política, comenzando por su derecho al voto. La Declaración de los derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791) de Olympe de Gouges, no fue la única afirmación feminista de la revolución como destaca la historiadora Michelle Perrot, quien, a propósito de la política como centro de la decisión y el corazón del poder señala que la Revolución Francesa es una continuación del Antiguo Régimen, que renueva la ley sálica (sucesión a favor de los varones) y ofrece razones, todas romanas, para la exclusión política de las mujeres (Perrot, 2008, p.195).
Flora vivirá entre dos importantes revoluciones en Francia: la de 1830 y la de 1848, que no alcanzará a vivenciar, pero en la que participarán figuras de su generación como Jeanne Deroin (1805-1854). Es este el contexto de su vida en Francia. El matrimonio de sus padres no tendrá validez legal y, por ello, no podrá acceder a la herencia familiar; sin embargo, es acogida por la familia Tristán en Perú, así como posteriormente lo será su hija Aline con su nieto, el pintor Paul Gauguin, de 1850 a 1854. Flora muere en Burdeos, en 1844 a los 41 años de fiebre tifoidea. La placa que acompaña sus restos dice: “A la memoria de la señora Flora Tristán, autora de la Unión Obrera. Los trabajadores agradecidos. Libertad, Igualdad, Fraternidad, Solidaridad”.
Vivió la mayor parte de su vida en Francia y su condición de viajera fue importante en la construcción de un discurso feminista y socialista; el rescate de su memoria ha sido en gran parte mérito de los grupos feministas. Lidia Falcón escribe en el prólogo a la edición en español de Peregrinaciones de una paria: “Si Flora hubiera sido hombre, el éxito, la fama y la posteridad le hubieran estado destinados […] Flora Tristán fue una mujer. Ni su vida ni su obra es recordada”. (Falcón, 1986, citada en De Miguel y Romero, 2003, P.9). En principio, ella viajó por razones de empleo a Inglaterra y luego en busca de sus raíces familiares en Perú. Pero en esencia, su primer desplazamiento se debió a la imposibilidad legal de divorciarse de André Chazard, un marido violento de quien, después de muchos años de litigio y persecuciones por la tenencia de sus hijos, decide ir a buscarla a su casa con un arma, le apunta y dispara al corazón. Flora sobrevive de milagro y, por primera vez, la justicia obrará en beneficio de la damnificada. Solo así se libera de Chazard, quien es encarcelado.
Los viajes tienen un fuerte impacto en su sensibilidad y su desarrollo: son los que le permiten ver el mundo de aquel entonces en casi todas sus aristas. Sin su condición de viajera, difícilmente hubiera adquirido la dimensión de precursora que actualmente tiene. Denis Cuche sostiene que no es en Perú donde Flora descubre el esclavismo, sino que llega con ideas abolicionistas tomadas de sus lecturas y de su vínculo con los círculos parisinos revolucionarios y sus viajes a Londres, país donde el combate por el abolicionismo era pionero. Su indignación frente a la esclavitud en su viaje al Perú, tanto en Cabo Verde como en sus recorridos por Lima está expresado en Peregrinaciones.
Sin embargo, será también el viaje de su propia vida el que la irá transformando: su condición de ilegítima, la experiencia de su matrimonio forzado, la decisión de abandonar a un marido violento y abrirse paso en una época en la que las mujeres no escapaban de la vida privada, hacerse un espacio en los círculos parisinos e intentar formar parte de los espacios obreros y socialistas. Cada uno de estos amargos episodios de su vida personal, desde la ilegitimidad y el matrimonio forzado hasta la separación conyugal, la persecución policial y el infructuoso viaje transatlántico con el que busca ponerse al abrigo del patriarcado peruano, serán transformados por Flora en el material vital a partir del cual podrá luego imaginar la sociedad utópica por la que luchará hasta el fin de sus días.
Nuestra viajera-escritora en cuestión inaugura un feminismo pionero al posicionar la emancipación de la clase obrera, perfilando una perspectiva interseccional, de clase y de género (inexistente aún como concepto) y lo que ella percibía como tremenda discriminación racial. Si bien se inspira en los utópicos, como Saint-Simon o Fourier, Flora va más allá: plantea un cambio social en cuya consecución tenían que estar unidos mujeres y las/os obreros.
Uno de sus aportes más significativos fue su perspectiva interseccionalista, pues sus frecuentes viajes la acercaron a la conclusión de que tanto la opresión de la mujer como la de la clase obrera no se da en un lugar específico, sino que en todas las familias; por ello, la lucha debe ser global. Una conclusión sustancial de su peregrinaje teórico-subjetivo-emocional es la convicción de que la lucha política, a todos estos niveles, es fundamental para la transformación social.
Por último -para seguir pensando en su legado feminista- cabe señalar que cuando la publicación de Peregrinaciones de una paria se quemó públicamente en Arequipa, por ser considerada una ofensa a la ciudad y al país, al mismo tiempo influyó fuertemente en la lucha de las escritoras peruanas del siglo XIX.
Que buen trabajo de campo, nunca vi algo así 💘🤩