Entrevistamos al profesor y director del Colegio Secundario Amuyen, Adrián Picco, para conocer más acerca del funcionamiento de la escuela en tiempos de pandemia.

—¿Cómo se vivió la instancia de volver a la presencialidad en la escuela? ¿Cómo impactó en los chicos y las familias de Amuyen?

Uno no podría decir que en la escuela va todo bien porque dejaría de desconocer algunas cuestiones que generan inquietudes, pero tampoco uno puede decir que va todo mal, porque han habido grandes avances y más si uno lo compara con el año pasado. Yo diría que la escuela vive, es una mezcla de alegrías y frustraciones. En las alegrías uno se abraza y trata de replicarla, y en las frustraciones o inquietudes que se van generando nos exige una plasticidad, pero a toda la comunidad, a los estudiantes, a los docentes, a las familias, porque la presencialidad no es aquella que estábamos acostumbrados la del 2019. Yo creo que la escuela trata de estar atenta a aquellas cuestiones que traen alivio y atenta también a aquellas cuestiones que se pueden mejorar.

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—Algo que caracteriza a la escuela Amuyen es su impronta constructivista. ¿Cómo se puede sostener ese proceso en este contexto de pandemia?

Yo creo que en principio lo que no se debe perder es que circule la palabra. La prioridad del año pasado y este año también, es que circule la palabra, saber qué es lo que nos está pasando a cada uno. Y en función de eso empezar a tejer de qué manera está dentro de la trama escolar. Una vez que está dentro de la trama escolar y circula la pertenencia, uno puede hacer, y sobre eso es fundamental el trabajo. Lo cooperativo, es cierto, es muy difícil en lo presencial por el tema de las restricciones, pero no hay que perder de vista que hay un todo y en esta etapa hay generar trabajos grupales que involucren a las dos burbujas, es estar pensando en esa posibilidad de que circule la palabra entre los integrantes de la comunidad.

—¿Cómo está la participación de todos los integrantes de la escuela?

Si uno camina en la escuela no es la misma del 2019, no hay ese bullicio en los pasillos, tiene una característica distinta. Entonces el objetivo hoy es que se pueda hablar, que puedan expresarse, ese es el principal desafío. Y también que puedan trasmitir qué es lo que les inquieta, en dónde está el malestar, qué es lo que les hace bien, entonces uno recién ahí puede armar algo. Es una etapa de desafío permanente hoy en la escuela.

—¿Ha notado la institución una disminución de la matricula?

Se ha mantenido y ha crecido. Hay una rotación de estudiantes producto de intereses que van cambiando y otros que llegan porque buscan otros desafíos. Eso también ha traído un desafío doble para estos ingresantes nuevos que no tienen el trabajo dinámico de lo que es la escuela en funcionamiento.

—¿Cómo se trabaja con los chicos de primer año?

El grupo docente de primer año, que es estable a lo largo de los últimos años, es muy perceptivo del ingresante. La última presencialidad la han tenido el anteaño pasado, el año pasado también fue en forma remota, entonces hay que estar muy atento a cómo desde un secundario uno plantea una consigna o espera una interacción. Hay que replantearse de qué manera aprovechar esa semana de presencialidad en un horario reducido, capitalizar ese momento en donde uno está con ellos. Es plantearlo desde cómo planificás la clase, cómo la proyectas para cuando ellos no estén y cómo retomas la clase siguiente. Hasta el momento a ellos se los ve contentos y ese es un indicador que tomamos muy en cuenta.

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