Por Patricia Cavaiani

Algunas obras nos sorprenden por giros inesperados, otras, por la singularidad de sus personajes, y la que les voy a recomendar, nos atrapa por su estructura particular y por su forma de relatar que se asemeja a escenas dialogadas, que denotan el amor del autor hacia el cine. Manuel Puig (1932-1990) nace en General Villegas y en sus creaciones describe a la perfección las costumbres pueblerinas. Puig introdujo la Literatura, consumida en esa época sólo por las élites, al “arte de masas”, le dio a su novela una perspectiva cinematográfica. Supo atrapar al público femenino mediante una novela en forma de folletines, emulando a la “novela rosa”, pero con características particulares.

Boquitas Pintadas se divide en dos partes: Boquitas Pintadas de rojo carmesí y Boquitas Pintadas azules, violáceas, negras. Se organiza en forma de folletín en dieciséis entregas, cada una de ellas está encabezada por un epígrafe extraído de la letra de un tango o bolero, que adelantan el contenido del capítulo. Lo llamativo de la novela es que se estructura en  cartas, diarios íntimos, avisos fúnebres, álbumes de familia, habiendo muy poca narración convencional. Los personajes hablan por sí mismos y este recurso le da autenticidad al relato. El monólogo interior hace que el lector permanezca atrapado en una trama de la que participa reponiendo acciones, descripciones, vivencias.

Los hábitos pueblerinos y rurales se ven plasmados en cada página, reproduciéndose las formas de hablar, de escribir (Juan Carlos, personaje principal, escribe con faltas de ortografía) y de pensar de la sociedad que se describe, década del treinta y del cuarenta, época  absolutamente machista durante la cual las mujeres se ven relegadas a un segundo plano. No obstante esto, Puig les asigna un lugar  protagónico, de determinación.  Nené, Mabel, la viuda Di Carlo y La Rabadilla, son las representantes de cada estrato socioeconómico.

Juan Carlos es el típico Don Juan, que sólo cuenta con su belleza física , es seductor, manipulador, le gusta el juego y la bebida. Subestima su enfermedad, tuberculosis, justamente por creerse inmune a todo. El autor lo muestra como un antihéroe, ya que finalmente es un ser débil, inconsistente.

A lo largo de toda la historia prevalece el punto de vista de las mujeres, son ellas las que compiten y se engañan para lograr su objetivo.

Boquitas Pintadas supone una experiencia de  lectura muy particular y atrapante, una travesía que nos ofrece perspectivas múltiples en cada una de sus páginas.

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