Entrevistamos Carina Lion, especialista en educación, para conocer más sobre las nuevas modalidades de compartir los espacios educativos.
—¿Qué son los videojuegos educativos y cómo se utilizan?
Son como un género que tiene que ver con los videojuegos serios, porque jugar también es cosa seria y se puede aprender jugando. Y lo que hace es justamente capturar un rasgo que tienen los videojuegos, rasgos que sirvan para enseñar y para aprender. Hay algo que tiene que ver con lo que uno se pregunta y es cómo educar en la contemporaneidad, cómo educar sujetos que hoy están motivados por otras tendencias culturales. Y la idea de los videojuegos es que vos puedas experimentar todos los que quieras, que hasta que no domines un nivel no pasás al siguiente, que podés tener siempre energía extra o podés volver a tener energía para seguir experimentado. Y por eso me gustan mucho los videojuegos y me gustan como tendencia de articulación con la motivación estudiantil, para aprender y enseñar de maneras diferentes.
—Hoy gracias a la pandemia, el celular es una herramienta que tiene que estar presente ¿Cómo convivimos con esa nueva realidad?
Me dedico hace 30 años a la tecnología educativa y creo que la pandemia hizo visible esta necesidad de repensar las practicas educativas con la tecnología y no expulsando la tecnología, entendiendo que son justamente prótesis de la mente. Hoy el celular almacena un montón de memoria que no tenemos nosotros en el cerebro y nos recuerda muchísimo, pero también nos libera esa memoria para que desde la educación ejercitemos otros tipos de problemas. Me parece que hoy mas que nunca estas tecnologías, aun con la brecha y sabiendo que no muchos tienen acceso a muchos dispositivos, un celular está presente en todos los hogares y ayuda muchísimo a la inclusión de otras formas de aprender que los jóvenes nos vienen reclamando hace años.
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Ir a descargar—¿Cómo pensamos el uso de la tecnología para los más chicos? ¿Hay una línea para seguir trabajando?
La pregunta es qué educación queremos, para qué jóvenes, para qué sociedad, qué capacidades vamos a generar para estos jóvenes. Y me parece que este eje de cambio en la pregunta fue el que nos trajo la pandemia también, rompimos muchas ilusiones y hoy se hicieron visibles, la visión reduccionista de pensar que porque rinden bien aprenden o porque explicamos enseñamos, son siempre sobre simplificaciones, un alumno puede rendir bien pero no haber aprendido. La pregunta entonces es educativa y es: cuál es el sentido de la educación hoy, para qué sociedad. Una sociedad que está informatizandose, que tiene conocimiento en la inteligencia artificial, en los algoritmos, que pone y hackea nuestra posibilidad de toma de decisiones. Entonces la pregunta no es sólo el celular en esta línea de tiempo desde que son niños hasta que son adultos, uno les tiene que dar herramientas para seguir aprendiendo toda la vida.
—En este contexto de pandemia ¿Qué nuevos interrogantes se les genera a las y los docentes y al sistema educativo respecto de cómo replanteamos la educación?
También la pregunta es de la relevancia curricular, de cuáles son los contenidos, si la información esta a un clic de distancia, el desafío de pensar experiencias educativas que no estén a un clic de distancia, que no estén en youtube, que no estén en las redes. Es un desafío enorme para los docentes y eso fue un tema de la virtualidad. ¿La clase dada en la virtualidad es la misma que en la presencialidad? ¿Puedo dar la misma clase? Las familias reclamaban las clases sincronicas, no daban las horas para ese sincrónico y los docentes y las escuelas decían basta de sincrónicos, no damos más.
¿De qué manera puedo dar una buena clase en virtualidad? Y ¿Cuál es la mejor experiencia que puedo generar en la presencialidad? Hay mucho de valoración que esto nos trae acerca de la presencialidad, que ya no va a ser solo transmitir información. Las preguntas tienen que ver con eso, qué dejarle a la virtualidad y qué no se puede hacer en la virtualidad y cuál es la relevancia de esos contenidos.
—¿Cómo hacemos las y los docentes para planificar en un contexto de tanta incertidumbre y mediado por la tecnología?
En principio con mucha mas agilidad, tenemos que ser mucho mas veloces en las respuestas. Yo siempre pensaba que estaba buena esta idea de la escuela contrahegemónica, contra estas tendencias que las tecnologías imprimen, frente a los algoritmos que te anticipan lo que vos querés, una escuela con el tiempo demorado, una escuela que te dice pensalo bien, no me digas lo primero que se te viene a la cabeza.
Y hoy me pregunto cuánto nos queda de esa escuela contrahegenómica, la planificación es de la dinámica clásica, algo que ahora se rompió, porque también se rompió en algún lugar ese principio de autoridad única que tenia el docente. Hoy competimos con muchísimas otras fuentes de información y no somos los únicos, entonces nuestra planificación tiene que romperse de alguna manera, ser mas ágil, más colectiva. Algo que pasó en la pandemia es que compartimos y documentamos mucho mas de lo que veníamos haciendo, salimos un poco de esa sacralidad de esa escuela o universidad que no se mueve y compartir creó saber didáctico nuevo.
—¿Cómo hacemos los docentes para dar una clase desconstructivista cuando no estamos formados para esto?
La cuestión es cómo se empieza a generar un cambio, quiénes y cómo se hace ese cambio. Porque si de acá salimos iguales no aprendimos nada y nadie salió igual, hubo muertes, hubo familias destrozadas, hubo chicos y chicas que la pasaron muy mal realmente. Entonces tampoco podemos decir “volvemos como si nada pasara, es borrón y cuenta nueva» porque hay estragos y los va a haber.
Me parece que amerita un análisis profundo de qué estamos aprendiendo para salir fortalecidos y hacer un cambio real en el sistema, lo está pidiendo a gritos nuestro estudiantado. Nosotros tenemos la responsabilidad ética y política de ser parte del futuro que queremos diseñar.
—¿Cómo tendría que ser el proceso para dar ese cambio en el concepto actual de educación?
Yo creo que lo que hoy hay que hacer es un diagnostico ágil de dónde estamos parados, de qué aprendimos, dónde queremos estar los próximos años, cuáles van a ser los conocimientos relevantes y de una vez por todas pensar en el formato de la escuela secundaria. Creo que hay que pensar los problemas educativos que tenemos y a partir de ahí tomar decisiones inteligentes. Uno tiene que ver con la relevancia curricular, otro es la articulación y el desfasaje en lo que se ve en la institución educativa y lo que la sociedad demanda hoy, la otra cuestión es mirar qué pasa en otros lugares del mundo, cuáles son otras ofertas y propuestas educativas, también penar lo edilicio, si vamos a seguir pensando la educación sólo en términos de habitar espacios físicos y no virtuales o vamos a pensar en esta cuestión de mestizaje. La formación docentes es una pregunta fundamental, cómo deberíamos formar a los docentes, todo eso debería ser parte del debate.