Entrevistamos a Victor Navarro y Mariana Ibarra, docentes en la Escuela Provincial N°38 Presidente «Raúl Alfonsín» de la Base Esperanza en la Antártida Argentina.
—¿Es la primera vez que están allí en Base Esperanza? ¿Cómo es el proceso de selección?
Este es nuestro segundo año como un matrimonio de docentes, el primer año fue en el 2018 y en el 2019 nos inscribimos nuevamente para venir a prestar servicio acá. El transcurso de esta selección se inicia un año antes, más o menos en el mes de marzo es cuando Supervisión Escolar de la Provincia de Tierra del Fuego saca el llamado a concurso. Se tiene que presentar un proyecto educativo, tenés que realizar los exámenes médicos y luego vas teniendo reuniones con el comité de selección donde participa el Ministro de Antártida y Malvinas de Tierra del Fuego, la Ministra de Educación, la supervisora general y las distintas supervisoras de los diferentes niveles que tiene la provincia más un equipo del psicólogos.
Para el mes de agosto seleccionan a dos matrimonios, uno va a quedar como titular y otro como suplente. Mientras pasa de agosto a octubre la mujer del matrimonio se queda capacitándose en supervisión escolar para la parte administrativa y el hombre se va a la localidad de Caviahue a participar del Curso de Técnica Polar II que es la finalización del curso que hace el personal de expertos de las distintas fuerzas que van a invernar. Luego de que pase ese curso viajan a Tierra del Fuego el futuro Jefe de Base con el Comandante de Componente Terrestre para juntarse con ese comité de selección que hay en la Provincia. Ahí entre todos ellos evalúan cuál es el matrimonio que tiene el perfil para la dotación que va a venir y el comité de selección designa a los nuevos docentes.
—¿Por qué decidieron postularse de nuevo?
La decisión fue familiar, nosotros consultamos mucho con nuestros hijos porque esta es una decisión muy importante, venir a la Antártida un año, dejar amistades, dejar familia, dejar el lugar donde vivís. Entonces nuestros hijos fueron los impulsores para que estemos de nuevo este año acá, el más pequeño quería prometer a la bandera acá en Base Esperanza como lo hizo su hermano el año anterior y entonces bueno, eran los que estaban pinchando para que nos presentemos nuevamente. Uno cuando viene a la Antártida siempre añora regresar, queda tan fascinado que siempre trata de volver y la verdad que es muy difícil poder volver.
—¿Cómo es el regreso después de estar un año en la Antártida?
Es un poco difícil al principio, al volver a la Escuela donde uno trabajaba volver a engancharse en toda la dinámica cuesta un poquito porque uno estuvo un año alejado de la institución y se pierde muchas cosas que van pasando. Por ejemplo te hablo de mi caso, yo me fui cuando tenía a mis alumnos en cuarto grado volví y ya estaban en sexto, eran otros nenes. Después lo que me pasó a mí en particular es que por ahí el momento del recreo al principio me costó un poco en el sentido de que me dolía la cabeza por el ruido. Me costó acostumbrarme porque bueno, los nenes en el recreo se expresan y se comunican con la voz muy fuerte y uno acá estuvo durante un año con un grupo más reducido.
—¿Cómo es la planificación para un año?
Cuando nos tocó en el 2018 fue algo nuevo y no tuvimos la suerte de que nos cuenten al detalle cómo era. Si bien nos comentaron en el proceso de selección que teníamos que preparar nuestra carga para un año hubo cosas que por ahí nosotros no tuvimos en cuenta que sí tuvimos esta campaña. Es una preparación que lleva un tiempo importante porque por ejemplo uno tiene que programar o prever cuánta pasta de diente va a usar durante el año. Hay prever siempre un poco más para no quedarnos cortos porque esas cosas no podemos comprarlas, puede pasar que te envíen cosas pero no tienen una fecha de llegada, depende mucho de la meteorología, de los vuelos, depende de un montón de cosas. Y la planificación es en todo sentido, tanto como para las cosas personales como para las cosas de los chicos, tenés que ver prever cuánto va a crecer tu hijo por ejemplo.