-Queríamos hablar sobre la experiencia y lo que genera el proyecto de investigación que presentaron referido a cómo los jóvenes ven a la escuela posterior a la pandemia

Para nosotros esta tématica es muy valiosa porque nos aporta pistas para mejorar lo que llamamos convivencia escolar, que es algo que se ve hoy desde esa perspectiva, pero que en algún momento primaba la idea de la violencia como una cuestión instalada y naturalizada. Entendemos que por ahí hay otro enfoque que puede ser el de las capacidades sociales, donde los jóvenes a partir de tener herramientas, evitan situaciones no deseadas o pueden manejar mejor sus situaciones de diferencia. Así que, mi investigación es respecto a la pandemia y al impacto que podía tener en los jóvenes, sobre todo lo que tenía que ver con el aprendizaje y su bienestar.

-Sobre la convivencia hay distintas miradas, ¿esta es, más bien, una mirada integradora de eso?

Exacto, nosotros no negamos que puedan existir situaciones violentas, de hecho, sí existen. Pero nos paramos desde una perspectiva distinta, entendiendo que la violencia es algo que no esperamos, que puede surgir de agentes que exceden a la propia escuela, pero que trabajando desde la escuela, con toda la comunidad educativa, con los docentes, con los alumnos y equipos directivos, podemos generar modos de transitar la escuela donde la conflictividad disminuye muchísimo y donde inclusive se de en situaciones muy ocasionales.

-¿Qué encontraron respecto a la valoración que tienen estos jóvenes a la estadía en la institución?

La verdad que fueron muy positivos porque en un momento, incluso antes de la pandemia, la escuela siempre está en la mira de la sociedad respecto a si da respuestas o no a lo que los alumnos necesitan, o la sociedad necesita. Y realmente, la valoración que tienen los jóvenes en el espacio escolar es altamente positiva, tanto para aprender, como para adquirir las capacidades para vincularse con el otro, todo lo que es la amistad y el compañerismo.

Inclusive, existía antes de la pandemia, una idea de que los jóvenes eran nativos digitales, por lo que ellos iban a transitar mejor las modalidades digitales y, sin embargo, no fue así: a los que más les pegó el hecho de estar aislados y poder vincularse a través de medios digitales fue a ellos. De hecho, seguimos pagando un poco consecuencias de esta situación de aislamiento social. Ellos pudieron reflejar a través de técnicas proyectivas que utilizamos, también entrevistas y grupos focales, una manifestación muy clara de ese rescate, de ese espacio escolar tan valorado y muy necesario, no solo para hacer amigos, sino para aprender con otros. La valoración del docente como proceso de aprendizaje, la valoración del compañero. A los que amamos la educación nos dio la expectativa, la motivación de seguir trabajando y continuar lo que estamos haciendo.

-¿Cuáles serían los beneficios del aislamiento?

Beneficios no. Uno pudo rescatar y darle un lugar más adecuado al que puede ocupar la tecnología como una herramienta para poder aprender, pero no podemos suponer que los jóvenes, a esa edad sobre todo, puedan aprender en contexto de aislamiento, donde la tecnología no va a poder representar lo que es el cara a cara. Nos sirvió para reafirmar algunos criterios que teniamos, identificar algunas cuestiones que por ahí podían tener un peso relativo mayor, como puede ser la tecnología, pero que hay que integrarla sin desconocer esta dimensión del espacio compartido tan necesario para ese momento donde se están afirmando muchos aspectos de la vida de esa persona.

-Volviendo a la convivencia, ¿los jóvenes se adaptaron o se readaptaron a la convivencia en comunidad?

Fue un momento muy complejo de retomar la vida escolar como la conociamos y costó, fue progresivo, empezamos con las burbujas y grupos más chicos. Y quedaron algunas consecuencias, hubo jóvenes que tuvieron dificultades para sentirse seguros en el espacio físico real, hubo ciertas patologías y hoy estamos, creo yo, en un momento mucho mejor. Pero siempre queda como algún resabio de lo que fue estar aislados, creo que las escuelas estamos retomando la fisonomía a la cual estábamos acostumbrados.

-¿Cómo se involucra la disiciplina de la Psicopedagogía en esto que fueron abordando de cómo los jóvenes valoran la institución desde el punto de vista del espacio físico? ¿Y cómo a partir de su trabajo se puede producir un avance?

Nosotros dentro de la Universidad FASTA tenemos una amplia incorporación de alumnos a los proyectos de investigación. Tenemos mucho material para trabajar, para investigar y, durante la pandemia, cuando comenzamos este proyecto de investigación, empezamos a hacer talleres en distintas escuelas, privadas y públicas.

Nos dimos cuenta que el tema de la convivencia en las escuelas era lineal: es decir, las dificultades se manifestaban en una escuela rural de la misma manera que estaban en una escuela privada o pública, tal vez con más dificultades en la parte de cantidad, pero el objetivo que nosotros queríamos investigar, era el mismo. Entonces, empezamos a trabajar profesionales del grupo más las alumnas en las actividades de extensión, empezamos a presentarnos en las escuelas y lo que pedimos en esas escuelas a nivel convivencia es que haya un seguimiento de ese taller. La idea es acompañar a la dinámica del escuela.

Notamos que los casos de acoso o bullying son cada vez mayor. Y el grooming, por más de que es parte de la tecnología, atreviesa completamente la dinámica de una escuela, a tal punto que pueden afectar cuestiones de aprendizaje.

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