Por Mateo Sturla
Estudiante de Profesorado y Licenciatura en Letras
mail: machi.sturla@gmail.com

Me propongo recorrer algunos de los artilugios propios de la literatura que le permiten a sus protagonistas narrar lo inefable, contar hasta lo que parece ajeno y perdido para siempre. Le quiero dar espacio en esta columna a una de nuestras reliquias: Sylvia Molloy (Argentina, 1938 – Estados Unidos, 2022), autora de varias novelas, relatos breves y ensayos entre los que se encuentran En breve cárcel (1981), El común olvido (2002), Varia imaginación (2003), Vivir entre lenguas (2016), Citas de lectura (2017) y Animalia (2022).

En el año 2010, la autora argentina-franco-irlandesa publica su novela Desarticulaciones. Se trata de una colección de fragmentos de vida(s) a medio transitar entre lo biográfico, lo ficcional y lo ensayístico, el relato de la desfragmentación de la memoria de una amiga personal de la narradora. La dedicatoria previa al cuerpo de la novela nos ofrece esas pautas de lectura: “Tengo que escribir estos textos mientras ella está viva, mientras no haya muerte o clausura, para tratar de entender este estar/no estar de una persona que se desarticula ante mis ojos.” (p.9). A partir de las formas verbales “tener que + infinitivo” la narradora asume la tarea, o misión, de sostener con vida la imagen de su amiga, esa vida que por la enfermedad de la memoria se desarticula en tiempo presente antes sus ojos; también se trata de un conjuro signado por el adverbio “mientras”, ya que en tanto esta novela se escriba, la muerte se sostiene a raya, es decir, una suerte de poder de la escritura. Entonces, previo al ingreso a la novela obtenemos algunas claves para descifrarla: hay una narradora y un personaje narrado, ambas sostenidas por el lenguaje y la escritura, hay un ensayo sobre el mal de Alzheimer visto a través de los recursos propios de la literatura, y hay una necesidad de leer hasta la última página deseando que nunca acabe, para, como concluye la dedicatoria, “(…) hacer durar una relación que continúa pese a la ruina, que subsiste aunque apenas queden palabras.” (p.9). Como es usual en el discurso literario, el yo que enuncia en la narración y el autor que escribe el libro se confunden en un espejo engañoso. No obstante, la tentación de vincular a la narradora “SM” con la autora y a la amiga enferma con el personaje “ML”, lo que verdaderamente impera es reconocer los artificios ficcionales por los que gustamos de espiar a un lado u otro del reflejo.

Desarticulaciones se plantea dos ejes problemáticos: ¿cómo dice yo el que no recuerda?, es decir, que queda de un sujeto con Alzheimer sino una suelta e inconexa lista de cositas del pasado, razón por la cual oímos en su discurso ecos de la infancia. Y, por otro lado, ¿cómo narrar la vida de un personaje sin yo, sin subjetividad, sin lenguaje? Por lo tanto, la novela indaga tanto sobre la enfermedad como sobre los modos de narrar, y a medida que resuelve lo primero encuentra la forma de lo segundo. Leemos:

Al escribirla me tienta la idea de hacerlo como era antes, concretamente cuando la conocí, de recomponerla en su momento de mayor fuerza y no en su derrumbe. Pero no se trata de eso, me digo, no se trata de eso: no escribo para remendar huecos, y hacerle creer a alguien (a mí misma) que aquí no ha
pasado nada sino para atestiguar incoherencias, hiatos, silencios. Esa es mi continuidad, la de escriba. (p. 38)

La resolución de ambos ejes planteados se da, como enuncia la narradora en esta cita, abandonando las pretensiones de asumir la responsabilidad imposible de emendar una subjetividad ajena y desgarrada, y, en cambio, componer un relato con la forma de la desmemoria, un relato inconexo, incoherente, plagado de hiatos y silencios. Es en este momento cuando la narradora comprende que quien debe hallarse en la escritura es ella misma y no la amiga, que es ella quien se encuentra desarticulada en el lenguaje. Y, además de su propia realización, se sorprende felizmente de rescatar esporádicos momentos de identificación en el sujeto que relata: “Pero me reconforta cuando a veces emerge de su desprendimiento -acaso una forma de sabiduría- con alguna impertinencia que me la devuelve como era.” (p.38)

Un análisis crítico literario de la enfermedad en el género (auto)biográfico: Desarticulaciones, de Sylvia Molloy

La novela de Sylvia Molloy observa en el mal de Alzheimer, en su distorsión de la capacidad del ser humano de organizar la vida alrededor de la memoria y el lenguaje, un modo de lo literario: es por eso que Desarticulaciones busca ser una colección de citas, de canciones de la infancia, de lecturas compartidas, en fin, de todas esas cositas diminutas que, aunque no parezcan tener relación entre sí, atesoramos como fragmentos completos de nuestra vida incompleta.

Datos de edición citada:
Molloy, S. (2010) Desarticulaciones. Eterna Cadencia Editora: Buenos Aires.

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