Por Benjamín Blanco
Estudiante del Profesorado y la Licenciatura en Letras. Universidad Nacional de Mar del Plata
El reposo es importante. En todo.
Alejandra Kamiya, “Desayuno perfecto”, 2015.
El pasado 26 de enero, casi un mes después de que la música haya pasado por Necochea con el recital de La Renga, la escritora Alejandra Kamiya, convocada por el ciclo bonaerense “Lecturas de verano”, brindó una charla en la Biblioteca Popular y Centro Cultural Andrés Ferreyra de la ciudad balnearia, donde habló, entre otros temas, acerca de su formación como autora en los talleres de los escritores Inés Fernández Moreno y Abelardo Castillo, el estado en el que se encuentra su biblioteca y la trilogía que conforman sus primeros tres libros de cuentos: Los árboles caídos también son el bosque (2015), El sol mueve la sombra de las cosas quietas (2019) y La paciencia del agua sobre cada piedra (2023).
La escritura de Kamiya, como el espacio de préstamo y lectura donde habló (cuyas mesas tenían carteles con la inscripción “La totalidad del mobiliario y los equipamientos fueron pensados para ser fácilmente trasladables, y permitir diversas configuraciones del espacio”), es parca y moderada, deja atravesar la luz de la vida cotidiana y los vínculos humanos por las ventanas de sus cuentos cortos de oraciones y párrafos breves y espaciados, que dan a cada texto una cadencia o ritmo de respiración trabajada, y, sobre todo, pausada, acorde al mes y el clima estival en el que se desarrolló la charla.
Entre los asistentes del encuentro, se contaron la escritora y periodista Inés Busquets, quien ofició como entrevistadora, parejas de vecinos de la ciudad acalorada, turistas recién llegados de la playa, y, para sorpresa de casi toda la concurrencia, el primo materno de la escritora. Según contó, su madre nació en
Necochea, por lo que ella pasó su infancia y adolescencia entre los bosques del parque Miguel Lillo (aquellos que una parte del público le preguntó si se tratan de los de la portada de la reedición de Los árboles caídos también son el bosque), paseando por la calle 83, el centro turístico y comercial de la playa de la ciudad, y tirándose desde los médanos del puerto hacia la arena, por diversión.
La presencia de Alejandra Kamiya en Necochea fue recibida con admiración, cariño y sorpresa. Como se mencionó, la mayoría de la concurrencia no tenía idea del vínculo tan estrecho entre la escritora y la ciudad, y, menos aún, que ella misma se considerara necochense, lo que fue otro motivo de complicidad con la audiencia, incluso entre quienes al momento de la charla todavía no habían tenido la oportunidad de leerla.
Sumado a lo anterior, su literatura de lectura atenta, escrita con paciencia cuando la necesidad de producir “contenido” prima por sobre el trabajo lento con, en este caso, la escritura, es un aporte más a esta discusión acerca de las formas de la creación artística en tiempos de aceleración y asfixia. Esto cobra una especial importancia si se tiene en cuenta que, antes de Kamiya, la región de influencia de la Universidad Nacional de Mar del Plata ha sido y seguirá siendo visitada por autores igual de interesados y, en la mayoría de los casos, preocupados por el estado del arte en nuestra actual sociedad acelerada, como Walter Lezcano en Santa Clara del Mar, Liliana Viola en Pinamar y Selva Almada y Ariana Harwicz en Mar del Plata.
Las reflexiones de Alejandra Kamiya, como las de Claudia Piñeiro, quien visitó el Centro Cultural Villa Victoria Ocampo el pasado martes 7 de enero, donde fomentó la lectura de la novela Cometierra (2019) después de la polémica entre el texto y quienes no lo han leído, revitalizaron el Centro Cultural de la ciudad de Necochea, y enriquecieron la discusión literaria. En palabras que quizás podrían pertenecerle, su charla fue fresca, como la brisa al final de una tarde de playa que alivia el cansancio por el calor acumulado durante el día.