Por: Melanie Mandagarán

Muchos estudiantes de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata concurren varios días a la semana a las instalaciones de la Escuela Superior de Medicina, ubicada en Ayacucho 3537, entre las calles 20 de septiembre y España, sin embargo, la mayoría de ellos desconocen la historia que esconde ese magnífico edificio.

Fachada de la Escuela Superior de Medicina

Desde su inauguración en la década del sesenta del pasado siglo XX, la Universidad Nacional de Mar del Plata, principal institución de Educación Superior de nuestra ciudad, recibe todos los años a miles de estudiantes deseosos de transformarse en profesionales. Desafortunadamente, dentro de su oferta académica carecía de la carrera de Medicina lo cual se convirtió en una gran demanda, no solo de los marplatenses, sino también de muchos habitantes de la región que para formarse como médicos debían viajar a ciudades como Buenos Aires, La Plata y Córdoba, o concurrir a una universidad privada local lo cual solo era posible para unos pocos afortunados. No obstante, desde la casa de estudios y diferentes sectores de la sociedad se intentó subsanar esta situación y, tras varios años de lucha, el sueño se materializó en 2017 cuando la Escuela Superior de Medicina abrió sus puertas y más de dos mil ingresantes estrenaron sus aulas. Los lugares elegidos para su funcionamiento fueron dos: la sede central que se localiza en el edificio emplazado en Ayacucho 3537, donde comparte instalaciones con el Instituto Nacional de Epidemiología, mientras que en La Rioja 2130 se ubican algunas aulas.

Es el primero de ellos, la sede central, el que ha despertado nuestra curiosidad y se ha convertido en el objeto del presente artículo, en vista de que a pesar que el lugar es un espacio al que concurren con mucha regularidad cientos de estudiantes, lo que transforma a este sitio en su segundo hogar, muchos de ellos desconocen por completo la historia que custodian las paredes que los rodean.

La misma data de finales del siglo XIX cuando Mar del Plata era apenas una serie de casas y unos cuantos hoteles que resplandecían en la época estival y los habitantes permanentes eran solo un puñado de hombres y mujeres. Eran los tiempos en que la tuberculosis generaba pánico y miedo en la sociedad argentina debido a su alta tasa de mortalidad y al hecho que no distingue edad, género o estrato social. En ese contexto, en septiembre de 1893 la Sociedad de Beneficencia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una institución fundada en tiempos de Bernardino Rivadavia para brindarle asistencia a las mujeres y niños desamparados, compró y acondicionó el viejo hotel Alemán ubicado en lo que hoy conocemos como el barrio La Perla para albergar lo que luego sería el Asilo y Sanatorio Marítimo, cuya principal función fue tratar a niños enfermos de tuberculosis y niños considerados “débiles”. Los infantes, algunos con la enfermedad otros no, eran oriundos de los sectores más desfavorecidos de la sociedad porteña y eran transferidos desde hospitales y hospicios de la capital al nuevo establecimiento marplatense. Si bien en sus comienzos el sanatorio sólo funcionaba durante el verano, rápidamente se extendió el periodo de actividad cuando se incorporó más personal durante los primeros años del siglo XX.

El Asilo y Sanatorio Marítimo por las calles Ituzaingó y España

Pero… ¿por qué se eligió nuestra ciudad para la construcción de este centro de salud? Para responder esta pregunta debemos recurrir a las investigaciones desarrolladas por la historiadora Adriana Álvarez, quien ha estudiado el tema en profundidad. Ella señala que fue Emilio Coni, una de las figuras más influyentes del sanitarismo argentino, quien propuso la creación de este establecimiento en la joven Mar del Plata luego de inspirarse en los tratamientos que se impartían en Europa para tratar la tuberculosis. En el viejo continente existían centros que se encontraban alejados de las grandes urbes donde los pacientes recibían un tratamiento denominado helioterapia que consistía en reposo al aire libre en lugares soleados y, además, contaban con curaciones mediante la talasoterapia, esto es baños de mar. Esta experiencia, que mostraba resultados positivos, fue replicada en Argentina y el lugar elegido fue Mar del Plata por su cercanía con el mar y su buen clima, pero con una particularidad y esta es que en el caso local los tratamientos estaban destinados a uno de los sectores más vulnerados de la sociedad: niños pobres; a diferencia de los establecimientos europeos que fueron propuestos, en su mayoría, para los más adinerados.

Desde su apertura, el Asilo y Hospital Marítimo recibió a cientos de niños que recibieron tratamiento en sus instalaciones y en ese proceso tuvieron acceso a vivencias antes desconocidas, que iban desde comida diaria de forma abandonante y ropa limpia hasta ver el mar por primera vez.

El Asilo y Sanatorio Marítimo por la calle Ituzaingó

Durante la década de 1920 dejó de funcionar el asilo, luego de varios años de lucha por parte del Dr. Juan Hector Jara, director del Sanatorio, y varios de los profesionales de la salud que advertían que la concentración de niños enfermos con tuberculosis, una enfermedad altamente contagiosa, con niños “débiles” era contraproducente habida cuenta que no se podía garantizar el aislamiento de los últimos por lo que los contagios era algo frecuente. Finalmente, los miembros de la Sociedad de Beneficencia, encargada de tomar las decisiones sobre el establecimiento, comprendieron los argumentos médicos y accedieron a eliminar el asilo.

En 1971 el Sanatorio se convirtió en el Instituto Nacional de Epidemiología y en 1980 adoptó el nombre de Dr. Juan Hector Jara en reconocimiento al sanitarista local. Este organismo, dependiente de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) Dr. Carlos Malbrán, tiene la misión de “Realizar estudios e investigaciones sobre el proceso de salud–enfermedad de la población, y en base a los resultados obtenidos, establecer procedimientos tendientes a promover y mejorar la salud, a través de la capacitación de recursos humanos.” (Página oficial del INE). En ese proceso no deja de transferir el conocimiento adquirido mediante capacitaciones para todos aquellos profesionales de la salud que deseen seguir formándose.

Así, como hemos intentado resumir a lo largo del artículo, el espacio donde hoy se forman nuestros futuros médicos goza de un rico pasado. Aquel edificio emplazado en la manzana rodeada por las calles Ayacucho, 20 de septiembre, Ituzaingó y España pasó de ser un Hotel para luego convertirse en el primer establecimiento dedicado a la salud pública en la ciudad de Mar del Plata cuando se inauguró el Asilo y Sanatorio Marítimo, y que años después dio paso al Instituto Nacional de Epidemiología. Hoy agrega a su amplio currículo el de ser la sede de nuestra joven Escuela Superior de Medicina y con ello este emblemático edificio de nuestra ciudad continúa escribiendo su historia al servició de la salud.

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