– ¿Cómo ha sido adaptarse en todos estos cambios respecto a la educación y la tecnología en estos últimos años?

Para mi es una aventura apasionante. Me encanta estar en la gestión, soy docente de toda la vida, y me gusta mucho trabajar en la dirección, amo este trabajo y las edades con las que trabajamos. Te tiene que gustar trabajar con chicos, adolescentes que preguntan y cuestionan, que no saben para qué les puede servir una materia y hacen esa pregunta con la naturalidad propia de ellos. Trabajar en educación es ser testigo de todos esos cambios. Hace 17 o 18 años atrás, había cosas que eran muy distintas en la escritura u objetos culturales que los chicos traían como tema. El celular no estaba tanto, no teníamos WhatsApp, nos manejábamos con mails. Y hay otras cosas que siguen estando como la curiosidad, la frescura de los chicos, el vínculo pedagógico. Siempre conversamos con los docentes sobre esto, cuando va la profesora Fulana trabajan de una manera y cuando va Sultana trabajan de otra. Quiere decir que el abordaje con el que el docente toma al grupo hace la diferencia y en eso la educación no cambio.

– ¿Qué cambio positivo y negativo ves hoy de los más jóvenes? Obviamente hablando de escolaridad

Es una buena pregunta. Los cambios negativos creo que tal vez tengan que ver con una presencia muy marcada de algunas cuestiones que tienen que ver con los riesgos. Hoy vemos algunos riesgos, padecimientos de los chicos, que nos hacen preocupar. Por ejemplo, antes vos tenías un ataque de pánico, una persona, o un chico en el colegio y eso era excepcional. Hoy por hoy esas situaciones están en una o más por aula. Hay algunos padecimientos que son propios de la cultura actual, de los medios, del aislamiento, de un montón de situaciones que no eran tan frecuentes, que tienen que ver con el peligro del mundo actual, con el encierro y la comunicación, con la cultura de la cancelación que antes no estaba y hoy está muy marcada. Estas cosas son algunas novedades que tal vez son negativas.

También hay cosas que son novedosas y positivas. Yo me paro todos los días a saludar a los chicos y padres y esa corriente de afecto, es decir, que la escuela esté cruzada por un fenómeno de comunicación donde se ponen en juego las emociones, es algo que yo veo como muy positivo. Por ejemplo, la pandemia nos hizo valorar mucho la presencialidad. Quedó muy en evidencia la necesidad de la presencialidad. Y por ahí, estando en la escuela compartiendo tiempo con los chicos, con las familias, el contacto con el otro… esas son las cosas positivas.

– Pensando en la salud mental y el cuerpo docente, ¿tienen capacitaciones y demás para conocer las temáticas y estar preparados para estas situaciones?

Hay capacitaciones institucionalmente en todos los colegios de la Provincia. Hay cosas que están previstas, después cada institución agrega a la capacitación. Siempre son insuficientes, siempre nos falta tiempo para encontrarnos, para conversar de lo que le pasa a los chicos, de lo que pasa en la escuela o al grupo docente y la tarea docente te quema la cabeza, cuando lo haces año tras año, sentís el peso de la demanda de trabajo. Hay mucho trabajo invisible, el trabajo de corrección por ejemplo, son cosas que no están a la vista en el horario estricto de la escuela pero que insumen mucha energía y mucho compromiso. Siempre nos quedamos cortos, siempre con ganas de más encuentros que nos permitan hablar sobre lo que sucede en el aula.

-¿Nos querés comentar un poco de tu libro, cómo se llama y de qué trata?

Si, el libro se llama “Gubernamentalidad Pedagógica” y tiene que ver con un marco teórico foucaultiano. Foucault habla de la gubernamentalidad en general, como conjunto de políticas. Y lo que yo hice es ver cómo un subgrupo de las técnicas del gobierno de la población son las que tienen que ver con el gobierno escolar. Cómo establece un conjunto de prácticas que están orientadas al gobierno de la población y dentro de esto, al gobierno escolar. Lo que yo analizo en el libro es cómo Foucault critica este conjunto de técnicas y muestra que la escuela es como una máquina que, a veces, estamos preocupados de que no funciona como debería y, a veces, estamos preocupados porque funciona demasiado, como cualquier máquina que puede pasarse hacia el otro lado.

Lo que trabajamos en el libro es esto de la escuela pensada como un servicio de lo que pide el mercado. Somos recursos humanos del mercado que nos forma para ser productores. Ese abordaje es el que Foucault critica, que la escuela no puede ser pensada específicamente en función de lo que pide el mercado. Nosotros no somos solo recursos humanos, rueditas de un sistema para producir sujetos políticamente dóciles y económicamente productivos, sino que estamos pensando en lo contrario: en que la escuela abra el acceso a la cultura, que forme ciudadanos y ciudadanas. Pensamos en una escuela que no sirva, pero que no sirva para los intereses del mercado, sino para un montón de otras cosas como abrir el corazón a la creatividad, que piense a la persona desde muchos ángulos.

-¿Dónde se puede conseguir?

Este libro fue publicado en Prometeo, así que se consigue por su página y la semana que viene ya estará siendo distribuido por las librerías de Mar del Plata.

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