“Siento que nuestro trabajo es infinito”. Esta frase, como tantas otras que escucho y leo, es de una amiga docente. Mi intención, para esta segunda columna, era encontrar aquello positivo de esta (nueva para nosotros) metodología de trabajo y educación a distancia.

Esta experiencia marcará un antes y un después en nuestro sistema educativo. Algunos docentes, si bien se vieron obligados a incorporar nuevos modos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, seguramente continuarán con el ejercicio de muchas de estas habilidades adquiridas cuando la educación a distancia se vaya diluyendo. Muchas de las estrategias, secuencias didácticas y recursos que estamos generando las continuaremos utilizando. El tema es «cómo».

Intentando dar respuesta a ese «cómo», aparecen otras cuestiones a resolver. Una es la regulación de nuestro trabajo en este contexto, no solo por esta nueva coyuntura, sino porque como mucho de lo que hacemos llegó para quedarse…debe estar regulado. Sé que estamos en ese camino, pero no es un tema menor cuando también se está hablando del regreso a la presencialidad. Todo está relacionado: lo que llegó para quedarse, la regulación del trabajo docente no presencial o en bimodalidad, la sensación de trabajo infinito, el derecho a la desconexión y nuestro estrés.

En la búsqueda de esa «positividad» e intentando responder el «cómo», aparecen en estos más de cien días de mi trabajo a distancia como docente de nivel secundario, algunos aprendizajes que me gustaría compartir.

Es importante acompañarnos. Muchos de nosotros hemos descubierto alianzas pedagógicas. Menciono alianzas y no parejas pedagógicas porque considero que estos grupos de trabajo pueden conformarse por docentes de diferentes niveles, con distintos roles y con los que además seguramente tenemos afinidad. Es así, como preparamos proyectos en conjunto, compartimos videos propios para que use otro, nos consultamos cuando no sabemos si está bien una secuencia o una rúbrica que hicimos, o cuando necesitamos hacer catarsis. Acompañar y permitir que nos acompañen.

Es necesario poner límites. No trabajamos veinticuatro horas. Esto va más allá de nuestro profesionalismo y compromiso. Necesitamos momentos de descanso, familia, ocio.  Necesitamos desconectarnos.  A veces, decir «no» es la única forma.

Establezcamos prioridades. No podemos hacer todo y al mismo tiempo. Somos “evaluados” por diferentes indicadores dependiendo de la escuela en la que trabajemos. Algunas nos evalúan por la cantidad de actividades que enviamos, otras por los encuentros por Zoom – Meet – Jitsi, otras por la cantidad de videos que hacemos, otras por mantener el vínculo y otras por todo esto junto. Establezcamos prioridades según nuestra situación. Lo realmente importante se hace prioridad. Trabajemos cooperativamente y colaborativamente. Según mi visión, estas dos formas de trabajo y aprendizaje se complementan. En ambas se evidencian valores, metas y metodologías de trabajo complementarias. Trabajemos en red.

Innovemos en su justa medida. No es necesario hacer cosas nuevas permanentemente. Está muy bien ser creativos, pero lleva mucho tiempo y dedicación generar siempre nuevos recursos. Analicemos con qué estamos cómodos al trabajar, qué cosas nuevas podemos incorporar o aprender. Demos lo mejor de nosotros como siempre, pero no a cualquier costo.

Sé que en estas ideas hay mucho de utopía, pero sigo pensando que quizás, borrando las barreras de «lo propio», para transformarlo en «lo nuestro» nos permite diluir un poco esta sensación de que nuestro trabajo es infinito.

Laura D’ Incá
Docente
Ingeniera en Sistemas de Información

Comentarios