Por Adrián Giudice

En la conmemoración por el 99° aniversario del Día Internacional de las Cooperativas me gustaría saludar a todos, todas y todes les asociades a las entidades cooperativas de nuestro país y del mundo.

Este no debe pasar como una conmoración más, ya que este año no es igual a los anteriores.

Sepan entender que esta columna, en esta oportunidad, me voy a tomar la licencia de escribirla en un sentido local, y cuando me refiero a lo local, me voy a referir al Partido de General Pueyrredon, es decir a las ciudades de Mar del Plata y Batán.

Por qué vas a hablar de Mar del Plata y Batán?

Estas ciudades, por un lado, mantienen dos registros que parecen no coincidir con el resto del país, son las ciudades que mantienen el mayor índice de desempleo del país y al mismo tiempo un importante número de organizaciones cooperativas reconocidas por Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES). Y por qué es llamativo? Porque en la medida que encontramos un mayor número de estas organizaciones, encontramos la generación constante de puestos de trabajo, de los mejores niveles de desarrollo local y las mejores condiciones de vida, no sólo de sus asociades, sino también del resto de la población.

Por otro lado, porque desde la década de los noventa, en pleno auge de las políticas económicas neoliberales, muchas empresas vinculadas con la actividad pesquera se vieron beneficiadas con la tercerización de sus trabajadores en relación de dependencia a cooperativas de trabajo sin control del Estado y sin propiedad de sus asociades con ausencia de autonomía a la hora de definir retornos, contratos, inclusión de más integrantes, condiciones de trabajo y sin la posibilidad de ejercer el derecho a elegir y ser elegido como autoridades de la cooperativa.

Estado para qué?

Las distintas órbitas del Estado deben controlar el funcionamiento de las cooperativas de acuerdo a leyes vigentes y a cada una les corresponde poner fin a la mala utilización del formato cooperativo para que los trabajadores no pierdan sus puestos de trabajo y para que los empresarios paguen lo que les corresponde pagar sin preocuparse por incurrir en pérdidas de sus ganancias y cediendo parte de su tasa de ganancia en garantizar condiciones de trabajo, sueldo y estabilidad a trabajadoras y trabajadores del sector.

Parece que el Estado decide mirar para otro lado y no atender a este flagelo…

Por lo pronto, existen algunas políticas que intentan acompañar y fortalecer a las cooperativas que se encuentran en condiciones, desde el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires se acaba de relanzar el Programa de Cooperativas en Marcha basado en la formación, en el financiamiento y en el reconocimiento de los actores del sector cooperativista. Ojalá, este programa permita salir a las cooperativas de la crisis que les provocó la pandemia y las restricciones aplicadas por el Gobierno Nacional como consecuencia de la pandemia, ya que la pandemia dañó la salud de asociades a cooperativas y la economía de las entidades, así como también la falta de demanda y en algunos casos la imposibilidad de producción y/o comercialización por las políticas sanitarias que se implementaron.

Pero parte de ese Estado, el municipal, miró sin mostrar acción. No hubo acompañamiento, no hubo política, no hubo plan y no hubo conmemoración.

No ha sido este, ni el anterior, ni los cuatro anteriores años donde las gestiones locales se hayan mostrado activos en las agendas de las cooperativas, ni las cooperativas activas en las agendas del gobierno local. Esto nos debería llevar a la reflexión, al debate y a la acción.

Quizás, sirva para que las cooperativas empiecen a renovar esperanzas, a juntarse, a generar políticas y proyectos que las muestre activas para demostrar que los valores de solidaridad, democracia, ayuda mutua, responsabilidad, igualdad y equidad siguen intactos y permiten construir una sociedad mejor con otra economía posible.

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