Por Melanie Mandagarán, profesora en Historia
En vías de que el próximo 10 de febrero la ciudad de Mar del Plata cumple 149 años nos hemos propuesto revivir la historia de uno de los iconos más preciados de la ciudad: la Rambla.
El 10 de febrero de 1874, el gobernador de Buenos Aires por solicitud de Patricio Peralta Ramos firmó un decreto que reconoció al pueblo que se había formado en estas latitudes. Así nacía oficialmente Mar del Plata. Solo cinco años más tarde, en 1879 otro decreto del ejecutivo provincial permitía la creación del Partido de General Pueyrredon con Mar del Plata como la cabecera, ciudad que antes formaba parte del Partido de Balcarce. No pasaría mucho tiempo para que el paisaje de aquel pequeño poblado se modificara con sofisticadas construcciones que le permitieron convertirse en la meca del turismo argentino, siendo una de ellas la Rambla, o mejor dicho, las Ramblas que desde la década del 80 del siglo XIX se han turnado en el epicentro de costa marplatense.
Seguramente habrán podido observar que en las líneas precedentes hablamos de Rambla en plural y esto corresponde a uno de los aspectos más apasionantes de esta historia, puesto que no hubo una sola sino cinco. Con la destrucción de cada una de ellas, ya sea por la fuerza de la naturaleza o por decisiones vinculadas a realizar mejoras estéticas a la ciudad, una nueva edificación se erigió en su lugar.
La primera Rambla fue construida en 1888 en madera y tenía unos tres metros de ancho, pero dos años más tarde fue destruida por un temporal. Al enterarse de esto Carlos Pellegrini, por entonces presidente de la Nación, recolectó dinero para realizar otra y surgió así la Rambla Pellegrini. No obstante, en 1905 fue devorada por un incendio y en su lugar se construyó la Rambla Lasalle que tenía un número de lujos y comodidades superiores a los de sus predecesoras. Los cafés, los restaurantes y los espacios para las reuniones sociales eran paradas obligatorias para los visitantes que pasaban gran parte de su estadía en ella y esto radica en que la joven Mar del Plata no contaba con muchas atracciones, algo que se modificó con el correr del tiempo.
En el libro Mar del Plata: un sueño de los argentinos de Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre, sostienen que esta Rambla fue realizada en tiempo récord ya que en menos de cien días ya estaba lista para recibir a los veraneantes. Asimismo señalan que la fuente de financiamiento para la construcción de la misma fue proporcionada por los dueños de los casinos, que en cada temporada divertían a los visitantes.
Sin embargo, estuvo poco tiempo en uso dado que fue reemplazada por otra: la Rambla Bristol cuya construcción se extendió de 1911 a 1913 y, a diferencia de las anteriores, fue realizada con materiales más duraderos como el cemento. Esta cuarta Rambla sería una de las más icónicas y retratadas. Construida al estilo de la arquitectura francesa y con finos materiales traídos en su mayoría de Europa, la elegancia y la majestuosidad de esta edificación era sin igual y eso se puede apreciar en cada imagen que persiste hasta la actualidad. Por aquellos años las intenciones de los sectores acomodados que visitaban la ciudad era imitar los balnearios más lujosos del viejo continente, por eso no es casualidad que en esos tiempos Mar del Plata buscaba posicionarse como la Biarritz de Argentina.
La década de los años 30 aportó nuevas transformaciones a la ciudad que crecía a gran velocidad y con el número de visitantes incrementando sin parar, muchos de ellos pertenecientes a sectores sociales muchos más diversos. En este contexto se daría paso a la última Rambla marplatense y la misma es, nada más ni nada menos, que la Rambla Casino. La construcción, que reemplazó a la Rambla Bristol, fue una creación del célebre arquitecto Alejandro Bustillo (1889-1982), quien se destacó por realizar icónicas obras en diversas ciudades de Argentina. La nueva Rambla está compuesta por dos edificios iguales, en los cuales se encuentra ubicado el Casino, inaugurado en 1939, y el Hotel Provincial, finalizado en 1950, y solo son separados por una gran plazoleta que es coronada por dos grandes esculturas de lobos marinos de José Fioravanti (1896-1977).
A lo largo de la historia de la ciudad, las diferentes Ramblas que se construyeron sobre la costa se convirtieron en un emblema de Mar del Plata, volviéndose parada obligatoria para todos los turistas que visitan la zona en temporada estival y un punto de referencia para los lugareños. Este maravilloso espacio ejerce de transición entre la naturaleza de la playa y las construcciones de la urbe, lo que la hace el espacio perfecto para realizar agradables paseos.