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Por José Kersner
Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política (UNMdP)

Casi 50 años atrás, la novelista Clarice Lispector decía estar segura que todo lo que la movilizaba a reflexionar, a leer y a formular nuevas preguntas ante respuestas equívocas provenía del orden de la sorpresa. Era tal la tensión que se producía entre lo que consideraba evidente, previsible y aburrido con el terreno de lo inesperado, lo súbito y el imprevisto que, la única forma de desatar aquel complejo nudo, era escribiendo. Probablemente, alguna necesidad similar a la que sentía la escritora fue lo que alentó estas palabras.

Cerca de las 22:00 hs del domingo 26 de octubre, el ex Jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, anunciaba la victoria de Alianza La Libertad Avanza en las elecciones legislativas 2025, donde se ponía en juego la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la Cámara de Senadores -127 y 24 bancas, respectivamente-. De manera insospechada para propios y ajenos, para grandes encuestadoras políticas, para notables académicos, para populares comunicadores y para los propios armadores partidarios, los dos años de gestión del oficialismo fueron aprobados por mayoría popular. Es cierto, la mediatización que ha adquirido la violencia contra las manifestaciones de los jubilados, el recorte presupuestario al Hospital Garrahan y a las universidades, el caso $LIBRA, el escándalo por corrupción de la Agencia Nacional de Discapacidad que involucra a Karina Milei y el Espertgate parecían listos para cobrarse su vuelto en las urnas. Sin embargo, tras una efectiva y exitosa campaña electoral, Alianza La Libertad Avanza obtuvo el 40,6%, imponiéndose en quince provincias -Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Chaco, Chubut, Córdoba, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, San Luis, Santa Fe, Tierra del Fuego y, de manera extraordinaria, Buenos Aires- y superando por casi el 6% de los votos a su principal adversario, Fuerza Patria y sus allegados.

A una semana del desenlace, es necesario ver el espejo retrovisor para poder delinear las huellas que próximamente caminaremos, porque, apropiándonos de las palabras del brillante Ernesto Sábato, el pasado tan solo cambia de lugar. Una primera explicación reside en el carácter vital que Javier Milei le ha dado a estas elecciones de medio término. No resulta extraño que un presidente outsider, que se consagró en el poder con una estructura partidaria joven y débil -más allá del apoyo que recibió del expresidente Mauricio Macri y su partido (PRO)-, necesite ratificar el rumbo y la fortaleza de su gobierno y su liderazgo ante el primer escenario plebiscitario que se le presente. Bajo esta clave, es posible comprender qué tan eficaz ha sido el uso de la polarización entre un “nosotros” versus un “ellos kirchnerista” como mecanismo de cohesión electoral.

Siguiendo el mismo argumento, otro factor importante fue la (inter)nacionalización de la campaña y de las elecciones, caracterizada por la injerencia -y amenazas- de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. Claro está que, para la mayoría de los electores, son otras las variables que definen su voto y no lo que declaró o no declaró Trump -lo que no le quita su significación-. No obstante, su relevancia descansó en el orden de lo económico. Revisitando la biblioteca de la historia reciente argentina, no es la primera vez que un gobierno con las características mencionadas modifica su rumbo económico a costa de construir una pequeña primavera preelectoral. Aquí, el rol que ha cumplido el Fondo Monetario Internacional y el salvataje financiero de U$S 20.000 millones por parte del Tesoro estadounidense han recuperado las pulsaciones del oficialismo. De este modo, Milei ha conseguido mantener en pie los grandes estandartes de su gestión: la estabilidad económica y el control de la inflación.

Ahora bien, si lo desarrollado hasta aquí es insuficiente para analizar los resultados del pasado domingo, ¿en qué sitio reside el diagnóstico certero y convincente? Si bien son múltiples las determinaciones de la realidad, la principal razón radica en que La Libertad Avanza está jugando en un tablero que únicamente contiene sus fichas, sin rival. Las distintas fuerzas opositoras, principalmente el peronismo, ha abandonado hace tiempo la discusión de lo político para mantenerse en aquellas respectivas a las tácticas de la política. La sociedad se ha cansado del “bilardismo electoral”, de los políticos que especulan y posan según lo que las encuestas dictan, del “poroteo” entre organizaciones y de las disputas nunca satisfechas entre los distintos dirigentes. Por supuesto, es importante que estas discusiones tengan lugar porque, en definitiva, hacer política es aspirar al poder, pero siempre y cuando sean complementarias a la discusión de la sustancia, del proyecto político, económico e ideológico del país. Años atrás, Ernesto Laclau decía que la política no finaliza en la gestión de lo existente, sino que transita en la construcción de lo posible. Es hora de que nuevos imaginarios salgan a la luz, de que la creatividad y el brillo vuelvan a ser la estructura que sostiene a la política argentina. Probablemente, los resultados de las elecciones y los decrecientes números de participación electoral sean un llamado de emergencia, un pedido de la sociedad por volver a ser interpelada por verdaderos proyectos de país, por lo verdaderamente político, por la verdadera sustancia.


El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa. elecciones

2 comentarios en «Sustancias y quimeras. Lo que quedó de las elecciones legislativas 2025»

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