Cuando Rayuela Club de Arte visita Trama Educativa, el estudio se vuelve un concierto para los oyentes. Belén Caputo, quien orquesta este espacio de aprendizaje, dialogó con Trama Educativa sobre el festejo del Día Internacional de la Música y el contexto actual que atraviesa la cultura en nuestro país.
La entrevista comenzó con una pregunta que parece simple pero que nunca se agota: ¿Qué es Rayuela? Caputo lo definió como un club de arte, un lugar de encuentro y de intercambio. Lo comparó con aquel conservatorio de música donde ella misma estudió. “En el conservatorio se educaba en la excelencia, era para ser concertista, y Rayuela tiene otro espíritu”, explicó. Un espíritu más amplio, más flexible y, sobre todo, más atento a los tiempos que corren.
Cuando Belén estudiaba, el teléfono celular todavía no formaba parte de la cotidianidad. Hoy la escena es distinta: vivimos rodeados de cambios tecnológicos que reconfiguran la atención, los ritmos y hasta la manera de aprender. En ese contexto, la música aparece como un refugio, pero también como un desafío. Se puede argumentar que la presencia constante del celular interfiere en la práctica diaria.
“Las redes tienen una inmediatez que la vida real no tiene”, advirtió. Por eso compara el estudio de un instrumento con esperar que una torta se cocine o que una planta crezca: procesos lentos, sin atajos, que enseñan mucho más que una melodía.
En Rayuela, ese tiempo es parte del valor del espacio. Cada estudiante llega con un motivo distinto, para algunos, la música es un hobby; para otros, una búsqueda personal; para otros, un modo de compartir con su familia. Lo importante, para Caputo, es que quieran estar ahí: “Si quiere venir, listo. Después yo me encargo del resto”.
El club también se ha convertido en un territorio donde conviven instrumentos, libros, talleres y proyectos interdisciplinarios. Belén lo define como una comunidad que crece año a año, habitada por familias que sostienen el espacio incluso en un contexto nacional adverso para la cultura. “Me debo a cultivar la paz, la cultura, el amor que me dan”, dijo antes de leer un texto de Gandhi que funciona como bandera para el proyecto. En un momento del país complejo y desgastante, construir un centro cultural se vuelve un acto de resistencia.
La celebración por el Día Internacional de la Música, que este año será el sábado 22 en el Aula Magna de la Universidad Nacional de Mar del Plata, condensa ese sentido de comunidad. No se cobra entrada, cada persona contribuye con un alimento no perecedero que luego se destina al comedor La Casa del Camino, en el barrio La Herradura. Un gesto simple pero colectivo, que para Rayuela es parte de la identidad.
Durante la visita al estudio, estudiantes de distintas edades tocaron piano, acordeón y guitarra. Hubo versiones de La Pantera Rosa, Himno de mi corazón, My Way, Marcha de los Santos, Inconsciente colectivo y Símbolo de paz. Cada interpretación fue presentada por Belén con una mezcla de ternura y orgullo. Algunos llevan dos años en el club; otros, seis o más. Algunos cambiaron de instrumento; otros volvieron después de un tiempo. Todos, sin excepción, encontraron en la música un espacio donde la sensibilidad queda a salvo.
La jornada cerró con un mensaje que resume la filosofía de Rayuela: seguir creando aún cuando el contexto agote, seguir iluminando incluso en la oscuridad, seguir sembrando aunque la cosecha tarde. Porque para Belén, y para quienes pasan por el club, la música no es solo un aprendizaje técnico, es una forma de estar en el mundo.