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programa-kalulu-argentinaPor Karina Insaurralde
Licenciada en Educación

En un país atravesado por profundas dificultades en la comprensión lectora, la psicopedagoga Agripina Sánchez Menta reflexiona sobre la alfabetización como derecho, el aporte de la neurociencia a la educación y el programa Kalulu, un método fonético de libre acceso que busca democratizar el aprendizaje de la lectura desde la evidencia científica.

Licenciada en Psicopedagogía, docente de nivel primario y doctoranda en Psicología con orientación en Neurociencia Cognitiva Aplicada, Agripina Sánchez Menta forma parte del equipo interdisciplinario que lanzó en la Argentina el programa Kalulu, un método de enseñanza de la lectoescritura basado en evidencia científica, adaptado al español rioplatense y de libre acceso.

Hay escenas que se repiten en las aulas argentinas y que ya no admiten negación. Chicos y chicas que transitan la escolaridad obligatoria sin comprender plenamente lo que leen; docentes que redoblan esfuerzos sin contar siempre con herramientas adecuadas; diagnósticos que se confirman año tras año en pruebas nacionales e internacionales y que exponen una dificultad estructural en la adquisición de la lectoescritura. En ese contexto, la llegada de Kalulu a la Argentina no es solo una novedad pedagógica: es una toma de posición frente a una de las urgencias más profundas del sistema educativo.

Agripina Sánchez Menta habla de lectura con la tranquilidad de quienes saben que están haciendo algo por el otro. No hay grandilocuencia en su tono ni promesas mágicas. Hay convicción, respaldo científico y una preocupación sostenida porque ningún niño ni niña quede afuera del derecho a aprender a leer. “Si sabemos cómo aprende el cerebro, tenemos la responsabilidad ética de enseñar en función de eso”, sostiene durante la entrevista.

Kalulu es un método de enseñanza de la lectoescritura 100% fonético, diseñado a partir de más de quince años de investigaciones en neurociencia cognitiva, principalmente las del reconocido neurocientífico francés Stanislas Dehaene. En la adaptación y llegada de Kalulu a la Argentina también tuvo un rol central Andrés Rieznik, doctor en Física, investigador en neurociencia cognitiva y uno de los divulgadores científicos más reconocidos del país. Rieznik integra el equipo que coordina la implementación local del programa junto a Melina Vladisauskas, Julia Hermida, Agripina Sánchez Menta y Romina Curto, y ha sido una de las voces que más claramente explicó por qué, en lenguas transparentes como el español, la adquisición de la lectura puede -y debe- ser un proceso rápido y sistemático cuando se enseña con métodos basados en evidencia científica.

A diferencia del método global -centrado en el reconocimiento visual de palabras completas-, Kalulu parte de los fonemas, los sonidos mínimos del lenguaje, y avanza progresivamente hacia la construcción de sílabas, palabras y significado. No hay atajos: hay código, decodificación y automatización.

“Muchos chicos no fracasan porque no puedan aprender -explica Sánchez Menta-, sino porque no se les enseña de la manera más acorde a cómo funciona el cerebro humano”. Y en esa frase se condensa buena parte de su recorrido profesional y de su compromiso con el proyecto.

Su incorporación a Kalulu comenzó desde el área de divulgación, pero con el tiempo su implicación fue creciendo. Cree firmemente que la alfabetización no puede seguir siendo una lotería determinada por el contexto socioeconómico. Las cifras son elocuentes: Argentina presenta dificultades persistentes en comprensión lectora incluso en estudiantes con varios años de escolaridad. Frente a ese escenario, Kalulu propone un enfoque explícito, sistemático y cuidadosamente secuenciado, con materiales que acompañan paso a paso tanto a docentes como a estudiantes.

El programa incluye una guía pedagógica, cuadernillos de trabajo, juegos con letras y palabras, videos tutoriales y una aplicación digital. Todo el material es libre y gratuito. Para Sánchez Menta, ese punto no es accesorio. “Democratizar el conocimiento implica que cualquier docente, en cualquier escuela del país, pueda acceder a materiales de calidad sin depender de presupuestos imposibles”, afirma.

Durante la charla aparece un tema que suele generar resistencias: la neurociencia en educación. Agripina lo aborda sin rodeos: “Todavía hay miedo a pensar que conocer el cerebro es reducir a los chicos a lo biológico, y es exactamente al revés”. Reconoce la incidencia del contexto social, emocional y cultural, pero subraya que el funcionamiento cerebral es el mismo. “Conocer cómo aprende el cerebro amplía las posibilidades pedagógicas, no las limita”.

En ese sentido, insiste en la necesidad de repensar los programas de formación docente, especialmente en los profesorados. Para ello es urgente poner en discusión que nuestros chicos no son solo un cerebro, pero sí son seres con una base biológica que interactúa con lo emocional y lo social. Enseñar respetando esa complejidad es reconocer su humanidad.

Kalulu ya comenzó a implementarse en un primer grupo de escuelas argentinas y despertó un fuerte interés entre maestros y maestras de todo el país. No promete milagros ni soluciones instantáneas, pero sí algo profundamente transformador: que aprender a leer deje de ser un obstáculo y vuelva a ser una puerta de acceso al conocimiento, a la ciudadanía y al disfrute de la literatura.

En tiempos de diagnósticos alarmantes, su voz se instala con firmeza y serenidad. Aprender a leer no debería ser un privilegio. Debería ser un derecho garantizado, sostenido por evidencia científica, compromiso pedagógico y políticas públicas que entiendan que sin lectura no hay inclusión posible.


El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.

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