Por Melanie Mandagarán
Profesora en Historia
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Desde su fundación en 1874 hasta la actualidad, Mar del Plata ha sufrido múltiples transformaciones en las cuales se fue modificando su paisaje pero, como ningún cambio es total, en el proceso muchos de los vestigios del pasado lograron sobrevivir a las transformaciones de su época y perdurar hasta nuestros días. Aunque muchos de ellos se encuentran en espacios que son sumamente transitados, no solemos prestarles atención ya sea por omisión o por ignorancia.
Al repasar la historia de Mar del Plata se pueden observar múltiples ciudades. En los primeros años nos encontramos con un poblado con un reducido número de habitantes que residían en precarias edificaciones, luego nos topamos con una magnífica ciudad con aspiraciones de igualar los encantos de los balnearios franceses de alcurnia y, por último, la urbe moderna con cientos de edificios mirando al mar y con cemento por doquier.
Pero, al igual que con los cambios de eras en la historia, ninguno de los pasos de una ciudad a otra se hizo de forma homogénea sino por el contrario en ese traspaso hubo tantos cambios como continuidades. Por esa razón no es extraño que encontremos en la actualidad restos de aquel pequeño poblado o de aquella ciudad que supo imitar a la rivera francesa. Aquí es importante mencionar que la utilización del término de restos no es en lo absoluto producto de la casualidad, sino por el contrario es una palabra elegida con gran determinación porque estoy convencida que son eso: restos de un pasado que ya no está y que por milagro sobreviven al egocentrismo de los seres humanos que consideran lo antiguo como algo viejo que debe ser reemplazado por algo nuevo y novedoso.
De estos restos de las Mar del Plata pasadas, la ciudad está plagada pero no los vemos. Ejemplo de ello es la escalera imperial. Emplazadas en nuestra costanera, múltiples son las personas que la utilizan y en época estival muchas más ya que permiten acortar el camino hacia la playa, si es que se la utiliza para bajar, o reducir la distancia hacia el corazón de la urbe si es que se las utiliza para subir. Aun así también están los que prefieren utilizarlas para quedarse sentados a sus costados sobre el bello césped para pasar un buen rato con amigos. Seguramente usted en algún momento la ha utilizado y es muy probable que la recuerde pues bajar por ellas es sencillo, pero subir representa un gran desafío y esto no se debe a alguna complicación de orden arquitectónico sino más bien porque nos hace cuestionarnos nuestro estado físico. Como toda escalera, los primeros escalones no presentan mayores dificultades, pero completar el recorrido hacia la cima nos hace pensar en la necesidad de iniciar algún deporte o alguna dieta.
Ahora bien, ¿cuál es su historia? La escalera imperial son los restos del primer paseo costero que tuvo nuestra ciudad, el paseo General Paz. Este mítico espacio fue construido a principios del siglo XX cuando Mar del Plata buscaba igualar a los balnearios de la élite europea. Su diseñador fue Carlos Thays, nacido en París, Francia, a mediados de la década de 1840 fue toda una eminencia en la construcción de parques y jardines, siendo el responsable de embellecer varios espacios verdes a lo largo de Argentina, entre ellos la Plaza de Mayo en Buenos Aires.
En sus orígenes el paseo General Paz contaba con una gran amplitud y con diversas atracciones como calesitas para los niños, canchas de tenis, de fútbol, de criquet, lagos artificiales, puentes para cruzar de un extremo a otro, una confitería y bellísimos jardines, uno de los cuales contaba con una réplica de la Torre Eiffel. Esto sumado a su cercanía con el mar y la rambla, el espacio fetiche de los veraneantes, le permitió convertirse en un lugar sumamente transcurrido. Pero nada es para siempre, y en la década de 1930 el paseo General Paz desapareció para dar paso a la monumental construcción de Alejandro Bustillo, la rambla casino, quinta y última rambla que se erigió en nuestra ciudad. En el proceso gran parte del paseo fue destruido y solo se conservan algunos restos, entre ellos, la escalera imperial que se encuentra en plena restauración para que pueda recuperar el brillo que alguna vez tuvo.
El presente artículo refleja la opinión personal de su autor y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.