nazareno-carrasco-cooperativa-cootraportNazareno Carrasco, secretario de la cooperativa Cootraport.

El segmento “Historias debidas” se propone dos objetivos: por un lado, contar historias de vida que puedan tener un valor para la comunidad circundante; por el otro, hacer justicia dando a conocer historias que nos son debidas, dado que aportan herramientas para repensar el modo en que llevamos adelante nuestras vidas y las opciones reales de que disponemos para transformarlas.

Debemos tener presente que si las que hoy son grandes potencias, beneficiarias del proceso histórico capitalista-imperialista, pudieron realizar su desarrollo primero y postergar la justicia distributiva para después, hasta que se diera como resultado espontáneo e inevitable del crecimiento económico, éste no es nuestro caso. No podemos reinventar y revivir el proceso capitalista en beneficio nuestro. En el contexto del mundo actual, nosotros, al igual que todos los países del “tercer mundo”, necesitamos implantar la justicia social y la integración comunitaria PRIMERO, como condición previa e ineludible para lograr el desarrollo económico.
Salvador Ferla, “Historia argentina con drama y humor”.

Según datos del último censo, publicado en 2023, la ciudad de Mar del Plata posee dos atributos en apariencia contradictorios: es una de las ciudades con más desempleo del país, liderazgo que no es nuevo ni sorprende; y es una ciudad cuya población adulta, en su mayoría migrante, no ha nacido aquí. Para muchos, en algún momento de sus vidas, “La Feliz” ha representado y representa un horizonte de expectativas.

¿Pero qué hacer cuando se llega a destino y se comprende que allí haya quizás menos oportunidades que en el lugar del que proveníamos? Es entonces cuando nos vemos obligados a buscar alternativas en el nuevo espacio que nos toca habitar.

La cooperativa Cootraport, sostenida desde hace casi cuarenta años por distintas generaciones de socios, acaso sea un ejemplo de que siempre hay alternativas y de que esas alternativas pueden resultar tan o más redituables que los tradicionales caminos de los que muchas veces resultamos prisioneros.

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Nazareno mira a cámara y su timidez desaparece. Las dudas que tenía antes de empezar la grabación -“¿Qué es lo que necesitan? ¿Qué debo decir?”, preguntaba- huyen despavoridas ante la convicción con la que empieza a hablar de lo que él hace, y de lo que otros hacen junto a él, y de lo que muchos otros hicieron antes que ellos: “Somos cooperativa desde hace 35 años. Cootraport fue fundada el 30 de junio de 1989 por un grupo de personas que necesitaba condiciones laborales dignas. Cansados del trabajo en negro y de la explotación, decidieron formarse como cooperativa”.

Nazareno es en realidad Nazareno Carrasco, secretario de la cooperativa Cootraport, una sociedad de responsabilidad limitada que trabaja en el puerto y que se dedica al estibaje y al servicio de autoelevadores. Y aunque en principio su tarea parece circunscrita a un ámbito específico, el espíritu cooperativo se trasluce en los múltiples beneficiarios directos e indirectos de sus actividades. Si la visión asociativa exige trabajar diariamente por fortalecer los lazos internos de la cooperativa, tal esfuerzo involucra también un trabajo conjunto con otras cooperativas y con el entorno en general.

Cootraport preside la Federación de Cooperativas de trabajo de Actividades Portuarias, y en ese marco tienen lugar iniciativas destinadas a la comunidad. Tal es el caso, por ejemplo, del programa CASA, en donde se aborda el problema de las adicciones y hay profesionales trabajando en conjunto con gente del barrio donde se halla la cooperativa. “No hace falta ser socio de la cooperativa”, dice Nazareno, “puede ser un vecino o un amigo el que lo necesite, o el amigo de un amigo”. De esta manera se recuperan en el discurso algunos de los principios fundamentales del cooperativismo: la ayuda mutua, el compromiso con la comunidad, las prácticas educativas e informativas al servicio del bienestar general. Ese bienestar que, desde luego, no empieza ni termina en el deseo de lucro.

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Las cooperativas de trabajo tienen en la Argentina una historia más que centenaria. Surgidas a comienzos del siglo pasado, desarrollaron su existencia al fragor de las convulsiones propias de nuestra historia y fueron organizándose en distintas federaciones. En medio de los vaivenes económico-sociales a los que el paso del tiempo nos tiene acostumbrados, las cooperativas de trabajo han ido fortaleciéndose como una opción soberanamente elegida por los trabajadores cuando las alternativas ofrecidas por el mercado tradicional resultan insatisfactorias.

Al respecto, Nazareno no duda en señalar las virtudes del cooperativismo en el marco de la
economía social y solidaria: “Hay ciertas diferencias entre un trabajo registrado bajo relación de dependencia (…) las cooperativas estamos todas registradas y todos nuestros trabajadores trabajan en blanco a través del monotributo (…), acá no solo sos dueño de tu trabajo, sino que formás parte de las
decisiones, asumís riesgos, y como las cooperativas también forman parte de la sociedad, vos tenés la posibilidad de ayudar, de asistir a otros y de ser participativo”.

La cooperativa se compone a la fecha de 46 asociados que llevan adelante de manera conjunta el trabajo y la toma de decisiones. Existe un Consejo de Administración elegido por los socios que cuenta con su presidente, secretario, tesorero, vocales, y las discusiones en torno de lo que resulte mejor para todos se dan de manera horizontal. “Tiene que estar de acuerdo la mayoría”, recalca Nazareno, ”es por mayoría”. Y enseguida aclara: “Generalmente cuando uno lleva una buena gestión y tiene una cooperativa ordenada como la nuestra es muy difícil que la gente se oponga a un proyecto que va a brindar crecimiento a la cooperativa. Nosotros gracias a Dios siempre contamos con la gran mayoría, aunque a veces por distintos motivos o cuestiones no participan todos en una asamblea, pero con que vos tengas la mitad más uno, se aprueba”.

Tal vez sea este otro de los pilares distintivos de la organización comunitaria: el hecho de que toda labor es colectiva porque son colectivos los beneficios que se buscan, y porque si de lo que se trata es de trabajar por el bienestar de una comunidad, es deseable que todos intervengan en la toma de decisiones y puedan aportar su voz y su voto, además de su trabajo.

“Desde luego, todo esto se da en el marco de reglas y leyes que hay que respetar. La transparencia se garantiza porque las cooperativas tienen auditorías externas y tienen controles de los organismos nacionales y provinciales. No es que uno forma una cooperativa y se maneja como quiere. De hecho, hay una ley de cooperativas, la 20.337, que data del año 1984”.

A principios de 2024, y en un gesto cuya humanidad cabe dudar, el vocero presidencial Manuel Adorni anunció que el Ministerio de Capital Humano de la Nación daría de baja a once mil cooperativas. Las presuntas “irregularidades” denunciadas por el funcionario, entre las que se destacaban el poseer asociados repetidos, el mismo correo electrónico o compartir el domicilio legal, antes que exponer a las cooperativas, desnudaron sin piedad la ignorancia de quienes pretenden ir contra ellas. Ninguno de los atributos mencionados implica una falta y, muy por el contrario, da cuenta de una lógica que se construye de manera comunitaria, entre iguales, guiados por el propósito de la ayuda mutua.

La ignorancia, siempre peligrosa, puede acabar multiplicando las injusticias.

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La economía social y solidaria, y el trabajo cooperativo que se desarrolla en su interior, a menudo han sido vistos como una práctica marginal. Sin embargo, tal perspectiva no refleja el verdadero alcance que el sector tiene. La ciudad de Mar del Plata cuenta con más de 300 cooperativas activas que cada día ponen manos a la obra para asegurar el trabajo de sus asociados. Algunas de ellas tienen una larga historia y otras surgen y desaparecen estimuladas por las innúmeras vicisitudes coyunturales. Dar a conocer este sector resulta primordial y es parte de la tarea informativa a la que deben entregarse las cooperativas, a fin de cumplimentar el rol comunitario que sus propios principios prescriben.

Nazareno destaca, haciéndose eco de esa necesidad, el rol de la educación: “Hay un cambio importante. Hoy por hoy las universidades, las distintas facultades, los colegios, hablan mucho sobre cooperativismo, pero fue una lucha larga de muchos años”. Si la posibilidad de optar por algo que se conoce poco y mal es baja, la de optar por algo que se desconoce es nula. Quizás por eso comunicar el trabajo que se hace, su funcionamiento, el modo en que se organiza y retribuye, sea una parte nada subestimable de la tarea de las organizaciones cooperativas. El crecimiento de estas propuestas, y la posibilidad de que solo sean “alternativas” en tanto ofrezcan a la comunidad opciones laborales sustentables, solidarias y responsables, depende del tendido de estos puentes que se dan dentro de las comunidades en que se vive y se trabaja. El carácter “alternativo”, en este sentido, debería dejar de pensarse como si se tratara de algo menor y presentarse como lo que efectivamente es: una alternativa, acaso más humana, a los fríos y cada vez más deshumanizados trabajos que ofrece el mercado laboral tradicional, en donde el beneficio individual se impone a cualquier otro objetivo.

“Hay cooperativas que han cerrado, sí, mucho hace la gestión y mucho hace la política del momento también. Hay gobiernos que apoyan la economía social y popular y sostienen a esas cooperativas y las ayudan a fortalecerse. Y también hay gobiernos a los que directamente no les interesa. Una cooperativa que cierra son 20 desocupados más, o 30 o 10 o 5, pero sigue siendo gente sin trabajo. Cada cooperativa que se constituye es gente que se inserta en el mercado laboral y hay gente que por distintos motivos no ha tenido la posibilidad de ingresar”, dice Nazareno, y recuerda que la autonomía e independencia por la que luchan muchas veces se ve amenazada por gobiernos que les juegan en contra.

Aun así, la batalla por sostener la alternativa crece y se multiplica, tal vez porque hay, entre los principios y valores cooperativos, un mandato que vuelve inadmisible la claudicación. La economía social y solidaria y las cooperativas llegan a donde otros no llegan o no les interesa llegar. Mercados capitalistas y estados gobernados con lógicas mercantilistas no suelen interesarse por el empleo genuino, sustentable, comprometido con el ambiente y la comunidad de la que se forma parte, así como tampoco se interesan muchas veces por la provisión de servicios elementales o por el establecimiento de lazos que mejoren en algún aspecto las vidas de las personas. Y en el caso de las cooperativas de trabajo, y como bien lo menciona Nazareno, el objetivo por el que todas las voluntades se unen no está vinculado a un mero afán recaudatorio, sino al sostenimiento de las fuentes dignas de trabajo que los trabajadores eligen una y otra vez, cada día, en el marco de relaciones horizontales, democráticas, preocupadas por el bienestar general: “Más en los tiempos que corren, ¿no?”.

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