Por Benjamín Blanco
Estudiante del Profesorado y la Licenciatura en Letras. Universidad Nacional de Mar del Plata
Cada pedazo de esta ciudad lleva, como una piel, las huellas de mi historia.
Hernán Ronsino, Lumbre, 2013
El pasado 28 de diciembre, con los primeros días de calor después de un mes que postergó la playa para enero, la banda de rock La Renga tocó en Necochea, donde más de treinta mil personas asistieron a lo que fue el concierto más multitudinario de la localidad costera, cuyas avenidas principales, acostumbradas al poco tránsito, se llenaron del movimiento de micros de larga distancia cargados con fanáticos de la agrupación originaria de Mataderos, que, convocados por ella para el cierre de su gira, llegaron a la ciudad vistiendo remeras con su nombre, o banderas con el logo de La Renga, enorme, atadas a sus espaldas como capas.
Después del viaje, muchos de ellos decidieron descansar, así que se tiraron, de cara al sol y con una cerveza en la mano, en las veredas del barrio Luz y Fuerza, frente al Polideportivo Municipal, el predio donde tuvo lugar el concierto, que varios vecinos disfrutaron gracias a las vistas que tuvieron desde los techos de sus casas.
Otros, y algunos seguro que por primera vez en sus vidas, aprovecharon la oportunidad de bañarse en el mar, y caminaron por la playa y su centro, descalzos y con lentes de sol. La mayoría paseó por el Parque Miguel Lillo, al que, a su habitual paisaje de amigos y familias que toman mate o juegan a la pelota, sumó canciones de la banda, asados en las parrillas de Pinolandia, la risa de sus conversaciones y banderas como las que llevaban puestas atadas a las ramas de los árboles.
En cuanto al concierto, que abrieron las bandas El Plan de la Mariposa y Bulldozer Blues Band, La Renga tocó varios de sus temas más emblemáticos, como “Tripa y corazón” y “El revelde” (sic), entre otros, presentó “Hay un tirano para vos”, inédita hasta ese momento, y concluyó el recital después de veintiocho canciones sumadas a las anteriores.
Como curiosidad: si bien muchos necochenses no asistieron al concierto, sí que lo escucharon, a lo lejos, desde la comodidad de sus hogares, y por las anécdotas de diferentes conocidos. Uno de ellos relató lo siguiente. Después de que la banda se despidió, él fue a una estación de servicio para tomar un café y despabilarse un poco. Mientras esperaba su pedido, un chico desconocido que le dijo ser de Mar del Plata se le acercó y le pidió que, por favor, lo dejara utilizar su teléfono para comunicarse con sus amigos, con quienes había organizado volver pero que no podía encontrar. El necochense aceptó, y esperó, paciente, a que el otro terminara, mientras él hacía lo mismo con su café y empezaba a sentir cómo el cansancio lo dormía. Cuando el chico le confirmó que sus amigos regresaron sin él, fue como si se despertara, no pudo evitar seguir hablándole, acerca de la ciudad y el concierto, los mejores lugares para esperar hasta que pudiera llegar a la terminal y las mejores canciones que hicieron los mejores pogos, y notó, en su cara, además del desconcierto propio de los cambios de planes, la felicidad de quien ya está hablando de un recuerdo al que volverá, con mucho gusto y placer, más de una vez.
Esta y otras tantas anécdotas o relatos dan cuenta de los vínculos necesarios que se establecen en la zona entre visitantes y locales, que pertenecen al espectro de influencia de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es nuestro objetivo aquí inaugurar una columna que hable de estas relaciones tan productivas en el invierno como en la época estival.
Bibliografía:
Mikkelsen, C. A. y Velázquez G. A. (2019). Localidades del sudeste de la provincia de Buenos Aires, aproximación al estudio de su dinámica poblacional. Revista Huellas, Volumen 23, Nº 2, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas.