
Por Karina Insaurralde
Licenciada en Educación
Cuando mi hija mayor tenía cinco años murió mi abuela. Recuerdo que me senté a su lado en la cama y le dije “la abuela Ula se fue al cielo”. Ella me miró con sus enormes ojos café, me acarició el rostro y me dijo “no, la abuela se murió porque estaba viejita”. No pude decir nada más, no hacía falta porque ya estaba todo dicho.
En la edad media, el nacimiento era para la infancia un misterio, sin embargo vivían la muerte con naturalidad. Hoy, sin embargo, sucede lo contrario: les brindamos información sobre el proceso del nacimiento sin ruborizarnos, pero ante la muerte quedamos sin palabras.
Phillipe Aries escribió “(…) la muerte, esta compañera familiar, ha desaparecido del lenguaje; su nombre ha llegado a ser prohibido”. Y sus palabras describen con certeza nuestra relación con la muerte, un momento en el que abundan los eufemismos y los silencios.
En la escuela, lugar donde sucede gran parte de nuestras vidas, también debemos toparnos con ella. Ya sea por situaciones que suceden fuera de la escuela con las familias de nuestros estudiantes, o en nuestras aulas. Y es entonces cuando nos damos cuenta que no tenemos las herramientas necesarias para afrontar la situación.
“Cuando sucede una muerte en una escuela, anticipada por accidente, por lo que sea, cada uno, cada integrante de la comunidad responde esa situación desde donde puede. Generalmente el ‘de donde puede’ no son apoyos desde mi subjetividad muy confiables”, explica el Dr. Alejandro Nespral, médico pediatra especialista en cuidados paliativos. Junto con un grupo de colegas, idearon Cultura Paliativa1, un proyecto que nace hace diez años a partir de una pregunta: ¿Cómo se puede acompañar el duelo fuera del consultorio y con enfoque comunitario?.
“Nosotros ya teníamos un vínculo con un montón de escuelas porque teníamos la costumbre, y la seguimos teniendo, de que cuando conocíamos a un niño o una niña nuevo que necesitaba una atención paliativa, nos parecía importante conocer la escuela a la que iba”, y esas comunicaciones los hicieron pensar que las escuelas eran un lugar donde se debía hablar de duelo.
Comenzaron con una serie de talleres en escuelas, en los que tuvieron que transformar saberes y posturas con respecto al duelo, para trabajar desde un enfoque pedagógico. “Fue muy interesante, muy rico, mucho aprendizaje. Rápidamente derribamos algunos mitos, como que a los docentes esto no les interesa. No, tardamos un minuto en darnos cuenta que había interés. Nos miraban torcido, digamos, o había algún tipo de resistencia. Pero lo que más, había mucho más interés que resistencia. Los talleres eran un espacio de aprendizaje, de discusión, donde afloraban las emociones y las dudas pedagógicas en partes iguales”, relata.
Si bien la intención al inicio era hacer talleres de tipo preventivo para brindar herramientas a docentes sobre el tratamiento de la muerte en la escuela, los pedidos puntuales llevaron a una segunda etapa que se caracterizó por el acompañamiento a escuelas frente a una muerte. Luego, la pandemia trajo las capacitaciones virtuales, en las que no sólo se sumaron docentes de Argentina, sino de otros países de América Latina. “Después nos dimos cuenta de que había mucho más campo todavía para trabajar y nos tomamos muy en serio la idea de generar contenidos en relación a esto, contenidos de lectura más académica o contenidos de lectura de un consumo más digital. Y también hicimos proyectos de investigación en relación a este tema, entonces armamos un equipo”, recuerda.
El profesional recalca la importancia del diseño de protocolos de intervención en casos de muerte en las escuelas: “Creo que algo que pasa en la escuela muchas veces es que la norma termina siendo el silencio. Es cómo hacemos para que no se note que la maestra tiene ganas de llorar porque se le acaba de morir una alumna, o porque todas las maestras tienen ganas de llorar porque se murió una compañera”. Sin protocolos, sin pensar en el abordaje de la muerte como parte del currículum, cada docente lo aborda como puede, y termina dependiendo de las iniciativas personales. “En la medida en que no se avance en esta discusión, donde probablemente todavía está muy lejos bajar al papel si muerte y duelo tienen que ser parte de la currícula, vamos a seguir siendo testigos de camadas de chicos que van egresando de los niveles educativos sin haber tenido una suerte de contacto orgánico con este tema”.
Hablar de la muerte nos incomoda, porque en algún lugar de nosotros albergamos el pensamiento primigenio de que aquello que no se nombra, no existe. Pero la muerte existe, y cuando entra a nuestras aulas arrasa con todo. Tal vez sea hora, como otrora sucedió con la ESI, de empezar a hablar del duelo en la escuela para que deje de incomodarnos y tengamos herramientas para acompañar a nuestros y nuestras estudiantes (y a nosotros mismos) en procesos de duelo.
- Cultura Paliativa brindará un curso online sobre duelo y muerte en la escuela. Información disponible en: culturapaliativa.com ↩︎