autocuidado-docente

Por Marcela Esperón
Docente
Lic. en Psicología, UBA
Especialista en Gestión y Conducción Educativa, Flacso

Ser docente es un gran desafío para la salud mental; implica un esfuerzo constante para poder gestionar las emociones. Algunas veces ese esfuerzo es consciente y otras, no hay casi registro del mismo. El Sistema Educativo plantea políticas de cuidado en la escuela. Esas políticas están pensadas en relación a los alumnos. Es sumamente importante el cuidado de los estudiantes. Para ser cuidados, necesitan que sus “cuidadores” estén preparados y, a su vez, sean cuidados por el sistema del que forman parte. Generalmente esto no sucede y los maestros y profesores sufren por distintas situaciones que les plantea la escuela (en sentido amplio) y su propia vida personal. Cuando un docente no puede gestionar sus emociones ni hay quien lo ayude, soporta aquello que puede, padece con lo que no puede y la política de cuidado, se descuida.

Es llamativo que, quienes conducen el Sistema Educativo, no presten atención al aspecto psicológico de los trabajadores docentes. El trabajo en territorio no es sencillo; el mundo en el que estamos inmersos tampoco. Habría cuestiones sencillas y concretas que se podrían pedir a las autoridades correspondientes como, por ejemplo, solicitar que en las Jornadas Docentes hubiera un espacio en el que se trabajara el aspecto emocional de los maestros. No se trata de agregar un horario nuevo, ni dejar de trabajar el tema de la jornada, pero resultaría beneficioso para los “cuidadores” disponer de un espacio para trabajar aquellas cuestiones que incomodan o generan conflicto, es decir, tener un espacio para pensar juntos qué se hace cuando algo sobrepasa lo que cada uno puede sostener.

Poder hablar de lo que angustia, de lo que inquieta, podría hacer más rico el encuentro y ser muy útil para quien está encargado de cuidar a los alumnos. En caso de que los trabajadores lo consideraran necesario, tendrían que peticionar por medio de los directivos, los gremios o utilizando los medios que sientan adecuados.

Más allá de lo planteado y, mientras no ocurra un cambio, o a pesar del mismo, el autocuidado es muy importante. Cuidarse es un gesto de amor y de generosidad personal. No se trata de sugerirles a los docentes que recurran a un tratamiento; cada uno decidirá si lo necesita o no. Pensar en el autocuidado es pensar en estrategias posibles mediante las cuales pueda lograr que las exigencias laborales que son muchas, se las pueda realizar en las mejores condiciones posibles. Es importante que cada docente vuelva a registrar o, lo haga más profundamente, que cuidarse está relacionado con ponerse en primer plano. Si una persona no se coloca en primer plano como persona y como trabajador; quién lo hará.

No se trata de no cumplir con aquello que tiene que ver con el trabajo; se trata de realizar las cosas con un ritmo adecuado, dosificar el tiempo. Saber qué tareas hay que llevarse a casa y cuáles no son tan necesarias. Repensar las formas de planificar, haciendo lo que “hay que hacer”, pero de otro modo. No llevarse a casa aquellas cosas intangibles que deberían quedar en el ámbito de la escuela. Cuanto más se cargue en la mochila y entre al hogar de cada uno, la vida familiar se va a ver más recargada. Preguntarse si lo que cada uno se lleva es tan necesario, o se podría dejar.

El autocuidado, el priorizarse, el ser amorosos cada uno consigo mismo permite transitar la escuela de forma más saludable, más armoniosa y amigable. De este modo, podrá ser más amoroso con los alumnos. Si los cuidadores son cuidados y se pueden cuidar, podrán poner la mejor atención posible sobre sus alumnos. Si bien siempre ponen la mejor atención posible, se tratará de hacerlo con el menor costo psíquico para cada maestro y maestra.

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