Por Juan Salandro
Todos observamos los estragos que ocasionó en “la normalidad” la pandemia de Covid 19 desde comienzos del 2020, del mismo modo que pudimos experimentar en carne viva el modo en que grandes sectores de la clase media/alta administrativa del sector público apeló a la excusa de las medidas sanitarias para proceder de manera negligente. No hablamos sólo de la experiencia burguesa de la cuarentena, que se pudo percibir tanto en memes, posts de redes sociales y comunicados oficiales, sino del modo en que una clase social experimenta la pandemia, y cómo un gobierno, de forma plenamente electoralista, apela a esa cosmovisión.
La educación fue, así, un terreno estratégico al que apuntar. Es evidente que, en el modelo de familia que la situación económica argentina define -es decir que, suponiendo a modo de ejemplo una familia compuesta por dos adultos responsables y sus hijos, ambos tutores deben dedicarse a actividades laborales, y también otros adultos responsables vinculados al núcleo familiar- se delega la atención de los menores a las instituciones: la escuela atiende a modo de guardería. Es por esto que un paro docente puede llegar a tener un impacto similar al de camioneros: si una familia, ante una medida de fuerza gremial, no puede delegar el cuidado de sus hijos ni a la institución, ni a otros familiares cercanos que también deben trabajar, no puede trabajar; se frena un sector de la economía. Así se entiende el modo en que la escuela entra en el centro de las preocupaciones de la clase media.
Al mismo tiempo, durante el periodo de cuarentena, la dinámica educativa/familiar se vió alterada de raíz. De repente, los padres se encontraron directamente en presencia ante el proceso educativo de sus hijos. A esto se suman las tensiones propias del encierro, la intensa convivencia forzada, la incertidumbre económica y las dificultades informáticas. Este nuevo “régimen educativo de emergencia” ocasionó que, por lo menos, el 10% de la comunidad estudiantil, en enseñanza obligatoria, se vea desvinculada del sistema educativo y aún hoy no haya logrado reintegrarse.[1]
Ahora bien, hacia mediados del 2021, la imagen pública del gobierno de turno empezó a descender, o continuó descendiendo, drásticamente, hasta el punto en que, para las elecciones PASO, en la provincia de Buenos Aires quedara de segunda fuerza frente a la coalición de Juntos por el Cambio; evidente el modo en que el terreno educativo era el frente de combate electoral. Es larga la historia de los ajustes en Argentina durante el gobierno de Cambiemos,[2] que se combina de manera extraña con la insistencia de la misma coalición, renombrada para tratar de despistar a los más distraídos. El quid del discurso macrista es la priorización de lo económico, por eso el vaivén entre cerrar escuelas, para reducir el costo público, y la apertura de las mismas, para, ya lo dilucidamos más arriba, facilitar el movimiento de los trabajadores. Ante esto, el oficialismo dice priorizar el cuidado de las personas, y responde con una medida pseudohumanitaria llamada +ATR; la que, desde el nombre, la referencia a la frase popularizada por Pablo Lescano, puede verse la manera en que se ajusta a la consciencia fenoménica que promueve el populismo: todo pasa por lo que se vé, por el fenómeno, no hay acciones profundas que vayan a atender las necesidades de base de las comunidades. Así, el plan de “Acompañamiento en Trayectos de Reintegración”, viene a “hacer como” que responde a las necesidades de una clase media indecisa electoralmente y que posiciona su discurso desde una aparente preocupación por la educación de sus hijos. El resultado no es menor, ya que entre las PASO y las elecciones oficiales el oficialismo aumentó su índice de electores en un 4.89%,[3] considerable incluso ante el fracaso electoral en que concluyeron las elecciones.
Aun así, el plan continuó, y prontamente mostró la hilacha. Ser un docente en de “+ATR” no implica sólo enfrentarse al ninguneo de la planta docente permanente, sino que es una constante lucha contra el vaciamiento institucional. Se espera que un profesional formado en un área específica atienda las necesidades educativas de la totalidad de una planta estudiantil en la mayor cantidad de asignaturas posibles. Esto lleva a que los docentes no sólo tengan que trabajar en áreas que exceden su incumbencia, a veces de manera radical -docentes de Literatura asistiendo en Exactas, por ejemplo, si tener una mínima formación en didáctica de la aritmética-, también es continua la situación de impartir diversas asignaturas simultáneamente. Evidentemente, esto implica una carga de trabajo y estrés considerable para el trabajador y, en la misma línea, una experiencia educativa mediocre para los estudiantes. Pero esto último no es un problema, porque el sistema educativo hace mucho que dejó de interesarle el aprendizaje. Las medidas educativas de los últimos 17 años demuestran que el interés está puesto en el índice de egreso; la consciencia fenoménica del populismo se alimenta de estadísticas. Lo mismo sucede en el plan FINES, donde los coordinadores “aprietan” a los docentes para garantizar los índices de egreso del programa.[4] El régimen de evaluación que se instauró en este último periodo –los TED, TEP, TEA- no representa una revisión de las prácticas educativas, el abandono del estigma numérico, sino que desmantela todo posible seguimiento del proceso pedagógico. Del mismo modo, en la última comunicación sobre la planificación pedagógica, Comunicación Conjunta N° 1/22, aparece el concepto de “peinar materias”, como un modo de rápido acreditamiento de las materias adeudadas por los estudiantes. No se está garantizando el aprendizaje, porque este es un proceso lento y trabajoso; se aprende a través del trabajo, del hacer, del cuestionamiento, todos elementos constitutivos de un ethos aparentemente molesto. Se está garantizando un índice aprobatorio funcional a la imagen estadística del gobierno, pero que lo único que nutre es a la continua estafa del sistema educativo.
De igual manera, la situación laboral presenta una marcada precarización. Desde el momento del primer cobro los docentes se encontraron con sus “situaciones de revistas” mal cargadas y una facturación que difería en 20mil pesos el monto de cobro declarado en el anuncio del plan. A esto, se continuaron dilucidando otros hechos nefastos: se le exige a los docentes trabajar en los domicilios de los estudiantes, pero no se les habilitan viáticos ni para el traslado ni para la impresión del material de trabajo de los alumnos, y, peor aún, en pleno brote de COVID 19 no se les garantiza ninguna licencia por enfermedad, teniendo como máximo 10 faltas antes del cese del cargo. Del mismo modo, las condiciones de trabajo y la asignación de actividades se ven constantemente modificadas de manera evidentemente arbitraria, dando porresultado un ambiente laboral en el cual no hay normativa que valga para regirlo.[5]
Esta es la respuesta que da el oficialismo al problema educativo de la pandemia, una vuelta de alambre que intenta sostener precariamente el problema, al mismo tiempo que aprieta el cuello de los docentes; igual, esta imagen no es nueva… ya lo dijo Eva Duarte: “No nos alcanzará el alambre de fardo para colgar a los contreras”.
Juan Martín Salandro
[1] Datos en: https://www.utdt.edu/ver_nota_prensa.php?id_nota_prensa=19632&id_item_menu=6
[2] Puede leerse en más detalle: https://www.laizquierdadiario.com/Festival-la-Educacion-Publica-Resiste Preocupa, principalmente, el estado de los departamentos de Orientación Escolar -los “gabinetes”-.
[3] Datos en: https://www.infobae.com/elecciones-argentina/
[4] Es común en la docencia dentro del plan FINES que se incorporen estudiantes sobre el final del ciclo lectivo, y se insista desde coordinación en que se garantice la aprobación de los mismos.
[5] El tema de la precarización se puede leer en más extenso acá: https://www.laizquierdadiario.com/Kicillof-ATR-con-la-precarizacion-Es-un-desastre-como-se-estan-manejando-desde-el-gobierno-con
El presente artículo refleja la opinión personal de su autora y no corresponde necesariamente a la línea editorial de Trama Educativa.