Por Sabrina Domínguez. Docente de la EES N° 50.
Un bullicio se escapa de las aulas. Pasos que se apuran, voces y risas que se mezclan con el roce metálico de las cadenas y los frenos de las bicicletas. En la Secundaria N° 50 de La Gloria de la Peregrina encontramos una manera distinta de hacer escuela: sobre dos ruedas. Y es que, desde hace un tiempo, funciona aquí un taller de cicloturismo, impulsado por un profesor de Educación Física que propuso cambiar el patio por los caminos de tierra.
“La idea salió de ver a algunos chicos que ya venían a las clases en bici y no se querían bajar, se quedaban con ganas de seguir pedaleando. La verdad es que la escuela está rodeada de sierras, de caminos de tierra… es el escenario perfecto para este tipo de actividad. Me parecía una lástima que no lo vivieran”, cuenta Cristian, el profe que lleva adelante la iniciativa.
Desde el comienzo del taller, hace tres meses, ya se hicieron tres salidas: dos pensadas para ciclo superior, con recorridos que superaron los 20 km, y una más corta, destinada a todos los cursos. Esa última tuvo un aire distinto: fue el festejo sobre ruedas del Día del Estudiante y la llegada de la primavera. Pero el año aún no termina y Cristian y otros docentes ya están organizando la próxima salida: campamento en Laguna de los Padres, con actividades recreativas y nuevos senderos para descubrir en bici. La expectativa crece, y en los recreos ya se escuchan las preguntas y los comentarios de los que quieren sumarse a la próxima aventura.
Más allá de la distancia recorrida, lo que hace especial al taller es el espacio de encuentro que genera. Para los chicos, cada salida es una oportunidad de compartir y hacer nuevos amigos. Joaquín lo dice claro: “Lo que más me gusta es el compañerismo que hay, y los profesores, que siempre dan ese pequeño impulso para que todo sea más entretenido”. Zahira, en cambio, se queda con la experiencia de descubrir: “Me gustó pasear por caminos diferentes a los que siempre iba”. Y enseguida suma algo que muchos comparten: “Yo me di cuenta de que me gusta más andar en bici cuando estoy en grupo, con mis amigos”.
Tal vez, parte del entusiasmo tenga que ver con la libertad. Porque si hay algo que distingue al taller de otras actividades escolares es que la participación es totalmente voluntaria. Las puertas están abiertas para todo aquel que quiera sumarse, pero nadie está obligado. Poco a poco, cada vez más chicos y chicas sienten curiosidad por descubrir de qué se trata y se suman a la experiencia sobre ruedas. A los que estamos adentro nos emociona ver cómo son ellos los que hacen crecer el taller, con sus ganas y su compromiso. El proyecto tiene metas simples, pero potentes: que los chicos conozcan una actividad como el cicloturismo y aprendan a disfrutarla con responsabilidad, que trabajen en equipo, que miren con otros ojos la naturaleza que los rodea y que, de ese redescubrimiento, broten también la valoración y el respeto por el entorno. Todo esto se cumple en el camino, mientras se cruzan alumnos de distintos cursos, comparten charlas, pedalean y dejan que el aire fresco les renueve las ganas.
“Los chicos salen con casco, llevan agua, algo para comer… y de a poco van entendiendo que no es solo pedalear, sino cuidarse y cuidar al que tienen al lado. Lo lindo es que, aunque muchos son de acá, nunca habían recorrido estos caminos. Y cuando lo hacen, se sorprenden: descubren un paisaje nuevo. Además, hoy todo pasa por el celular, y esto les da la chance de estar al aire libre, cara a cara con sus compañeros, charlar entre ellos, compartir. La bici les abre otra manera de estar juntos”, dice Cristian.
Pero la experiencia no incluye solamente a quienes pedalean: la comunidad también se involucra. Con rifas y distintas iniciativas, se buscan fondos para cubrir los gastos de la actividad, como cámaras de repuesto, parches, aceite, infladores y cascos. Cada aporte es, en realidad, una forma de hacer rodar el taller y de sumarse a este movimiento que va más allá del deporte: es cultura, es pertenencia, es encuentro.
En La Gloria de la Peregrina, donde a veces los caminos parecen siempre los mismos, las bicicletas de la Escuela 50 están abriendo otros: los de la curiosidad, el cuidado del cuerpo, el amor por el lugar y la alegría de descubrir que, andando juntos, la vida es más linda.
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