Dialogamos con Miriam Kap, docente, investigadora y extensionista de la Universidad Nacional de Mar del Plata, sobre facilidades y complejidades del trabajo con Inteligencia Artificial.

La expansión de la Inteligencia Artificial dejó de ser una promesa futura para convertirse en una realidad que atraviesa la vida cotidiana, el trabajo y, de manera cada vez más visible, el sistema educativo. Frente a este escenario, Miriam Kap, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata, plantea la necesidad de abandonar miradas simplistas y avanzar hacia una reflexión crítica sobre su incorporación en las prácticas de enseñanza.

“La inteligencia artificial está presente en todas nuestras actividades”, sostiene Kap, y remarca que no se trata de una herramienta externa que pueda encenderse o apagarse a voluntad. Por el contrario, advierte que forma parte de la subjetividad contemporánea, desde los sistemas de geolocalización hasta los correctores predictivos de los teléfonos móviles, la IA se encuentra naturalizada en acciones cotidianas que muchas veces pasan inadvertidas.

En el ámbito educativo, esta realidad genera tensiones en los enfoques tradicionales. Las primeras reacciones frente a la inteligencia artificial generativa suele ser el temor: el fraude, el plagio o la copia aparecen como preocupaciones recurrentes entre docentes de distintos niveles. Sin embargo, para la investigadora, ese diagnóstico corre el eje del problema. “Si una consigna es fácil de resolver copiando y pegando, el problema no es la inteligencia artificial, sino la consigna”, afirma, y subraya la necesidad de revisar las prácticas de enseñanza y los modos de evaluación.

Desde su experiencia en la formación docente universitaria, Kap explica que prohibir el uso de la inteligencia artificial no sólo resulta ineficaz, sino también contraproducente. Estudios realizados en universidades europeas muestran que la gran mayoría de los y las estudiantes ya utilizan estas tecnologías. “No es algo que podamos sacar de la institución educativa”, remarca, y propone integrarla de manera explícita, crítica y pedagógica.

Lejos de concebirla como una solución rápida, Kap plantea pensar la inteligencia artificial generativa como una “meta-tecnología” que habilita procesos de pensamiento. En ese sentido, destaca experiencias didácticas que invitan a los estudiantes a explicitar los prompts utilizados, cuestionar las respuestas obtenidas, identificar sesgos y evaluar el valor de verdad de los contenidos generados. 

Finalmente alertó sobre los riesgos de imaginar escenarios de autoaprendizaje desligados de la responsabilidad docente. “Pensar que los chicos pueden aprender solos con inteligencia artificial es una distopía”, sostiene. Reivindica el rol del o la docente como quien orienta, jerarquiza y acompaña los procesos de construcción de conocimiento, especialmente en un contexto atravesado por profundas desigualdades sociales y culturales.

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