
Por Karina Insaurralde. Licenciada en Educación.
Dos adolescentes miran a la cámara, están sentadas en un aula portando con orgullo sus buzos de egresadas. “Bienvenidos a entre dos bancos”, dice con una sonrisa una de las chicas antes de comenzar un simulacro de entrevista que se transformará en un video de TikTok con miles de vistas.
Hasta aquí es un video más, una forma de expresar la alegría de transitar los últimos meses de la escuela secundaria y compartirla con otros usuarios de la red social que más utilizan los y las jóvenes de todo el mundo. Sin embargo, la algarabía termina pronto.
Las preguntas se tornan incómodas, se tratan de su vida íntima, abarcando temas como la sexualidad, problemas con amigas y un padre abandónico. De pronto, la sonrisa del inicio desaparece dando lugar a una voz que intenta ahogar las lágrimas y el tono de la “entrevistadora” adquiere cierta violencia. Nadie interviene, nadie parece notar que hay una compañera que está por romper en llanto, sólo se escuchan risas de fondo.
En TikTok podemos encontrar centenares de estos videos. El Pin-Pong de 2024 fue destronado por “Entre dos bancos”, un trend que surge a raíz del programa “Entre dos suculentas” del creador de contenido Matías Bottero, como una suerte de fusión entre el trend global “charlas de pasillo” y el show Sidetalk estadounidense en el que una persona entrevista de manera breve, divertida y directa a la gente en la calle.
Las “entrevistas” se graban en las aulas, entrevistador y entrevistado (compañeros de curso) se sientan entre dos bancos y las preguntas, que comienzan con trivialidades, van subiendo de tono hasta convertirse en una situación incómoda.
Podemos analizar desde muchas aristas este fenómeno. Por un lado, una de las características distintivas de esta etapa es la necesidad de pertenecer a un grupo de pares y diferenciarse del adulto. Numerosos estudios afirman que la ausencia de la sensación de pertenencia aumenta las probabilidades de padecer trastornos de salud mental como ansiedad, depresión o consumos problemáticos. Y las redes sociales en la actualidad representan para chicos y chicas uno de esos espacios de pertenencia; pareciera que quien no está presente en redes no existe, las fronteras entre lo digital y lo real se están desdibujando.
Sin embargo, no podemos poner todo el peso de la responsabilidad sobre los hombros de los y las adolescentes. Muchos padres y docentes no vieron jamás estos videos. En Argentina, el estudio “Chic@s Conectados” de UNICEF reporta que:
- El 70% de los adolescentes cree que sus padres conocen muy poco o nada de lo que hacen en línea.
- Frente a experiencias graves (bullying, violencia), recurren primero a amigos (56%), después a padres (30%) y solo un 9% a docentes.
Como educadores no podemos quedarnos en silencio frente a esto. La tecnología requiere ciertas habilidades, muchas de las cuales no tienen que ver con cuestiones operativas que chicos y chicas tienen más que claras, sino con otras aptitudes que deben ser formadas, como el juicio crítico. Sabemos que la corteza prefrontal, que juega un papel vital en la toma de decisiones, no culmina su formación sino hasta aproximadamente los 25 años.
Entonces, es sumamente importante formar a los y las estudiantes en la adquisición de este tipo de habilidades. Para desandar la violencia, chicos y chicas deben conocer los riesgos de las redes, pero sobre todo deben volver a escucharse entre ellos y sentir que los escuchamos.
No hace falta que las familias revisen las redes de sus hijos e hijas o que la escuela prohíba el uso de los celulares, tampoco tenemos que convertirnos en expertos en nuevas tecnologías, simplemente tenemos que ser un lugar seguro al que los chicos y chicas acudan ante estas situaciones. En tiempos de discursos de odio y de individualismo generalizado, retormar la pedagogía de la ternura es un acto de justicia.