Entrevistamos a Mariana Maggio, educadora y escritora, para conversar sobre su último libro «Educación en Pandemia».

—Tu ultimo libro “educación en pandemia” tiene una primera bajada que dice: guía de supervivencia para docentes y familia ¿Por qué esta idea de hablar de la supervivencia?

La realidad es que yo escribí el libro el verano pasado y todavía ni siquiera estaban tan encaminadas como hoy las condiciones epidemiológicas. Y ahí me había impactado mucho la lectura de un trabajo que hizo el año pasado la maestra mexicana Alicia de Alba, donde decía que tenemos volver a pensar en la educación y que esta es una tarea de los sobrevivientes de la pandemia de covid-19. También me resuena mucho la idea de Franco Berardi en Bifo que dice que esta es una mutación, un cambio muy profundo que se da en nuestra sociedad y que lo registramos en muchas marcas. Además se sumó la conmoción que generó el cierre de los edificios de las instituciones educativas, cambiando todos nuestros modos de hacer, de abordar y dije bueno, se nos mueve el piso por todos lados, necesitamos organizar principios que nos sostengan en este devenir tan difícil y de tanto sufrimiento y ahí apareció la idea de supervivencia.

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—¿Cuáles crees que deberían ser esos cinco precipicios que guíen este nuevo abrir en la educación en pandemia?

Ahí quiero hacer una aclaración y es que el libro lo terminé de escribir en febrero del año pasado entonces, voy a rescatar algunos que me parece que todavía tienen sentido y voy a incluir otros. Me parece muy interesante en términos de lo que nos pasó es nuestro aprendizaje como docentes, en mi caso veníamos apoyando la integración de tecnologías de la comunicación en las practicas educativas no porque nos parezca que eso nos hace mas modernos, sino porque eso está en la trama de la construcción del conocimiento contemporáneo. En el momento en que se cierran los edificios todos dijimos: tenemos que seguir educando como sea. Y ahí se produce un proceso de aceleración en términos del uso de tecnologías que yo creo que es bien interesante, nos ubica en una escena mas contemporánea desde el punto de vista de las practicas que generamos.

Pero también esto produjo ciertas alteraciones, se modificó en términos educativos nuestra idea del espacio, dejamos de enseñar donde enseñábamos y empezamos a educar desde otros espacios, todo el mundo empezó a hablar de que había que priorizar nuestra idea de la evaluación y esas alteraciones son interesantes como principios educativos. Primero que nos permiten hacer diferentes recorridos no homogéneos y ser cuidadosos respecto de la diversidad de nuestros estudiantes, en estos casi dos años hemos visto por ejemplo en la universidad, que gente que volvió porque estas condiciones que son poco mas flexibles la ayudaban a cursar.

Entonces yo planteaba y lo sigo sosteniendo, una de las cosas que me parece más interesante es el emerger de la docencia como acción colectiva. Nos hemos encontrado infinitas veces a lo largo de estos años a hablar sobre qué estábamos haciendo, sobre cuál era el mejor camino, sobre lo que habíamos aprendido, sobre los desafíos que se abren. Pero la buena noticia es que podemos enseñar mas colectivamente, con más propuestas de colaboración, proyectos más a largo plazo, con mejores articulaciones interdisciplinarias, ese para mi es una de las orientaciones que sostendría.

Con la vuelta a la presencialidad plena lo que puede pasar es que las condiciones que se alteraron y que fueron oportunas desde el punto de vista pedagógico, se vuelvan a cerrar. Como me dijo una directora del escuela «que la presencialidad nos vuelve a succionar» y que volvamos a modelos pedagógicos que antes de la pandemia ya sabíamos que teníamos que abandonar. Y me parece fundamental construir y reconstruir nuevos acuerdos, porque esto tuvo un impacto en las condiciones laborales, porque esto cambió nuestros modos de hacer, porque nos exigió hacer integrar determinadas cuestiones que tenían que ver con lo cotidiano como el uso de nuestros disipativos, pero que no necesariamente estaba conectado con nuestra vida laboral y eso de alguna manera hay que integrarlo en las condiciones. Y me parece que podemos generar practicas más inclusivas, que sostengan de mejor manera a los chicos en el sistema y que nos permita que cada chico o chica termine cada uno de los niveles y siga el próximo, ese es el centro de mi preocupación en un contexto de tanta crisis.

—La tecnología no debe dejar de ser parte del proceso de aprendizaje. ¿Es así?

Lo que pasa es parte de la construcción del conocimiento contemporáneo. Cuando pensamos todo lo que se generó en el último año respecto de las vacunas, con todo lo que ya sabemos que implica desde del punto de vista de los intereses, lo económico, la geopolítica, pero además, hay una fuerte impronta de la inteligencia colectiva, de lo que se produce a escala global en un tiempo rapidísimo porque se colabora fundamentalmente a través de plataformas tecnológicas. Y  este es solo un ejemplo de lo posible, pero me parece que necesitamos pensar en practicas de la enseñanza que no solamente encarnen a esta forma de construcción del conocimiento, sino que pongan a nuestros estudiantes en términos de crear en ese mundo, de generar transformaciones en ese mundo. Y mas allá de la discusión sobre qué carácter va a tener la presencialidad, tiene dos rasgos, es al mismo tiempo físico y virtual. Baricco en su libro The Game, dice: “y eso es la realidad, una realidad que al mismo tiempo tiene un motor físico y un motor virtual». Yo quiero que nuestros estudiantes en todos los niveles del sistema, aprendan construir estas condiciones y mas allá de las modalidades que se adopten, va a seguir teniendo esta articulación entre lo físico y lo virtual .

—Respecto de las familias que también son sobrevivientes de este proceso educativo ¿Cómo los ves?

Yo creo que en principio para las familias fue super dura la primera parte del año, pensando fundamentalmente porque entre otras cosas, tenemos una vida que desde el punto de vista laboral, está organizada en función de la organización del a escuela. Después siento que pasó algo en términos del sistema educativo y es que en la reacción rápida de decir bueno, a como sea tenemos que seguir educando, mucho de lo que se planteó en la primera parte del año pasado fue: mandemos cosas, mandemos explicaciones, mandemos tareas, evaluaciones. Y eso generó una comprensión equivocada respecto de que la responsabilidad por la educación formal volvía a las familias, que por supuesto no tenían por qué ni ocuparse ni estar preparadas para eso, porque para eso los docentes nos formamos todos los años, para eso tenemos los títulos que tenemos. Pero esto generó una situación de muchísima presión, esa presión trajo malestar, trajo enojo y además fue mucho tiempo el que es tuvimos en situación de aislamiento y hubo con una suerte de olla de presión. Yo creo que ahí las familias subieron las voces, pero creo que hay que volver a acordarnos qur la responsabilidad por la educación la tiene el estado y las políticas educativos que genera.

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