Por Emilia Pozzoni.

Hasta esta semana, “Invitación al infierno”, una producción estadounidense dirigida por Jessica Thompson, fue una de las películas del género terror más vistas de la cartelera marplatense. Con una temática que oscila entre el miedo, el suspenso y el género maravilloso, la película se presenta como una reescritura contemporánea de uno de los relatos más famosos de Charles Perrault. Deprimida y solitaria tras la muerte de su madre, Evelyn Jackson (Nathalie Emmanuel) decide realizarse un test genético para determinar compatibilidad familiar con personas de todo el mundo. De esta manera, conocerá a Walter (Thomas Doherty), un adinerado inglés, propietario de una lujosa y antigua mansión. Así, durante poco más de una hora y media de duración, la película explorará la premisa de qué pasaría si Barba Azul viviera en el siglo XXI y utilizara las redes sociales para acercarse a sus próximas víctimas. Valiéndose de un temor real y plausible como la posibilidad de ser dañados por un extraño conocido en Internet, Invitación al infierno nos sumerge en una estética victoriana de la campiña inglesa, valiéndose de múltiples recursos tanto narrativos como audiovisuales.

Cuando hablamos de intertextualidad en teoría literaria nos referimos, parafraseando a la filósofa búlgara-francesa Julia Kristeva, al hecho de que en todo texto subyacen otros textos precedentes con los cuales se dialoga y se mantienen relaciones y referencias tanto implícitas como explícitas. En el caso de Invitación al infierno podemos advertir un diálogo manifiesto entre la trama principal del film y las historias tradicionales europeas, específicamente al relato de Barba Azul y sus siete mujeres. En sí, todos los cuentos de hadas responden a una matriz oral y a la transmisión de boca en boca. Por lo tanto, si bien su esencia y contenido central se ha mantenido, gran parte de sus detalles y componentes literarios han ido modificándose a lo largo de los años con las distintas versiones de los distintos narradores. Es así como los relatos tradicionales que hoy escuchamos y contamos han sido reestructurados de forma constante a lo largo de los años, incluyendo paulatinamente nuevas variables hasta llegar a la versión cristalizada que hoy conocemos.

En el caso específico de Barba Azul, advertimos cómo su núcleo narrativo fundamental -la historia de un hombre que contrae matrimonio para al poco tiempo degollar a sus esposas y encerrarlas en un cuarto en su casa, cuya entrada está prohibida para sus nuevas mujeres- ya ha sido reconstruido en distintas propuestas artísticas, ya sean literarias o cinematográficas. Hay quienes, por ejemplo, ven una reescritura del tradicional cuento de hadas en la obra de Angela Carter, La cámara sangrienta (1992). Incluso la película del director mexicano Guillermo del Toro La cumbre escarlata (2015) ha sido interpretada como una reversión de Barba Azul. En el caso de “Invitación al infierno”, el intertexto se hace presente ante la existencia de un personaje que contrae matrimonio por la fuerza con distintas mujeres para perpetuar su propio poder, belleza y juventud. Asimismo, esconde a sus ex esposas -y todo el material que podría develar sus crímenes- en una habitación secreta de su casa, a la cual la protagonista -otra mujer engañada- accede revelando gran parte del peligro que corre su vida.

Sin embargo, la película no solo establece una vinculación dialógica con este texto inmortalizado por Charles Perrault, sino que también podemos identificar un diálogo con el clásico de Bram Stoker, Drácula. Si bien la obra del escritor irlandés cuenta con múltiples adaptaciones a múltiples formatos a lo largo de la historia, Invitación al inferno comprueba que la historia de vampiros más famosa sigue siendo una fuente de inspiración e intertextualidad muy potente. Walter, el protagonista de la película, guarda no solo una estrecha relación física y estética con el Conde Drácula, sino que además, parte de su ritual de casamiento incluye beber la sangre del cuello de su futura esposa. Además de esta vinculación corporal, la escenografía de la película recuerda al arte gótico, no solo en sus colores, sino también en su aspecto sobrecargado y romántico, estilo predominante durante la creación de Stoker. Del mismo modo, otros personajes como Viktoria y Lucy -otras esposas vivas de este Barba Azul moderno- se adaptan muy bien a la estética neogótica que predomina a lo largo de todo el film. En efecto, gran parte del film se siente como un viaje en el tiempo, dado que conjuga el dinámico e hiperconectado Nueva York de Evelyn Jackson con un castillo atrapado en el tiempo de las afueras londinenses.

Tráiler oficial de Invitación al infierno.

Si bien, Invitación al infierno ha recibido varias críticas en su aspecto argumental y narrativo, su apuesta estética la convierte en una propuesta interesante para ver en el cine. En cuanto a su guión, es posible advertir algunas incoherencias o resoluciones poco verosímiles para sus núcleos argumentales. Por momentos, Evelyn, su personaje principal, peca de ser extremadamente inocente y puede irritar al público con sus decisiones erradas que permiten que el plan de Walter avance sin complicaciones. Con un desenlace predecible, una persecución ilógica e innecesaria y un final exagerado y poco coherente, el film ha obtenido una puntuación de una estrella y media en uno de los sitios web de cinéfilos más conocidos en lengua inglesa, como es Rotten Tomatoes. Asimismo, el portal FilmAffinity otorgó a la película una valoración de cuatro estrellas sobre diez, y grandes críticas en cuanto a dirección y realización audiovisual.

No obstante, en relación a lo anteriormente dicho, resulta interesante ver una adaptación fílmica de un cuento tradicional y su vinculación con otros clásicos literarios. Sumado a que la labor de Clare Keyte, Zsuzsanna Sipos y Danielle Knox -como escenógrafas y como vestuarista, respectivamente- resulta destacable. A su vez, la fotografía de Autumn Eakin también es un punto fuerte a destacar y que vuelve valiosa la experiencia de disfrutar de la película en pantalla grande. Podriamos decir, entonces, que Invitación al infierno puede ser una buena opción para quienes disfrutan de la estética gótica, las historias clásicas de vampiros y los relatos maravillosos de estructura tradicional.

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