Por Yuliana Silvestri Perez[1]

«Las artes plantean a los estudiantes el reto de hablar de lo que han visto,
les ofrece oportunidades, licencias y estímulo para que usen el lenguaje
sin someterse a las limitaciones de la descripción literal.
Esta libertad les permite liberar sus emociones y su imaginación»
(Elliot W. Eisner)

La incorporación de experiencias estéticas en nuestras prácticas de enseñanza nos permite establecer relaciones entre contenidos y disciplinas y, al mismo tiempo, mirarlos de una manera nueva. Utilizar alguna de estas experiencias (una canción, una pintura, un fragmento de alguna película, una pieza arquitectónica, entre otras) como disparador de la clase o actividad que les propongamos a nuestros estudiantes, permitiría abordar los procesos de enseñanza y aprendizaje de una manera disruptiva y simple a la vez. Tal como expone John Dewey en El arte como experiencia, este cumple una función en nuestras vidas, no es lejano a nosotros. Entonces, si según el filósofo norteamericano “el arte es una cualidad del hacer y de lo que ya se ha hecho”, ¿por qué no llevarlo a nuestras aulas?

Resultaría extravagante y nos podemos cuestionar acerca de cómo incorporar el arte en nuestras clases si somos profesores, por ejemplo, de Geografía, Matemática o Biología en tanto existe la fantasía de que trabajar con expresiones artísticas es más sencillo en asignaturas como Literatura o Historia. Existe incluso el pensamiento de que “de eso se ocupan los y las docentes de arte” ya que son los especialistas en el tema. Según Edith Litwin (2008), “en las aulas, muchas son las oportunidades que favorecen la apreciación musical y que pueden estar a cargo de los docentes no especializados en ella”. Si bien la autora se restringe al campo de la música, aquí nos tomamos la libertad de expandirlo hacia otros ámbitos, pues para apreciar y conmovernos ante una obra de arte no es necesario ser expertos. Por eso, inspirados en las palabras de Litwin, nos invito a tomarnos un momento para reflexionar sobre nuestras prácticas de enseñanza y a imaginar escenarios en los que podamos incorporar el arte en las aulas (sean presenciales, virtuales o híbridas).

Supongamos que los conceptos a abordar en una clase de Geografía de ciclo básico son migraciones, tiempos económicos, condiciones de vida y modos de habitar. Una posibilidad sería realizar una lectura atenta de “Las ciudades y los intercambios” presente en Las ciudades invisibles de Ítalo Calvino. A través de la literatura los y las estudiantes tendrían la posibilidad de acceder a esas nociones disciplinares de manera alternativa. Al mismo tiempo, nos permitiría descubrir cuáles son los conocimientos previos que tienen y, desde allí, realizar los ajustes y explicaciones necesarios. Por otra parte, desde esa lectura podemos pensar junto a ellos los sentimientos y emociones (como el cansancio y la intolerancia que se mencionan en el relato) respondiendo simultáneamente a su derecho de recibir educación sexual integral en concordancia con la Ley 26.150.

Imaginemos ahora que las temáticas a trabajar en Historia son las relaciones feudales y las ceremonias en las que el vasallo se comprometía a jurar lealtad a su señor feudal. En este caso, una opción podría ser la observación de cuadros que den cuenta de esas ceremonias o de sus momentos más importantes con el cual establezcamos relaciones entre lo trabajado en las clases y aquello que estamos percibiendo visualmente. Incluso proponerles a los y las estudiantes crear una obra con lo trabajado. De esta manera, les estaríamos dando lugar a apropiarse de los conocimientos de manera creativa donde pongan en funcionamiento su imaginación. Pues tal como expone Augustowsky (2012), “concebir el arte como experiencia en la escuela significa conocer y crear actividades en las que chicos, chicas y jóvenes sean incitados a ocupar la escena en un movimiento que los involucre personalmente”.

Finalmente, sería posible establecer relaciones entre el arte y la matemática, por ejemplo, mediante una mirada atenta de “El Hombre de Vitruvio”. Este dibujo realizado por Leonardo Da Vinci, alrededor de 1490, le permitió estudiar las proporciones del cuerpo humano. Entonces, si desglosamos el dibujo y examinamos la posición de los brazos en cruz y los pies juntos, por una parte, y la postura superior de los brazos y las dos piernas, por otra, observaremos que se pueden llenar las áreas de un cuadrado y un círculo respectivamente. De esta manera, podríamos abordar las fórmulas para calcular las áreas de las figuras geométricas mencionadas anteriormente. Asimismo, nos permitiría pensar junto a los y las estudiantes por qué existe “El Hombre de Vitruvio” y no “La Mujer de Vitruvio”, reflexionar acerca de los lugares que las mujeres han ocupado o no a lo largo del tiempo.

Entonces, de los escenarios imaginados concluimos que buscar la manera de incorporar nuevas dimensiones en nuestras clases y hacerlas atractivas para los y las estudiantes es posible. Sólo requiere animarse, correr el riesgo y aprender de los errores. Atrevernos a romper la rutina y construir creativamente para favorecer la enseñanza y el aprendizaje necesita de toda nuestra originalidad didáctica.

En síntesis, incluir la dimensión artística en nuestras prácticas docentes requiere de una reflexión profunda sobre las mismas. Es decir, si vamos a abordar alguna de estas experiencias, deben tener una base teórica y didáctica que la fundamente y sostenga. Preguntarnos qué, cómo, por qué y para qué incluiremos esas dimensiones artísticas en nuestras propuestas pedagógicas permitirán producir conocimientos significativos.

Referencias bibliográficas:

  • Augustowsky, Gabriela (2012) El arte en la enseñanza. Paidós: Buenos Aires.
  • Dewey, John (2008) El arte como experiencia. Paidós: Barcelona.
  • Eisner, Elliot W. (2004) El arte y la creación de la mente. El papel de las artes visuales en la transformación de la conciencia. Paidós: Barcelona.
  • Litwin, Edith (2008). El oficio de enseñar. Condiciones y contextos. Paidós: Buenos Aires.

[1] Estudiante del Profesorado en Letras (UNMDP). Adscripta a docencia de la cátedra de Didáctica General (UNMDP). Integrante del Grupo de Extensión en Innovación Educativa (GEIE-UNMDP) y del Proyecto de Investigación «Transformaciones en el campo de la didáctica: voces y prácticas en tiempos de excepcionalidad. Innovaciones, creaciones y rupturas.»

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